lunes, 25 de octubre de 2010

Miradas a lo cultural

I. Las políticas culturales ante la globalización
Lourdes Hernández Quiñones

Inmersos en el debate en torno a la pertinencia de las políticas culturales desde la perspectiva de lo global y lo local, resulta indispensable plantear por qué resulta necesario definir políticas públicas en materia cultural.
Lo anterior, a partir de una realidad que se desarrolla entre identidades múltiples y diversas que enriquecen con creces nuestra cotidianidad, pero que a la par ponen en riesgo el desarrollo de lo propio que cada vez es más frágil y vulnerable ante la fortaleza y avasallamiento mediático de los consorcios mundiales que manejan las industrias culturales.
Así, la primera pregunta sería: ¿es necesario que los gobiernos definan políticas culturales? Para responder a esta interrogante, nadie mejor que Néstor García Canclini, estudioso de lo cultural y la cultura, quien en su trabajado intitulado ¿La mejor política cultural es la que no existe?, nos dice:
“Queda la pregunta de si lograremos-artistas, periodistas, investigadores e instituciones culturales-que esta reflexión crítica sobre lo que somos capaces de producir ascienda a una política duradera. Por ejemplo, conseguir que el presupuesto de cultura se acerque al uno por ciento recomendado por la UNESCO, que los movimientos culturales y los organismos públicos elaboremos posiciones acordes con la potencialidad de México en las actuales condiciones globales, sin dejar librado el lugar de los bienes culturales en los acuerdos de libre comercio a quienes sólo valoran las películas o los libros por el volumen de ventas y la recaudación fiscal. Las políticas culturales no crean cultura, pero favorecen o perjudican las condiciones de su comunicación. Si están a cargo de especialistas pueden ayudar a no confundir el valor con el precio, ni la libre comunicación entre culturas con el comercio sin aduanas.”
Parte fundamental de lo mencionado por García Canclini en cuanto a la conveniencia de establecer políticas culturales, tiene que ver con dos puntos que me permito destacar: la posibilidad de que las políticas culturales sean duraderas; y, por otra parte, que la definición de dichas políticas esté a cargo de especialistas. Es decir, la conciencia de que no se trata de acciones efímeras que merezcan atención por un momento breve, hay que subrayar que la educación y la sensibilización artística es un proceso a mediano y largo plazo, y que sólo garantizando esta educación podremos asegurar el disfrute y cuidado de nuestros patrimonios. Lo más delicado corresponde a que sean los especialistas quienes definan tales políticas pues, lamentablemente y por lo menos en México y en cada una de las entidades federativas que conforman este país maravilloso, tales decisiones quedan en manos de funcionarios que ascienden a la titularidad de las instituciones públicas de cultura por méritos políticos y no por los académicos o culturales. Así, la mayoría de ellos lo que hacen es definir presupuestos en función de los grandes eventos, priorizando aquello que les da mayor proyección mediática o bien, lo que los hace quedar bien con el gobernante en turno. De tal manera que las políticas culturales, brillan por su ausencia y se deja al sector cultural a la deriva y sujeto a caprichos personales.
Las políticas culturales suponen de entrada un ejercicio de análisis y reflexión para conocer cuál es la realidad inmediata de lo cultural en una entidad,  saber cuáles son las potencialidades y las diversas problemáticas del sector;  pensar en un trabajo de mediano y largo aliento y evitar lo que sea inmediato y de corto alcance. Cabe recordar que la finalidad principal de cualquier agenda de política pública consiste en establecer una geografía de lo posible, es decir, un esquema que permite precisar y ubicar las medidas concretas consideradas viables; procurar que las políticas no se queden en el plano discursivo o normativo, sino que su formulación vaya acompañada de procesos y mecanismos concretos que permitan acortar la brecha que existe entre lo deseable y lo posible.
Es decir, para el establecimiento de políticas públicas en materia de cultura habrá que saber mirar con diversas perspectivas que conduzcan las acciones en múltiples sentidos, a partir de lo ya realizado y pendientes de lo que falta por efectuar. Y, además, las políticas culturales tendrán que establecerse en un contexto de globalización a partir de lo local y siempre en un marco de sustentabilidad y con respeto a la diversidad cultural.
Así, para que nuestras culturas y sus distintas y ricas manifestaciones tengan una proyección en el mundo, habrá que saberlas mirar y apreciarlas desde nuestros territorios. En Veracruz, son muchas las voces que necesitan ser escuchadas y el camino para recorrer en este sentido, todavía es muy largo. La premisa de las políticas culturales deberá ser, sin duda,  el diálogo.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Voz invitada

(Agradezco a Celia Álvarez su colaboración que analiza con puntualidad e inteligencia la problemática de la gestión cultural desde las instituciones y las penurias que deben pasar los creadores ante la indiferencia de las autoridades culturales)

La cultura como simple ornamento

Celia Álvarez


La falta de interés que evidencian los gobernantes locales, federales y estatales hacia la actividad cultural es asaz notoria: siempre lo ha sido; basta escuchar sus declaraciones, ocurrencias y propuestas para comprender que la toman como un simple “ornamento” o fuente de “entretenimiento” popular en horas bajas o en tiempos en que se precisa distraer la atención pública de alguna eventualidad incómoda.

A la par, conocemos de primera mano cuán difícil es la situación en que viven gran parte de los artistas (aquí es pertinente comentar la triste situación por la que atravesó un pintor de avanzada edad, al que aprecio mucho, quien requería una operación urgente y, al no contar con recursos ni seguro médico o con la amistad de algún alto funcionario, debió soportar durante un año entero penurias y dolores inenarrables), de aquellos que son capaces de traducir su pensamiento en magia y belleza sobre el lienzo, la piedra o el papel, y sus muchos años de estudios en melodías o expresión del cuerpo, mientras en el otro fiel de la balanza contemplamos los regodeos impunes de muchos funcionarios encargados del rubro que cobran altísimos sueldos –producto de los impuestos de todos, por supuesto— y realizan gastos escandalosos a cuenta del erario público.

Funcionarios que, lo dicen los propios artistas, suelen ser ineptos e improvisados y desconocen por completo los complejos mecanismos del campo en que se hallan comisionados para desarrollar una labor que, por lo menos, debería ser digna y responsable. Muchos de ellos, incluso, tan incultos que ni siquiera tienen una buena ortografía y redacción (en este punto, recuerdo la entrevista que le hice a la recién nombrada directora de una galería xalapeña, quien, para mi asombro y vergüenza ajena, me espetó off the record: “Me vas a tener que componer un poquito las respuestas, porque yo, de arte, la verdad, no sé nada…”). Mas al contar con el respaldo de algún pariente poderoso en la política o cierta amistad influyente en el llamado “cuarto poder”, no sólo cobran insultantes salarios —en comparación con los que percibe la mayoría— a cambio de ofrecer nulos resultados, sino que aun se permiten actuar de manera prepotente y grosera con sus colaboradores, subordinados y hasta con los mismísimos protagonistas de la cultura, olvidando que trabajan, precisamente, para ellos y para el pueblo; sin discernir que la ética los obliga a desempeñarse al menos con un mínimo de eficiencia y eficacia.

¿El resultado? Lo que se ve, no se oculta: un escasísimo público para las artes —los espacios culturales, lo hemos visto, no suelen estar concurridos más que en ciertas inauguraciones o eventos señalados— y un alto porcentaje de la población absolutamente desinteresado tanto en la lectura como en sus propias tradiciones, en una época aciaga en que la globalización amenaza con anular cualquier vestigio de un pasado glorioso como el nuestro; en un momento en que la ignorancia y la insensibilidad son los principales enemigos a vencer por medio de la luz que brindan el conocimiento y la experimentación de vivencias edificantes.

Así, pues, buen número de artistas — nos consta— se ven obligados a efectuar su trabajo de manera independiente para ir sobreviviendo, para “irla pasando” nada más, como ellos lo expresan, o bien —y esto, por lo general, solamente lo hacen los más jóvenes y osados— deben optar por la búsqueda de lejanos horizontes más promisorios. Claro que los más no protestan ni hacen alharaca para no quedar mal con los que les pueden brindar, en un momento dado, alguna clase de apoyo o beca, que muchas veces se les concede casi en calidad de limosna, y otros acaban por convencerse de que tal vez su trabajo no vale la pena realmente y por eso no hay quien les haga caso, de modo que se entregan a la desilusión y ello redunda en una baja en la autoestima y la producción individual, que socava aún más su economía de por sí exigua.

La comunidad artística y cultural, aquellos que son portadores de la sapiencia y experiencia precisas para irradiar los bienes del espíritu —puesto que el arte proviene de lo íntimo de la esencia humana— debería exigir una mayor inversión en el rubro educativo y en la generación de mecanismos eficientes para crear públicos interesados en las diversas disciplinas creativas (insisto siempre en la necesidad de que museos y galerías se coordinen con la SEV para que los niños y jóvenes efectúen visitas periódicas, como parte del programa educativo, a esos recintos donde pueden descubrir otros mundos de un solo vistazo, así como con los teatros y otros espacios que ofrecen funciones de danza, conciertos, presentaciones de libros y demás actividades de elevado interés), y demandar un respeto irrestricto por las tradiciones que nos aportan identidad y deberían enorgullecernos a morir.

De la misma manera, los creadores deberían pugnar por que se les faciliten los medios para ofrendar la mayor calidad artística posible a un público espectador que hoy, desafortunadamente, es más bien proclive a embrutecerse con la basura televisiva, y sobre todo exigir que los funcionarios culturales cuenten con una preparación adecuada para manejar con decoro el importante cometido que les ha sido asignado, la alta misión que ha sido depositada en sus manos. Que cumplan, en fin, su encargo con decoro y, también, con cierta dosis de humildad, que todo es necesario… La cultura no es un adorno, señoras y señores, sino un puntal decisivo para el ennoblecimiento y progreso de los pueblos.


Celia Álvarez es  periodista y gestora cultural. Ha sido coordinadora de corrección y estilo de diversos medios impresos en Xalapa, así como Coordinadora de la sección cultural de Diario de Xalapa; Coordinadora de Prensa y Comunicación del Instituto Veracruzano de la Cultura y Coordinadora de Difusión de la Editorial de la Universidad Veracruzana y de la Feria Internacional del Libro Universitario. Ha entrevistado a diversos personajes de la cultura y ha sido colaboradora de los periódicos Diario de Xalapa, Diario AZ, Crónica de Xalapa, Mundo de Xalapa, Punto y Aparte, Veracruz Oye, Tiempo de Veracruz, Política, Milenio El Portal y La Jornada Veracruz.

lunes, 18 de octubre de 2010

Declaratorias que son como aliento

Compartimos con ustedes la siguiente Declaración recién formulada en la Ciudad de México que bien valdría la pena ser tomada en cuenta por los gobernantes para que en lugar de reducir el presupuesto destinado al arte y la cultura, lo aumenten.

Declaratoria del Encuentro Iberoamericano de Educación Artística y Cultura
Los representantes de los Ministerios de Cultura y de Educación reunidos en el Encuentro Iberoamericano de Educación Artística y Cultura --convocado por la Secretaría de Educación Pública, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el Instituto Nacional de Bellas Artes y la Organización de Estados Iberoamericanos--, celebrado en la Ciudad de México, los días 7 y 8 de octubre de 2010, reflexionaron sobre el papel de la educación artística en la formación de niños y jóvenes; intercambiaron ideas de las que se derivan las propuestas y recomendaciones que se resumen en la siguiente
DECLARATORIA
Considerando:
Que en el artículo 27 Fracción 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos se establece que "Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten".
Que la educación, el arte y la cultura son esenciales para el desarrollo integral de las naciones.
Que el acercamiento al arte y a la cultura en las escuelas constituye una de las estrategias más poderosas para la construcción de una ciudadanía intercultural, es decir, de individuos con una conciencia multicultural, que reconozcan y respeten la diversidad de identidades y, al mismo tiempo, se identifiquen con una cultura iberoamericana de la cual se sientan parte.
Que la presencia de las artes en la educación de los niños y jóvenes, a través de la educación artística en cualquiera de sus modalidades, contribuye al desarrollo pleno de los individuos, fortaleciendo los valores y la formación de ciudadanos libres, creativos, críticos, respetuosos del otro y de su entorno.
Que la educación artística requiere del diseño y aplicación de modelos, programas y estrategias para el desarrollo de propuestas pedagógicas y formación docente que respondan a las diversas realidades nacionales, locales y regionales.
Que los recursos destinados a la educación artística son insuficientes y resultan considerablemente menores a los aplicados a otros rubros educativos de similar importancia.
Que la educación artística ofrece alternativas que enriquecen el desarrollo personal, escolar y social de los niños y jóvenes.
Acordamos:
1. Respaldar el programa de Educación Artística, Cultura y Ciudadanía del proyecto "Metas Educativas 2021" que la Conferencia de Ministros de Educación Iberoamericana presentará para su aprobación en la próxima Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno.
2. Promover programas que fortalezcan los vínculos entre el sector educativo y el sector cultural.
3. Estimular la incorporación de contenidos de educación artística y modelos de evaluación de competencias -en la educación formal y no formal- a partir de un trabajo profesional de creación de planes y programas que rescaten los valores artísticos locales, nacionales y universales.
4. Crear programas para la formación docente en materia de educación artística y valorar de manera particular el curso "Especialista Universitario de Educación Artística" de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
5. Generar programas de Posgrado a distancia para la Formación de docentes.
6. Estimular el diseño y la aplicación de modelos pedagógicos innovadores que respondan a las necesidades de cada población específica.
7. Impulsar una mayor inversión de recursos para la Educación Artística en sus diferentes tipos, niveles y modalidades, así como el fortalecimiento de las instancias responsables de la misma.
8. Promover el acercamiento de niños y jóvenes al arte y la cultura desde espacios educativos formales y no formales.
9. Crear redes tanto del sector público como de la sociedad civil, que vinculen educación con arte y cultura.
10. Difundir las experiencias exitosas que realizan grupos y personas relativas a la formación artística, así como compartir y difundir las buenas prácticas a través de redes, materiales o la web
11. Promover el lanzamiento de programas de estímulo que apoyen económicamente el desarrollo de proyectos relacionados con la educación artística.
12. Alentar la producción de materiales didácticos.
13. Apoyar programas de investigación especializados.
14. Fomentar la participación de artistas y creadores en la vida escolar.
15. Promover programas de intercambio y movilidad en Iberoamérica.
16. Impulsar la reactivación de algunas Rutas Culturales que puedan aportar un mayor conocimiento y contenidos para la educación artística, considerando las rutas prehispánicas, indígenas originarias así como aquellas que se generaron a partir de las migraciones (como el caso de los afrodescendientes).
17. Aceptar la propuesta de los Ministros de Cultura y Educación de Costa Rica para la realización del próximo Encuentro Iberoamericano de Educación Artística en el 2012.
18. Los Ministros y Representantes Ministeriales agradecen a México su hospitalidad; al Instituto Nacional de Bellas Artes y a la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura la realización del 1er Encuentro Iberoamericano de Educación Artística y Cultura.

domingo, 17 de octubre de 2010

Voz invitada

(Agradecemos a Andrés Barahona que nos haya facilitado este texto que forma parte del capítulo décimo quinto de su estudio sobre Las Músicas Jarochas)


Al son de la moderna cultura turística

Andrés Barahona Londoño

En los tiempos actuales en que la cantidad de cultores y seguidores que interpretan los sones jarochos dentro y fuera del Estado de Veracruz, ha alcanzado niveles nunca antes vistos, resulta demasiado sencillo suponer que el nuevo auge garantiza, por sí sólo, la permanencia de este bien cultural. Tampoco es posible ignorar que la creciente globalización de la información es un arma de dos filos que en el ámbito del quehacer musical se traduce, entre otras cosas, en una suerte de moda que apuesta a la fusión de los más diversos géneros: son y rock, son y música tropical, son y balada, son y marinera, son y guaracha, y muchas otras variantes híbridas más.
En un mundo frenéticamente volcado hacia el consumo y el manejo irracional de los recursos naturales de nuestro planeta, que ya acusa seriamente los golpes y abusos, no podemos pasar por alto la desaparición de las especies y los ecosistemas más frágiles, que en realidad resultan indispensables para el equilibrio ecológico global. Lo mismo puede decirse con respecto de las culturas y su especificidades; como bien lo señala Miguel León Portilla, “cada vez que desaparece una lengua o un idioma, se pierde irremediablemente la posibilidad de ver y entender el mundo desde un enfoque único e insustituible”; y en este sentido cada vez que desaparece una música autóctona, se escapa la oportunidad de “escuchar la vida” desde una sensibilidad particular. La tendencia hegemónica, pugna desde los grandes medios de comunicación por uniformar el tipo de música que oye la gente. Todos los días se nos pretende inculcar un “sonido del modernismo”, que bombardea metódicamente la televisión y la radio, no solamente en cortinillas promo-cionales, también mediante programas “especializados en el entretenimiento”. Se nos quiere hacer escuchar –y por lo tanto hacer creer– que todo lo que supuestamente evoque a las galaxias y lance a volar nuestra imaginación hasta el resplandor, acaso extemporáneo, de las lejanas estrellas (incluidas las pretendidas de carne y hueso), es necesariamente mejor que lo que puedan decirnos los anticuados y pasados de moda sonidos de un gran número de expresiones regionales que no alcanzan los reflectores mercantilistas de la industria musical y sus grandes monopolios disqueros. No faltará quien opine que precisamente en ese contexto, a las músicas jarochas no les está yendo tan mal en comparación con otros géneros, puesto que se han convertido incluso en un producto de exportación que “compite” en los grandes mercados; pero vale la pena preguntarse si es la exportación lo que importa. Los grandes lineamientos trazados en México por las políticas culturales gubernamentales –no siempre de manera oficial– han incidido, para bien o para mal, por acción o por omisión, en los caminos que recorren las expresiones populares y la música no es la excepción.
Actualmente prevalece un diseño programático, implementado a nivel nacional desde las cúpulas del poder, que junta en una misma dependencia oficial dos instancias que son de suyo distintas y que no forzosamente se complementan: el turismo y la cultura. Si bien es cierto que la cultura del turismo puede crear condiciones favorables para detonar el desarrollo económico en determinadas regiones dotadas de bellezas naturales y atractivos interesantes tanto culinarios como para el ocio y la recreación, la cultura por su parte, no necesariamente responde a esa misma lógica, y en más de un sentido está  estrechamente relacionada con la educación. Ya durante la llamada Época de Oro, la industria cinematográfica mostró hasta qué punto fue capaz de trastocar las expresiones musicales populares que “redecoró y maquilló” para su difusión masiva.
Es desde luego favorable que cualquier cultura dé a conocer sus rasgos distintivos, siempre y cuando en el proceso de divulgación no se diluyan dichos rasgos, bajo para el pretexto de “adecuarse a las necesidades del mercado internacional”. Para ponerlo en otras palabras y porque dice mucho más de lo que en primera instancia parece, vale la pena recordar la actitud de aquella humilde vendedora que atiende su pequeño puesto en el que, entre otras verduras, ofrece quintoniles, quelites y chinchayotes, y que al acercarse un cliente a pretender comprarle todo lo que hay en ese puesto, le responde que no le puede vender todo, porque... después qué vende. Llevada hasta sus últimas consecuencias, esta anécdota es mucho más que una simple obcecación que le impide a la vendedora entregar todo su producto, es una apuesta por su propia sobrevivencia. ¿Qué sucede si un campesino vende absolutamente toda su cosecha de maíz y se queda sin semilla para su próxima siembra?... que se está poniendo él mismo la soga al cuello y va a terminar dependiendo de la compra de semilla transgénica, la cual tiene entre sus propiedades la de exterminar todas las especies locales. Si el maíz transgénico llegara a desplazar a las demás especies, las consecuencias serían catastróficas, aunque la versión oficial asegure lo contrario. Sirva de muestra un botón, si esto sucediera, desaparecería para siempre el hongo de la mazorca, es decir el exquisito huitlacoche. Y ahí si “ni máiz palomas”... No se puede aplicar la misma lógi-ca a un bien cultural y a la renta temporal de un espacio para el esparcimiento turístico, ya que tanto las ganancias como las pérdidas son en cada caso de índole muy distinta.


Andrés Barahona Londoño es músico, laudero, decimista, etnomusicólogo, periodista, compositor de canciones para niños y creador de un método interactivo de sensibilización musical para niños, papás y educadores de preescolar y primaria denominado: ¡Cántale Pues! Autor de más de doscientas canciones para niños en diversos géneros musicales, entre ellos el huapango y el son. Ha publicado tres discos: Llevarnos Bien en 2003 y México y Yo en 2005; y Corazón en 2009.
Actualmente coordina un proyecto de investigación etnomusicológica en el Instituto Veracruzano de Cultura denominado Testimonios Jarochos, el cual, en el marco de las conmemoraciones por el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana, ha elaborado una serie de 4 libros relacionados con la historia del son jarocho que incluye los siguientes títulos:
Por su propia voz. Pláticas con músicos y decimistas jarochos y Las Músicas Jarochas. ¿De dónde son? Un acercamiento etnomusicológico a la historia del son jarocho, ambos de su autoría; Historia y Fandango. 1845-1946. Textos de época relacionados con el son y la cultura jarocha. Compilación de la Mtra. Irene Vázquez Valle; Con el son en Boca. Historia, estilo y repertorio de una tradición musical mexicana en vías de cambio. Tesis doctoral del etnomusicólogo Daniel Sheehy, escrita en 1979; Las Músicas Jarochas. ¿De dónde son? Un acercamiento etnomusicológico a la historia del son jarocho. Extenso estudio que analiza el origen y desarrollo de este género musical, desde sus orígenes hasta la época actual.



miércoles, 13 de octubre de 2010

Voz invitada

(agradecemos a Sabino Cruz, gestor cultural, su autorización para reproducir este artículo de su autoría publicado en e diario AZ)


Claroscuro
Sabino Cruz V.

Nombres y más nombres
Con las ratificaciones o rectificaciones que están por venir tan pronto el maestro Fidel Herrera Beltrán cumpla con el mandato constitucional de administrar al estado de Veracruz, y el sustituto pase  a ocupar el cargo a partir del primer día de diciembre, empieza el juego de las apuestas, esperanzas o deseos por ser el “buenas” para ocupar la titularidad de una secretaría, dirección o comisión de la estructura administrativa del gobierno.
Como todo proceso de renovación, los hay quienes consideran que por haber estado cerca del candidato durante la campaña, por parentesco o simplemente por su contribución con algunos cuantos miles de pesos les corresponde el derecho de estar en la primera fila; los hay que por méritos académicos, apellido ilustre, estudios en el extranjero, presencia en los medios, etcétera, les asiste el derecho para servir a los veracruzanos; y también los hay quienes son recomendados por la dirigencia de un comité ejecutivo nacional, alguna organización federal, etcétera.
Según el puesto que se quiera ocupar, será el requisito para la asignación. Para eso, quiero creer, el Sistema Profesional de Carrera, será el área responsable –en aras de una mayor y mejor eficacia y eficiencia de la gestión pública− de establecer el perfil de contratación para cada una de las dependencias de gobierno: título de licenciado en derecho para la Secretaría de Gobierno; maestría y doctorado en economía para las Secretarías de Finanzas y la de Desarrollo Económico y Portuario; pos doctorado en medicina para la Secretaría de Salud; experto en seguridad nacional para la Secretaría de Seguridad del estado; arquitecto o ingeniero civil para la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, y así por el estilo.
Para el caso de la cultura y del Instituto Veracruzano de la Cultura (IVEC) como su órgano rector, en un ejercicio plural y democrático se encartan nombres para ocupar la “silla”. Unos por su obra poética o literarias, grados académicos, dirección de festival y escuela de música, conducción de programa televisivo o administración de un centro cultural; otros porque simplemente se siente con derecho de ocupar un lugar no sólo en el escenario cultural y artístico sino en la nómina burocrática.
Méritos a los visibles o soterrados no les falta, ya que por sus obras y experiencia se saben con la capacidad necesaria para administrar la cultura del Estado; sin embargo, a estas alturas de la vida política y económica de la sociedad veracruzana no basta con ser hábil y experto en su profesión, se requiere poseer los otros saberes que construyen los pueblos para la mejor convivencia.
Creo que, así como se pide cómo mínimo el grado de licenciatura para ocupar una secretaría o dirección, todos los que se sientan con derecho a ser nombrados para la administración cultural de Veracruz no sólo deberán contar con grado académico sino que además deberán tener una sólida experiencia en Políticas y Gestión Cultural.
Como he señalo en reiteradas ocasiones, el abundante capital simbólico con que cuenta la entidad veracruzana, así como la gran variedad de creativos, requieren, además de acciones administrativas del diseño de una política pública de cultura incluyente, pluricultural y democrática, que satisfaga las necesidades de la población y promueva el desarrollo de sus representaciones simbólicas. (Teixeira 2000)
En cuanto hace a la gestión cultural, el responsable además de administrar  el poco o mucho presupuesto que se asigne a la dependencia, tiene que mediar entre los diferentes campos al interior del campo cultural (Bourdieu 1990), conocer las diversas disciplinas y especialidades que se desarrollan en los doscientos doce municipios; ser un facilitador entre el creador, los capitales y las circulación/consumo de los productos
El arte y la cultura de Veracruz, dada su tradición y profundo enraizaje requiere de un (a) buen (a) administrador (a), con una sólida experiencia en la política cultural, procuración de fondo y bagaje intangible. De ahí que, quién aspire a dirigir el arte y la cultura de Veracruz debe tener más que ganas, buenas intenciones y experiencia parlamentaria, organización de festivales de música, escritura de poemas y novelas.

Sabino Cruz V. cuenta con la Maestria en Historia del Patrimonio Cultural (Ibero-Puebla), así como la Especialidad en Politicas Cultural (UAM/OEI). Ha cursado los diplomados en Gestión Integral de Políticas e Indicadores Culturales (OEI/CONACULTA) y en Gestión Cultural y Arte (CONACULTA/UV/IVEC). Es Catedrático de la Facultad de Teatro-UV y Analista Cultural de los Diarios AZ y Milenio El Portal.

sábado, 2 de octubre de 2010

Voz invitada

(Agradezco a Rebeca Bouchez su autorización para reproducir este artículo de su autoría, en el que manifiesta su preocupación e interés por la ciudad de Xalapa)

Zona de Ocio
Mi bella Xalapa
Rebeca Bouchez Gómez


Recuerdo que cuando era niña mi padre, David Bouchez Nieto (1915-1963), siempre nos decía: “mi bella Xalapa”.  Le gustaba salir a pasear por las tardes con mi mamá y con sus hijos  y muchas veces nos acompañaba mi abuela Tita,  gustaba mucho disfrutar de la familia y de los amigos. Él  quería  mucho a Xalapa  y proponía acciones para que la ciudad conservara su “belleza”, dadas las estupendas condiciones de su entorno (bosque de niebla), ríos, su paisaje y su desarrollo urbano. En esos años, Xalapa seguramente no tenía más de sesenta mil habitantes, el hoy Centro Histórico, era el centro de la ciudad, dónde vivíamos la mayoría de los xalapeños; las afueras de la ciudad eran la avenida 20 de Noviembre, que conectaba la carretera Veracruz-Xalapa-México; la avenida Miguel Alemán, nos llevaba a la Estación Nueva de Ferrocarriles;  la avenida Mártires 28 de Agosto nos llevaba a la hacienda Molino de Pedreguera (San Bruno), y  por el sur, la Calle Bolivia y la salida a Coatepec.

En los años cincuenta en Xalapa se iniciaron los cambios por la llamada “modernidad”, que implicaron el cambio de pavimentos de piedra por otros materiales; mi papá proponía que los cambios no fueran tan agresivos, decía que se debía mantener el empedrado en los pavimentos de las calles, con un mejor careado de la piedra e introduciendo el sistema de drenaje y alcantarillado, evitando poner materiales que impedían que el agua se filtrara, como el concreto. La ciudad sería más “bella” si las calles y banquetas del centro fueran de piedra careada, como es el caso de la 1ª. de Revolución.

La ciudad de Xalapa sería más bella y con ello más atractiva como destino turístico si no hubiera el desorden visual que provocan los anuncios comerciales y políticos que deterioran la imagen urbana; si los propietarios pintaran anualmente sus casas y edificios, como se hacía hace muchos años para celebrar las fiestas de Septiembre. Los xalapeños tenemos derecho a una ciudad limpia y armoniosa, no puede ser “bella” con el caos vial que existe en la ciudad, que afecta tanto a los habitantes como al medio ambiente.

Para que Xalapa sea “bella”, limpia, ordenada, incluyente, etc., necesitamos resolver entre otros problemas, que los autobuses de servicio urbano no contaminen, que se respete al peatón, sobre todo a los niños, discapacitados y ancianos;  que los cables conductores de energía eléctrica, telefonía y sistemas de cable no sean aéreos;  que el servicio de limpia pública sea eficiente y, para finalizar, que cada uno de los vecinos seamos responsables en el manejo de la basura que generamos.

Hoy la ciudad de Xalapa  sigue siendo bella, gracias a la propia naturaleza que nos da  un estupendo clima que sigue siendo templado (más caluroso hoy que antes sin duda),  a la propuesta cultural que la mantiene viva. Y es importante mencionar que  sus parques, jardines, camellones y jardineras se conservan bien cuidados en su mayoría por la Dirección de Parques y Jardines del Ayuntamiento y qué decir de los  remates visuales que nos dan la oportunidad de disfrutar del hermoso paisaje que nos ofrece en el poniente el bosque de niebla y el Cofre de Perote; hacia el sur los cerros de Las Culebras en Coatepec, el Acamalín en Xico y el  majestuoso  Pico de Orizaba; y hacia el norte, el cerro de Macuiltepetl.


Rebeca Bouchez, gestora cultural, fue fundadora del Ágora de la Ciudad y su principal titular durante muchos años. Casada de por vida con la promoción del arte y la cultura, actualmente es directora de la revista Zona de Ocio y desarrolla otros proyectos. Ha mostrado un interés permanente por la ciudad de Xalapa y todo lo que en ella acontece y nos afecta como ciudadanos.