martes, 30 de noviembre de 2010

Miradas a lo cultural

(Agradezco al poeta Jorge Lobillo, hombre de inteligencia sensible y creativa,  quien nos facilitó este texto, con la conciencia de que lo expresado por Gilberto Gil, ministro de cultura con el presidente de Brasil Lula da Silva, pudiera ser motivo de reflexión para los responsables de la cultura en Veracruz en la nueva administración estatal y, además, para los responsables de la cultura en el país.)

EL DIOS-MERCADO NO PUEDE CON LA CULTURA

Gilberto Gil

(Icono de la música de Brasil, Gilberto Gil fue ministro de Cultura de su país. Ni el paso del tiempo ni los altibajos del gobierno de Lula han quitado vigencia al discurso que “el niño prodigio del tropicalismo” pronunciara al asumir su cargo).

La elección de Luis Ignacio Lula da Silva fue la manifestación más elocuente de la nación brasileña de la necesidad y urgencia de un cambio. No por un cambio superficial o meramente táctico en el ajedrez de nuestras posibilidades nacionales. Sino por un cambio estratégico y esencial que se sumerja profundamente en el cuerpo y espíritu del país. El ministro de Cultura entiende así el mensaje enviado por los brasileños, a través de la consagración popular del nombre de un trabajador, del nombre de un brasileño profundo, sencillo y directo, de un brasileño identificado por cada uno de nosotros como un igual, como un compañero.
            Y también en ese horizonte entiendo el deseo del presidente Lula de que yo asuma el Ministerio de Cultura. Una elección práctica, pero también simbólica, de un hombre del pueblo como él. De un hombre que se enganchó en un sueño generacional de transformación del país, de un negro-mestizo comprometido con las acciones de su gente, de un artista que nació en los suelos más generosos de nuestra cultura popular y que, como su pueblo, siempre enfrentó la aventura, la fascinación y el desafío de lo nuevo. Y es por eso mismo que asumo, como una de mis tareas centrales, acabar con la distancia que separa hoy al Ministerio de Cultura de la vida cotidiana de los brasileños.
                        Quiero que el Ministerio esté presente en todas las esquinas y escondrijos de nuestro país. Quiero que esta sea la casa de todos los que piensan y hacen el Brasil. Que sea realmente la casa de la cultura brasileña.
            Y lo que entiendo por cultura va mucho más allá del ámbito restringido o restrictivo de las concepciones académicas, o de los ritos y de la liturgia de una supuesta “clase artística e intelectual”. Cultura, como alguien ya dijo, no es apenas “una especie de ignorancia que distingue a los estudiosos”. Ni solamente lo que se produce en el ámbito de las formas canonizadas por los códigos occidentales, con sus supuestas jerarquías. Del mismo modo, nadie aquí me va a oír pronunciar la palabra “folklore”. Los vínculos entre el concepto erudito de “folklore” y la discriminación cultural no son sólo estrechos, son íntimos. “Folklore” es todo aquello que al no encuadrar, por su antigüedad, en el panorama de la cultura de masas, es producido por gente inculta, por “primitivos contemporáneos”, como una especie de enclave simbólico, históricamente atrasado, en el mundo actual. Las enseñanzas de Lina Bo Bardi me previnieron definitivamente contra esa trampa. No existe “folklore”, lo que existe es cultura.
            Cultura como todo aquello que, en el uso de cualquiera cosa, se manifiesta más allá de su mero valor de uso. Cultura como aquello que, en cada objeto que producimos, trasciende lo meramente técnico. Cultura como fábrica de símbolos de un pueblo. Cultura como conjunto de signos de cada comunidad y de toda la nación. Cultura como el sentido de nuestros actos, la suma de nuestros gestos, el sentido de nuestras costumbres.
            Desde esta perspectiva, las acciones del Ministerio de Cultura deben ser entendidas como ejercicios de antropología aplicada. El Ministerio debe ser como una luz que revela, en el pasado y en el presente, las cosas y los signos que hicieron y hacen, de Brasil, Brasil. Así el sello de la cultura, el foco de la cultura, será colocado en todos los aspectos que la revelen y la expresen, para que podamos tejer el hilo que los une.
            No le toca al Estado hacer cultura, mas sí crear las condiciones de acceso universal a los bienes simbólicos. No le toca al Estado hacer cultura, mas, sí, proporcionar las condiciones necesarias para la creación y la producción de los bienes culturales, sean estos artefactos o mentefactos. No le toca al Estado hacer cultura, mas, sí, promover el desarrollo cultural de la sociedad. Porque el acceso a la cultura es un derecho básico de la ciudadanía, así como el derecho a la educación, la salud, la vida en un medio ambiente saludable. Porque, al dar las condiciones de creación y producción estaremos tomando una iniciativa de consecuencias imprevisibles, incluso brillantes y profundas, ya que la creatividad popular brasileña, desde los primeros tiempos coloniales hasta hoy, fue siempre mucho más allá de lo que permitían las condiciones educativas, sociales y económicas de nuestra existencia. En verdad, el Estado nunca ha estado a la altura del hacer de nuestro pueblo en las más variadas ramas del gran árbol de la creación simbólica brasileña.
            Por lo tanto, es preciso ser humildes. Pero, al mismo tiempo, el Estado no debe dejar de actuar. No debe de optar por la omisión. No debe de quietar de sus hombros la responsabilidad de la formulación y la ejecución de políticas públicas, apostando todas sus fichas en mecanismos fiscales y así entregar la política cultural a los vientos, al carácter, a los caprichos del Dios-mercado. Es claro que las leyes y los mecanismos de incentivos fiscales son muy importantes. Pero el mercado no es todo. No lo será nunca. Sabemos muy bien que en materia de cultura, así como en salud y educación, es necesario examinar y corregir las distorsiones inherentes a la lógica del mercado que siempre es regida, como bien se sabe, por la ley del más fuerte. Sabemos que en muchos casos es preciso ir más allá del inmediatismo, de una visión de corto alcance, estrecha, insuficiente, así como de la ignorancia de los agentes mercadotécnicos. Sabemos que es necesario suplir nuestras grandes carencias fundamentales.
            El Ministerio no puede, por lo tanto, ser solamente un arca de riquezas para una clientela preferencial. Tengo, entonces, que hacer una excepción: no le toca al Estado hacer cultura, a no ser en un sentido muy específico e inevitable. En el sentido de que formular políticas públicas para la cultura es, también, producir cultura. En el sentido de que toda política cultural no puede dejar nunca de expresar aspectos esenciales de la cultura de ese mismo pueblo. Y también, en el sentido de que es preciso intervenir. Sin seguir el viejo modelo estatizante, sino para aclarar caminos, abrir claros, estimular, proteger. Para hacer una especie de “do-in” antropológico, masajeando puntos vitales, que han permanecido despreciados o adormecidos del cuerpo cultural del país. En fin, para avivar lo viejo y atizar lo nuevo. Porque la cultura brasileña no puede ser pensada fuera de ese juego, de esa dialéctica permanente entre la tradición y la invención, en una encrucijada de matrices milenarias e informaciones y tecnologías de punta.
            Por tanto, no se trata solamente de expresar, reflejar, mirarse en el espejo. Las políticas públicas para la cultura deben ser encaradas, también, como intervenciones, como avenidas reales o vecinales, como caminos necesarios, como atajos urgentes. En conclusión, como intervenciones creativas en el campo de lo real, histórico y social. De ahí que la política cultural de este Ministerio, la política cultural del gobierno de Lula, a partir de este momento, de este instante, pasa a ser vista como parte del proyecto general de construcción de una nueva hegemonía en nuestro país. Como parte de un proyecto general de construcción de una nación realmente democrática, plural y tolerante. Como parte y esencia de un proyecto consistente y creativo de radicalidad social. Como parte y esencia de la construcción de un Brasil de todos.
            Pienso, además que el presidente Lula está en lo correcto cuando dice que la ola actual de violencia, que amenaza con destruir valores esenciales de la formación de nuestro pueblo, no debe ser abonada automáticamente a la cuenta de la pobreza. Siempre tuvimos pobreza en Brasil, pero nunca la violencia ha sido tanta como hoy. Y esta violencia viene de las desigualdades sociales, porque también sabemos que lo que aumentó en Brasil, en estas últimas décadas, no fue exactamente la pobreza o la miseria. La pobreza hasta disminuyó un poco, como lo muestran las estadísticas. Pero al mismo tiempo, Brasil se convirtió en uno de los países más desiguales del mundo. Un país que posee, tal vez, la peor distribución de riqueza de todo el planeta. Y es ese escándalo social el que explica, básicamente, el carácter que la violencia urbana ha asumido recientemente entre nosotros, subvirtiendo, inclusive, los antiguos valores del bandidaje brasileño.
            O Brasil acaba con la violencia, o la violencia acaba con Brasil. Brasil no puede continuar siendo sinónimo de una aventura generosa, pero siempre interrumpida. O de una aventura sólo nominalmente solidaria. No puede continuar siendo, como decía Oswald de Andrade, un país de esclavos que insisten en ser hombres libres. Tenemos que completar la, construcción de la nación. De incorporar a los segmentos excluidos. De reducir las desigualdades que nos atormentan. O no tendremos cómo recuperar nuestra dignidad interna, ni cómo afirmarnos plenamente en el mundo. Cómo sustentar el mensaje que tenemos que dar al planeta, como nación que se prometió el ideal más alto que una colectividad puede proponerse a sí misma: el ideal de la convivencia y de la tolerancia, de la coexistencia de seres y lenguas múltiples y diversos, de la convivencia con la diferencia e incluso con lo opuesto. Y el papel de la cultura, en ese proceso, no es sólo táctico o estratégico, es central: el papel de contribuir obviamente a la superación de desniveles sociales, pero apostando siempre a la realización plena de lo humano.
            La diversidad cultural brasileña es un hecho. Paradójicamente, es nuestra unidad de cultura, unidad básica, incluyente y profunda. En verdad, podemos decir que la diversidad interna es, hoy, uno de nuestros trazos identitarios más nítidos. Es lo que  hace que un habitante de la favela, ligado a la samba y a la macumba, y un caboclo (mestizo –indio-blanco) amazónico, que cultiva carimbós y encantados, se sientan y, de hecho, sean, igualmente brasileños. Como bien dice Agostinho da Silva, Brasil no es el país de esto o aquello, sino el país de esto y aquello. Somos un pueblo mestizo, que ha venido creando, a lo largo de los siglos, una cultura esencialmente sincrética. Una cultura diversificada, plural, como un verbo conjugado por diferentes personas, en tiempos y modos distintos. Porque, al mismo tiempo, esa cultura es una: cultura tropical sincrética tejida al abrigo de la luz de la lengua portuguesa.
            Y no por casualidad me referí, antes, al plano internacional. Pienso que la política cultural debe permear todo el gobierno, como una especie de argamasa de nuestro nuevo proyecto nacional. De este modo, tendremos que actuar transversalmente, en sintonía con los demás ministerios. Algunos de estos vínculos se diseñan de forma casi automática, inmediata, como en los casos de los ministerios de Educación, de Turismo, del Medio Ambiente, del Trabajo, de los Deportes, de la Integración Nacional. Pero no todos se acuerdan inmediatamente de un vínculo lógico y natural, en el contexto que estamos viviendo y en función del proyecto que tenemos entre manos: el vínculo con el Ministerio de Relaciones Exteriores. Si hay dos cosas que hoy atraen irresistiblemente la atención, la inteligencia y la sensibilidad internacional hacia Brasil, una es la Amazonia, con su diversidad, y la otra es la cultura brasileña, con su semiodiversidad. Brasil aparece, con sus diásporas y sus mezclas, como un emisor de mensajes nuevos, en el contexto de la globalización.
            Conjuntamente con el Ministerio de Relaciones Exteriores, tenemos que pensar, modelar e insertar la imagen de Brasil en el mundo. Tenemos que posicionarnos estratégicamente en el campo magnético del gobierno de Lula, con su énfasis en la afirmación soberana de Brasil en el escenario internacional. Y sobre todo debemos saber que el mensaje que Brasil debe dar al mundo es un ejemplo de convivencia de opuestos y de paciencia con lo diferente, en un momento en que discursos feroces y estandartes bélicos se levantan planetariamente. Sabemos que las guerras son manejadas, casi siempre, por intereses económicos. Pero no sólo. Se diseñan, también, en las esferas de la intolerancia y del fanatismo. Y, aquí, Brasil tiene lecciones que dar a pesar de lo que digan ciertos representantes de instituciones internacionales y sus portavoces internos que, a fin de intentar expiar sus culpas raciales, se esfuerzan en encuadrarnos en un molde de hipocresía y discordia, componiendo un retrato interesado a nuestra gente, capaz de convencerlos apenas a ellos mismos. Sí: Brasil tiene lecciones que dar, en el campo de la paz y en otros, con sus tendencias permanentemente sincréticas y transculturales. No vamos a bajarnos de eso.
            En resumen, es con esta comprensión de nuestras necesidades internas y de la búsqueda de una inserción de Brasil en el mundo que el Ministerio de Cultura va a actuar, dentro de los principios, derroteros y boyas del proyecto de cambio del que el presidente Lula es, hoy, la encarnación más verdadera y más profunda. Este será el espacio de la experimentación de nuevos rumbos. El espacio de apertura para la creatividad popular y para los nuevos lenguajes. El espacio de la disponibilidad para la aventura y la osadía. El espacio de la memoria y la invención.
           
           
(Jorge Lobillo nació en Xalapa hace algunos ayeres. Es un poeta de exquisita sensibilidad que ha sido traducido a varios idiomas. Su quehacer poético ha fructificado en varios libros que son un regalo para la literatura y para los buenos lectores.)

sábado, 27 de noviembre de 2010

Miradas a lo cultural

Humberto Aguirre Tinoco, guardián del patrimonio cultural

Con las recientes inundaciones en la ciudad de Tlacotalpan, Patrimonio Cultural de la humanidad, se dio a conocer que el museo Salvador Ferrando de esta ciudad ha sufrido daños en su acervo, constituido por muebles antiguos, algunas figuras y utensilios prehispánicos, así como  obra pictórica del propio Ferrando y del pintor Alberto Fuster; de igual manera, la Casa de la Cultura de esta ciudad tuvo afectaciones patrimoniales: tres pianos y varias jaranas quedaron inservibles. Mientras tanto, existe un vacío legal en torno al patrimonio, debido a la falta de actualización de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos que data del año de 1972 y cuya más reciente reforma se dio en el 1986; así como de una Ley de Patrimonio Cultural del Estado de Veracruz de Ignacio de la Llave expedida en el año 2004, inoperante en la entidad, factores que han impedido que se atienda con prontitud el rescate y restauración de dicho patrimonio.

Es importante recordar que el museo Salvador Ferrando fue fundado por el arquitecto Humberto Aguirre Tinoco, en 1965, al celebrarse el primer centenario de Tlacotalpan como ciudad, y fue modelo para la creación de museos similares en diversas ciudades de la entidad. Cuando el doctor Gonzalo Aguirre Beltrán, también tlacotalpeño, es nombrado director de Culturas Populares de la Secretaría de Educación Pública, Aguirre Tinoco es invitado a colaborar con él en la Ciudad de México. Don Humberto aprovecha también la oportunidad  para continuar con sus investigaciones y el rescate de las obras de Fuster, como Ferrando un importante pintor tlacotalpeño de finales del siglo XIX, trabajo que alcanza su culminación cuando logra que algunos cuadros de este artista que se encontraban en las bodegas del Instituto Nacional de Bellas Artes sean restaurados y se muestren al público en diversos recintos de Tlacotalpan. Tal es el caso de Mi abuela jarocha en traje de novia, el cual queda bajo el resguardo del museo Salvador Ferrando.

La labor cultural desarrollada por Humberto Aguirre Tinoco durante más de cincuenta años, fue determinante para que la Unesco declarara a Tlacotalpan Patrimonio Cultural de la Humanidad; asimismo Aguirre Tinoco rescató algunas obras de pintores orizabeños que hoy forman parte del acervo del Museo de Arte del Estado de Veracruz. Además, fue impulsor del Encuentro de Jaraneros, que continúa celebrándose hasta la fecha, con lo que propició el inicio de un movimiento jaranero que afortunadamente se fortalece cada vez más con la participación de jóvenes continuadores de la tradición.

El arquitecto Aguirre Tinoco ha sido un luchador cultural con cualidades únicas y muy especiales, pues en su trabajo ha sabido conjugar inteligencia, conocimiento y sensibilidad a la par de un amor profundo por lo propio. Como un homenaje a este tlacotalpeño las nuevas autoridades de los tres niveles de gobierno deberían pronunciarse por la preservación y restauración del patrimonio legado por Aguirre Tinoco al pueblo veracruzano y actuar en consecuencia, lo cual sería un acto de reconocimiento a este incansable promotor cultural quien, por cuestiones muy delicadas de salud, se ha visto obligado a interrumpir su valiosa labor.

Además, urge la revisión de la Ley 859 del Patrimonio Cultural de Veracruz de Ignacio de la Llave, ya que ésta todavía habla  de la Secretaría de Educación y Cultura (ahora Secretaría de Educación de Veracruz) como la responsable del cuidado del patrimonio tangible e intangible de Veracruz. Así, se requiere su actualización y reformulación, con las reformas correspondientes, para que  la actuación del Instituto Veracruzano de Cultura vaya a la par de la del Instituto Nacional de Antropología e Historia y el Instituto Nacional de Bellas Artes sin invadir competencias y atribuciones, pero sí trabajando por un propósito común, el cuidado del patrimonio cultural y artístico. Solicitamos respetuosamente a las autoridades del Instituto Veracruzano de la Cultura informen sobre las afectaciones que sufrieron diversos bienes del  patrimonio cultural en Tlacotalpan, así como de las acciones que a través de las instancias responsables se llevarán a cabo para su rescate, restauración y preservación.

Humberto Aguirre Tinoco y sus familiares, así como los habitantes de Tlacotalpan, merecen que se haga justicia a esta ciudad, orgullo de los veracruzanos. Desde este espacio hacemos un llamado a las nuevas autoridades estatales y municipales para que, honrando a este hombre que supo ser profeta en su tierra, honremos igualmente a Veracruz.


A T E N T A M E N T E



Raquel Torres. Antropóloga
Horacio Tenorio Medina. Promotor Cultural
Ishtar Cardona. Socióloga
Lorena Acosta Vázquez. Promotora Cultural
Virginia del C. Muñoz Segovia. Doctora en Pedagogía
Guillermo Manzano. Maestro y comunicador
Andrés Barahona Londoño. Gestor cultural y etnomusicólogo
Honorio Robledo. Escritor y promotor cutural
Octavio A. Ochoa Contreras. Investigador de la Universidad Veracruzana
Lourdes Hernández Quiñones. Periodista y promotora cultural
Melchor Peredo. Pintor muralista
Segio Hernández. Antropólogo
Francisco Alfonso Avilés. Maestro e Investigador de la Universidad Veracruzana
Jorge Brash. Escritor


jueves, 25 de noviembre de 2010

Miradas a lo cultural

El promotor cultural ante el nuevo escenario de la gestión artística
Lourdes Hernández Quiñones

Son las universidades, generadoras del conocimiento e instancias para su distribución social, las que pueden definir con mayor precisión los rumbos por los que la cultura deberá transitar en los próximos años para brindar a hombres y mujeres posibilidades de desarrollo social con criterios de equidad y calidad; más oportunidades para su disfrute y creación, y un panorama de mayor amplitud para la construcción simbólica de lo cotidiano..
Son diversos y múltiples los caminos que deberá plantearse la gestión cultural de cara a una realidad global que nos envuelve de distintas maneras y que nos lleva a vivir en un aparente caos. Los conceptos de temporalidad y de espacio han sufrido una transformación radical, como resultado de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, sin embargo, todavía existe un amplio sector de la población que no tiene acceso a ellas y vive una nueva forma de analfabetismo y de exclusión. Como lo señala la doctora Lucina Jiménez en su libro Políticas culturales en transición. Retos y escenarios de la gestión cultural en México (2006), esa transformación del sentido de la percepción del tiempo y la distancia promovida por la velocidad en la transmisión de imágenes a través de la internet, así como por la invasión de los medios masivos de comunicación en la vida cotidiana, han modificado las formas de relación de los públicos con las diversas manifestaciones culturales y, en particular, con las artes escénicas. Esta problemática la vivimos en Xalapa y en otras ciudades del estado, en donde los foros ven disminuir su público de manera alarmante. Por lo general, tal problemática se atribuye a tres factores: el exceso de actividades, la falta de coordinación entre los diversos agentes culturales que los lleva a programar actividades el mismo día a la misma hora, y una mala difusión. Lo cierto es que vivimos una época de transformación acelerada de los gustos, de los hábitos de consumo de la población y de las formas usuales de acceso y apropiación de la cultura. Por ello-dice Lucina Jiménez-cada vez es más necesario entrelazar el diseño de políticas culturales con el estudio sistemático de los hábitos de consumo cultural y las formas de percepción de los públicos. Ante la falta de educación de lo sensible el mercado lo que ha hecho es debilitar el uso del espacio público, fragmentar los públicos, imponer estéticas mediáticas y establecer estilos pasajeros. Habrá que agregar también el espectáculo que han hecho los medios masivos de la vida cotidiana.
En esta, la llamada ciudad de las flores o la Atenas veracruzana (aunque dudo de que alguno de los nombres se conserve todavía en el imaginario colectivo como elementos descriptivos de Xalapa), ha existido a lo largo de los años y en lo particular, durante la segunda mitad del siglo XX, una actividad cultural intensa, impulsada de manera especial por la Universidad Veracruzana y por las instituciones de gobierno, entre las que se encuentran el Instituto Veracruzano de la Cultura y la ahora Secretaría de Educación de Veracruz que en sus inicios se llamaría Secretaría de Educación y Cultura y tendría entre sus atribuciones el desarrollo y promoción de actividades artísticas y culturales hasta que en el año 2006 la reingeniería de gobierno planteada por Fidel Herrera Beltrán transfirió el IVEC a la supuesta Secretaría de Turismo y Cultura, ubicando a la cultura en esta última dependencia por lo que la Secretaría de Educación dejó de ocuparse de la misma y  se olvidó de la educación artística.
Así,  hasta iniciar el nuevo milenio, tanto en nuestro país como en Veracruz, había existido casi exclusivamente un movimiento cultural “institucionalizado”, pues partiría, con algunas excepciones, de las dependencias de gobierno como las antes mencionadas. Lo anterior permitió formar un público importante en Xalapa para las artes escénicas, en particular, para la música.
Dicho proceso, desde las instituciones, estuvo cimentado en el trabajo de promotores que han cumplido fundamentalmente una función de programadores y de acompañamiento de los grupos. Faltó entonces, y sigue faltando en la mayoría de los casos, que dichos promotores ampliaran sus acciones y actualizaran su quehacer a los nuevos tiempos. Lamentablemente las instituciones promotoras de la cultura en nuestra entidad se han convertido en botines políticos, en donde lo que menos importa es la cultura, por lo que los gestores que allí laboran han caído en un desánimo total y su perspectiva consiste en esperar al cambio de gobierno.
En el nuevo milenio el rostro cultural de Xalapa se ha transformado con particularidades que no son comunes en otras latitudes. De manera paralela al crecimiento anárquico de la ciudad, se ha generado un movimiento cultural independiente que surge de los propios creadores, quienes apoyados por el trabajo de algunos gestores culturales, también independientes, se han dado a la tarea de abrir nuevos espacios ante la necesidad de foros, galerías y centros culturales que las instituciones de gobierno y las universitarias manejan y que resultan insuficientes para la oferta cultural y para la demanda de la comunidad intelectual y artística. Los gestores culturales independientes han hecho esfuerzos para dar continuidad a esta actividad. Algunos lo han logrado, otros no; y han diversificado la oferta en sus espacios convirtiéndolos en cultubares, culturantros, cafés, y un largo etcétera.
Hoy en día se requiere gestionar la cultura con creatividad para enfrentar los retos, incorporando a  la investigación en torno a lo cultural como una herramienta fundamental para tener elementos que nos brinden una mejor perspectiva de los escenarios donde nos movemos y de sus actores. Lo anterior, a partir de la consideración de que la creatividad es la capacidad para pensar, producir y actuar en forma innovadora o novedosa en los diversos campos del quehacer humano.
Recordemos que la denominación de gestor cultural adoptada en nuestro país al iniciar los años noventa, había sido antecedida por la de animador y promotor cultural; y se ha hablado también de mediador cultural, o de gerentes y administradores culturales. Las distintas expresiones han respondido a un contexto histórico y a la manera de concebir esta profesión. La de animador cultural respondía a la necesidad que existía en los años setenta de animar la cultura y fomentar la creatividad cultural; años más tarde, la de mediador partiría de la idea de que es necesario fomentar la intermediación entre los agentes culturales: productores y receptores de cultura; la de gerentes y administradores hace hincapié en la necesidad de organizar la actividad cultural con principios y criterios empresariales, ya que se considera que la cultura se ha convertido en un poder público y en un importante sector económico. Esta última denominación tiene grandes carencias como es  que deja de lado las connotaciones de creatividad y los enfoques relacionados con la educación y la ciudadanía, para incidir más en los aspectos que tienen que ver con lo puramente empresarial.
En este siglo veintiuno la denominación de gestor cultural es la que sigue empleándose, pues se considera que incluye tanto lo referente a las funciones del animador y el promotor cultural, quienes daban prioridad a la educación artística, al enriquecimiento de la creatividad de las comunidades y al fortalecimiento de la mediación entre productores y receptores de cultura; y la de administrador y gerente cultural, que pone el acento en la posibilidad de organizar la actividad cultural con principios y criterios empresariales. Este es el reto que se presenta hoy en día, seguir privilegiar el aspecto simbólico de la cultura, añadiendo elementos que puedan hacer más profesional nuestro trabajo sumando  mayor dedicación a la producción, distribución y difusión de las actividades y eventos.
La gestión cultural como campo profesional requiere  de personas cada vez mejor capacitadas para poder enfrentar las oportunidades, los retos y los desafíos del desarrollo cultural y la formulación, implementación y evaluación de políticas culturales; entendiendo a la gestión cultural como un proceso permanente de reflexión-acción colectiva para el cambio social.
Ante el debilitamiento del concepto de Estado Nación y una tendencia a la reducción de presupuestos para el sector cultural, en nuestro país se han ampliado los escenarios para la gestión cultural. De esta manera, además de las instituciones públicas y universitarias, se han fortalecido dos sectores más; la iniciativa privada y la industria, por un lado; por el otro, la sociedad civil. En cada uno de estos escenarios lo cultural se concibe de distintas maneras. Tal perspectiva plantea la necesidad de fomentar y fortalecer el diálogo entre los tres sectores no sólo para la promoción y desarrollo de lo cultural, sino también para la formulación amplia y diversa de políticas culturales integrales.
Resulta fundamental ante esta perspectiva que el gestor reflexione sobre las necesidades de los diversos grupos sociales con los que deberá interactuar y considerar, como dice Jesús Martín Barbero, que la validez social y el sentido cultural de los bienes y servicios no está en ellos mismos, sino en sus modos de inserción en la cotidianidad de la gente, que es donde demuestran su capacidad de alentar y transformar la vida.
Así, al iniciar la segunda década del siglo XXI, el gestor cultural debe ser un profesionista que conozca y analice el sector cultural para problematizar sus mecanismos de gestión/vinculación con la sociedad, para modificarlo y ampliarlo desde una perspectiva de desarrollo cultural; con la capacidad de planear, diseñar, implementar y evaluar políticas, planes, programas y proyectos culturales, con base en el análisis de los contextos sociales, ya sea desde las instituciones, las empresas o los organismos culturales; debe conocer una amplia gama de manifestaciones patrimoniales y expresiones artísticas desde la perspectiva de la creación y el consumo y generar las condiciones propicias para su producción, actualización, en relación con su entorno social.
Ante la nueva realidad mundial, el gestor cultural debe ser capaz de incidir en las políticas culturales, reconociendo su carácter de mediador que le permite conocer tanto a los creadores, como los bienes y servicios, y sus diversos públicos. El gestor cultural debe ser capaz de ejercer una función prospectiva, al descubrir y evidenciar nuevas necesidades o problemáticas de la sociedad y despertar una preocupación en las instituciones por esos temas.
Este profesionista debe procurar estar al tanto de nuevas sensibilidades y desarrollos conceptuales, así como discusiones recientes y posiciones críticas que le permiten visualizar maneras alternativas de concebir lo cultural; debe ser capaz de gestionar proyectos, recursos públicos, espacios de circulación y distribución, intercambios y apoyos con perspectivas de mediano y largo plazos
El gestor cultural debe asumirse como un agente de cambio que tiene la capacidad de favorecer las condiciones propicias para la producción, la reproducción, la circulación y el consumo de las formas simbólicas y facilitar el diálogo cultural entre diversos grupos de la sociedad.
Cuando se habla, entonces,  de la profesionalización del gestor cultural, se hace referencia tanto a la formación escolarizada ya sea en los niveles de licenciatura, maestría o doctorado,  como a la formación informal que deberá seguir teniendo a lo largo de su vida, con lecturas, experiencias y relación directa con las expresiones culturales y con la sociedad y el contexto en que éstas surgen. Un gestor cultural está siempre en formación y su actuar deberá tener incidencia en decisiones de alto nivel.
Quien se dedica a la gestión cultural lo hace por vocación. Una vocación que de alguna manera tiene algo de activismo social. El gestor es un rebelde por naturaleza, pues está consciente de la trascendencia de las construcciones simbólicas para la definición de los rostros de las sociedades. Por ello, es también un agitador social que mueve conciencias y que trabajar a pesar del burocratismo y las indolencias de las instituciones responsables. Y aunque encuentre obstáculos y muros que buscan detener su trabajo, siempre logra caminar, pues ser gestor cultural es un compromiso de vida y de por vida.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Voz Invitada

(Agradecemos a Álvaro Belín su autorización para reproducir su columna publicada el pasado lunes 15 de noviembre en el blog http://horalibreconcriterio.blogspot.com)

Hora Libre

Álvaro Belin Andrade

Las lecciones que nos deja Jazzuv

Ha concluido, muy a pesar de quienes pudimos disfrutarlo, el tercer festival internacional Jazzuv en Xalapa.
            Con el grito de guerra de convertir a la ciudad en la Meca del jazz en México, hecho por Francisco Mela, director artístico del festival, la celebración de este encuentro que tuvo un alto contenido educativo ha puesto de relieve la gran vocación cultural de la capital veracruzana.
            Por ello, el festival ideado y promovido por Edgar Dorantes, con el apoyo de cientos de jóvenes y amantes del jazz, ha satisfecho -y superado- todas las expectativas que se tenían de él, no sólo en la percepción de sus organizadores, sino también del público local y nacional, de expertos nacionales e internacionales, músicos participantes y estudiantes que buscan convertirse en promotores y ejecutantes de este género nacido en los Estados Unidos pero que ha sido adoptado, con sus necesarias variantes, en todo el mundo.
            La pasada ha sido una semana para consagrar una iniciativa multifacética y ambiciosa en un verdadero fenómeno cultural. Y no sólo ha dejado un buen sabor de boca en quienes disfrutamos este género musical, sino también ha legado muchas lecciones y pistas sobre cómo debe proyectarse a la ciudad como un centro de atracción turística a partir de las manifestaciones culturales.
            Ha hecho destacar a la Universidad Veracruzana, en cuyo seno ha cobrado vida un proyecto educativo como el que da nombre al festival y que busca formar a intérpretes del jazz, pero, sobre todo, ha permitido resaltar la gran capacidad de su director y entusiasta impulsor, Edgar Dorantes, quien se multiplicó en audaces gestiones que permitieron traer a grandes figuras del jazz internacional, gracias a apoyos obtenidos del gobierno federal, a través del Conaculta y el Fonca, además de algunos patrocinadores privados, sin los cuales no se hubiera podido armar este singular festín musical.
            También ha puesto en deuda a la propia institución anfitriona, que no dio tanto recurso económico como el que ha dispuesto para otras actividades de menor catadura, y ha evidenciado la infausta visión de las autoridades municipales para quienes esta oportunidad de colocar a la ciudad que mal administran en el mapa de los centros culturales más importantes del país ni les pasó por la cabeza.
            Incluso, ha colocado en situación de extrañamiento al desorientado (y prácticamente desconocido) secretario de Turismo y Cultura del gobierno estatal, Ángel Álvaro Peña, quien en los últimos días ha parecido chivo en cristalería con sus penosas declaraciones a la prensa, con aquello de que su mermada autoridad es más cuestionada aún por el vendedor de Veracruz como set cinematográfico, Próspero Rebolledo, porque ni cuentas le rinde. Y qué podemos decir del exangüe director del Instituto Veracruzano de Cultura, Sergio Villasana, a quien lo que menos le ha interesado ha sido, justamente, la cultura.
            Y sí, al acto inaugural acudieron representantes del IVEC y de la Secretaría de Educación, pero ni un despistado empleado de la secretaría de Turismo y Cultura, al menos para la foto.
Un acto, por cierto, en que sí estuvo el rector Raúl Arias Lovillo, quien habló de logros culturales históricos de la casa de estudios en un discurso atropellado que le hizo afirmar que Gabriel García Márquez había escrito su primera novela en la UV, cuando acá en realidad sólo le fue publicada.
Y fue acompañado de su incompetente director de Difusión Cultural, Manuel Zepeda Ramos, cuya máxima hazaña ha sido empequeñecer todos los festivales que pasan por sus manos, como el decadente y moribundo Junio Musical, al que todavía le mantienen el mote de internacional cuando sólo incluye a la parte local. Pero ya hablaremos más en este mismo espacio de ese engendro (me refiero a Junio Musical).

Público, ese reticente participante

Si debe hablarse de una de las máximas joyas del festival Jazzuv, ese fue el público.
Entusiasmado y entusiasta, emocionado, ruidoso, masivo… así llenó el público xalapeño prácticamente todos aquellos espacios en que se ofrecieron espectáculos ideados para doctos y legos, pero incluso las clases magistrales que ofrecieron músicos de la talla de Jack DeJonhette, Ray Drummond, John Ramsay, Jason Palmer, Nir Felder, Grace Kelly, Jane Bunnett y Mauricio Herrera, que fueron observadas por periodistas, estudiantes, músicos… y por adoradores del jazz que acaso chiflan alguna melodía cuando se duchan o andan por la calle.
            No hubo indiferencia ni hartazgo. Todas las actividades tenían tal halo de convivencia y entusiasmo por compartir, que mostraban maestros y estudiantes de jazz, que muchos quisieron ser testigos del fenómeno.
Tanto los conciertos estelares en el teatro, como los ofrecidos en espacios abiertos y en bares y cafés, estuvieron prácticamente a reventar. De ello se sorprendían los propios músicos norteamericanos, los periodistas especializados en el género que acudieron desde otros estados del país y de lugares distantes como Chile, los organizadores, quienes llenamos las salas...
En este sentido fue la antítesis del festival Junio Musical, tan moribundo y patético en los últimos años, y que por cuyas múltiples ofertas apenas deambulan sonidistas y técnicos, familiares de los intérpretes, presentadores y maestros de ceremonia y, a veces, menos que eso.
¿Cuál es el secreto de esta entrega? ¿Qué elementos, además de la afición por el jazz, hizo el milagro de tanta participación? Habrá que averiguarlo lo más pronto posible, porque si se descubre la fórmula del éxito, podrá aplicarse a otras propuestas artísticas y culturales como el teatro, la danza, los libros y otros géneros musicales.
Adelanto algunos elementos, sin profundizar en ellos:
El primero que salta a la vista ha sido la enorme calidad de los participantes. El concierto de McCoy Tyner y su trío, incluido Francisco Mela en las percusiones, fue apenas la cereza en el pastel de grandes intérpretes que ofrecieron su genialidad en la ciudad.
Pero ese último concierto programado en el Teatro del Estado, cuya sala grande fue insuficiente para albergar a todos los que deseaban conocer a esa leyenda del jazz que tocó al lado de otro grande como John Coltrane, fue el único que se desarrolló en el formato tradicional de los demás festivales del jazz en el país y, podría decirse, en el mundo: las estrellas llegan, tocan y se van.
Los demás grandes que vinieron no sólo dieron sus conciertos sino que también ofrecieron sus conocimientos en clases magistrales, participaron en audiciones con jóvenes promesas y jazzistas locales de mucho tiempo; acudieron a jam sessions, convivieron de tú a tú, sin ningún remilgo. Y todo ello ha dejado un gran capital de conocimiento cuyos frutos iremos degustando en los años por venir.
El otro gran elemento que quiero destacar es el de la gran participación de estudiantes de música y melómanos de todas las edades como espectadores y, lo más importante, como miembros de un enorme ejército de voluntarios que lo mismo vendían camisetas que transportaban a los músicos, atendían aspectos técnicos, servían de traductores, orientaban a periodistas, pegaban carteles promocionales, difundían en sus blogs y en sus perfiles en las redes sociales lo que estaba sucediendo, impregnaban de júbilo aún a los reticentes y a quienes poco sabemos de jazz.
En la era del internet 2, las redes sociales y la comunicación horizontal y participativa, los organizadores de Jazzuv supieron ponerse a la altura y lograron concitar un gran movimiento que se apropió del festival, lo que hizo languidecer las grandes penurias económicas de este extraordinario esfuerzo cultural. Fueron los de a pie, los ciudadanos, sobre todo los jóvenes, quienes permitieron que se convirtiera en un gran festival, en una gran vivencia y convivencia colectiva, como en ninguna parte del país ha sucedido.
Y, sí, como dijo Francisco Mela, el extraordinario percusionista cubano que triunfa en las grandes ligas del jazz en los Estados Unidos y que es el director artístico del festival: Xalapa puede convertirse en la Meca del jazz en México. De entrada, cuenta con una dilatada tradición, que se remonta a los años sesenta y setenta bajo el influjo de gente como Guillermo Cuevas, pese a lo que digan diletantes como Alain Derbez que sin ningún rubor afirma que el jazz llegó a Xalapa en su desvencijada maleta.
Esta ciudad ha sido Meca del teatro universitario, fue la primera cuya universidad abrió programas de licenciatura en artes aunque requiera ahora elevar su calidad y abandonar un cierto dejo de modorra y enorme endogamia; la psicología brilló con luz única en los sesenta, por sobre la UNAM, que debió llevarse buena parte de la planta docente de la UV para mejorar un programa que no contemplaba los aspectos clínicos; la música de concierto ha tenido permanencia hace más de 75 años. ¡Claro que puede ser el centro neurálgico de la mejor producción jazzística de México, y si se atreve a más, de América Latina!
Xalapa debe justificar esa denominación de Atenas veracruzana que, ahora, todo mundo lo ha trastocado por el de apenas veracruzana. Para ello, es menester la participación de todos los órdenes de gobierno, especialmente el estatal y el municipal, no sólo el ayuntamiento de Xalapa sino también los municipios que le rodean, en particular Coatepec, porque lo que genera la capital impacta económicamente a toda la región.
Hay un elemento que falló. No fue, sin embargo, responsabilidad de los organizadores, cuyo presupuesto les permitió tan poca elasticidad: la ausencia de prensa nacional.
Alguien decía que el Papa podría pronunciar su mejor homilía en la plaza de San Pedro, en Roma, pero que no tendría ninguna trascendencia si entre los feligreses no estaban los periodistas. Esto ha pasado con Jazzuv. Más allá de las reseñas locales, el país no se enteró cómo iba la cosa en Xalapa.
Aquí debió participar el área de comunicación de la UV, pidiendo el apoyo de Comunicación Social del gobierno del estado e, incluso del ayuntamiento, para invitar a los periódicos capitalinos y a las televisoras en general, y las culturales, en particular, para que destacaran enviados en Xalapa durante toda (o parte de) la semana. No fue así.
Lo que sí sucedió fue el apoyo de Radio Televisión de Veracruz (RTV), cuya directora de Radio, Cristina Medina, supo calibrar la importancia del festival e hizo posible que el programa “El jazz bajo la manga”, que conduce Luis Barria, hiciera una marcación diaria de lo que estaba sucediendo. Radio Universidad Veracruzana transmitió en vivo casi todos los eventos del festival.
También la radio nacional e internacional hizo acto de presencia. En Radio UV estableció cabeza de playa el conductor del programa El sexto continente, Óscar Javier Martínez, que se transmite en la ciudad de Oaxaca y que este lunes inició un ciclo de programas dedicados al festival Jazzuv que pueden escucharse por internet. También lo hicieron una radiodifusora de Puebla y otra más de Santiago de Chile. Los medios locales fueron, también, receptivos al festival.
Además, vinieron especialistas de la prensa internacional, enviados de la revista electrónica “All about jazz” (http://www.allaboutjazz.com) y de la Downbeat Magazine (http://www.downbeat.com). Ya veremos sus impresiones.
Lo único que faltó es que este evento de carácter internacional, al menos tuviera resonancia nacional. Ya será para la otra…


Álvaro Belín nace en San Rafael, Veracruz. Es periodista, con licenciatura en Derecho por la Universidad Veracruzana y estudios inconclusos en Sociología por la UNAM.Desde 1979 ha colaborado en medios de comunicación en Xalapa, entre los que se cuentan Radio Universidad, TV Más y diversas publicaciones periódicas.
La Unión de Periodistas Democráticos (UPD) le otorgó en 1988 el Premio Estatal de Periodismo, en el género de Entrevista. Fue jefe de prensa de la Legislatura local; secretario de Información y Propaganda del PRI en el estado de Veracruz; director de Comunicación Social de la UV entre 2002 y 2005, luego de desempeñarse como jefe del Departamento de Prensa desde 1997. A su paso por la UV, creó la revista “Gaceta” y el semanario “Universo. El periódico de los universitarios”, publicaciones que dirigió hasta diciembre de 2005. Fue electo Presidente de la Asociación Nacional de Comunicación y Relaciones Públicas de Instituciones de Educación Superior (ANARPIES), para el periodo 2003-2005.
Fue invitado a participar como ponente en las XV Jornadas Formativas de la Asociación de Gabinetes de Comunicación de las Universidades Españolas y Centros de Investigación, celebradas en la Universidad de Vigo, España, en mayo de 2004.
Organizó el primer Congreso Iberoamericano de Comunicación Universitaria, celebrado en Boca del Río, en septiembre de 2003, y colaboró en la realización del segundo Congreso, celebrado en la Universidad de Granada, en marzo de 2005.
Contribuyó con el capítulo Retos de la comunicación universitaria en México, en el libro “Mass media y Universidad. El reto de la comunicación en las universidades”, aparecido bajo el sello de la Editorial de la Universidad de Granada.


domingo, 21 de noviembre de 2010

Miradas a lo cultural

De los futuros ya cercanos del IVEC
Lourdes Hernández Quiñones
Finaliza el sexenio de Herrera Beltrán. Los recuentos de su gestión se están haciendo y se conocerán conforme transcurran los días.  Lamentablemente, en nuestro país, el ejercicio del poder no acostumbra, todavía, su tránsito en la reflexión y mucho menos a partir de la crítica.
En materia cultural, hay mucho que decir. De inicio, que durante los últimos cuatro años en el IVEC se ejerció el poder con abuso, irresponsabilidad e indolencia. Por fortuna, el Instituto Veracruzano de la Cultura cuenta con un equipo de base que durante años ha desarrollado su trabajo de manera profesional y desde el corazón. Sin embargo, quien quede al frente del IVEC en la próxima administración deberá enfrentar, además de muchos retos, varias tareas adicionales: recuperar la credibilidad, la confianza y el ánimo de los trabajadores de esta dependencia; reposicionar al IVEC como una instancia promotora de cultura de prestigio y calidad en el estado y el país; erigirse como una institución líder en gestión cultural ante la comunidad veracruzana artística e intelectual.
Ya el periodista Álvaro Belín en su artículo Las lecciones que nos deja Jazzuv  (http://horalibreconcriterio.blogspot.com), llama nuestra atención en torno a los logros de esta festival musical coordinado por Edgar Dorantes, y cuestiona, con sobrada razón, a las instancias culturales municipales, estatales y universitarias. ¿Cómo dejar pasar la oportunidad de que este festival cuya calidad es incuestionable, además de que conjuga lo educativo con lo artístico, pudiera ser el faro que devuelva la luz y el brillo cultural a la ciudad de Xalapa? Y me uno a lo expresado por Belín, ¿cómo desaprovechar la oportunidad de posicionar a Xalapa en el país y el mundo, como una ciudad de turismo cultural?
Tales son las perspectivas de lo cultural en Veracruz. Se deberá partir de una nueva manera de concebir este sector y esto sólo será posible con la presencia de alguien que goce de prestigio,  respeto y honestidad probada en este sector de por sí complejo. La esperanza sigue en pie.

martes, 16 de noviembre de 2010

Miradas a lo cultural

Lourdes Hernández Quiñones
Los múltiples rostros de las políticas culturales

El tema de las políticas culturales sigue presente en el debate público, no porque éstas correspondan únicamente a las políticas de Estado, sino porque cada día urge más que dichas líneas sean construidas de manera conjunta por los sectores público y  privado, y la sociedad civil. Mientras no se incluya a estas tres instancias en su diseño, lo cultural seguirá siendo botín económico para políticos, diluyendo su beneficio social que es de gran relevancia, pues incluye tanto el desarrollo de una nación, como la construcción simbólica de la misma.
Conceptos como la democratización cultural y la democracia cultural, así como los derechos culturales, deben ser considerados al  trazar las políticas en torno a lo cultural; la diversidad, como una realidad que se vive en todo el mundo, ya no sólo con los grupos originarios de un país, sino también con aquellos migrantes que se han integrado a un territorio, debe ser punto de partida para evitar concebir los planes y programas a partir de una sola voz.
Urge que las instituciones públicas responsables de la cultura replanteen su estructura organizacional, la modernicen y adecúen a los nuevos tiempos. Es inevitable que en ellas se incluyan áreas que promuevan el intercambio internacional, así como el aspecto de las nuevas tecnologías. Además, es inaplazable que se refuercen los aspectos de planeación y evaluación y la tarea de creación y mantenimiento de públicos. Habría que plantear, asimismo, la integración de brigadistas con jóvenes que se conviertan en gestores culturales en las diversas comunidades y en vigilantes del patrimonio cultural tangible e intangible, de tal manera que esta tarea pueda ser reforzada desde la sociedad civil para apoyar a las autoridades responsables de su preservación, cuidado y restauración.
Asimismo, es fundamental voltear la mirada hacia distintas temáticas e instancias promotoras de la cultura que ya han planteado estrategias exitosas para el desarrollo cultural. Una de ellas es el programa Ciudades Creativas de la UNESCO, que consiste en que aquellas ciudades con una actividad cultural intensa, donde además existan centros formadores de artistas, conciban lo cultural como el factor que detone su crecimiento, tanto en el aspecto social como en el de infraestructura. Así, las ciudades creativas pueden albergar festivales artísticos temáticos que atraigan, además el turismo.
Frente a una realidad en la que las nociones de tiempo y espacio han cambiado significativamente por el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, así como por las migraciones y los transportes, las instancias promotoras de la cultura deben ubicarse de frente a lo que acontece en el mundo cotidianamente para evitar convertirse en instituciones añejas. El reto es cada vez más grande y requiere hacer uso de la imaginación y la creatividad, así como partir de la práctica cotidiana de la reflexión-acción, con el propósito de delinear los rumbos de un quehacer cultural que responda con mayor profesionalismo y eficacia a las inquietudes de una sociedad multicultural en movimiento permanente.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Voz invitada

(Agradezco a Marcela Sosa su colaboración para Senderos de lo Cultural, que enriquece de manera especial la reflexión, el análisis y la discusión, al plantear que nuestras miradas se abran más allá de ciertos territorios, donde finalmente todo confluye en torno a lo cultural)
La Transdisciplina
Marcela Edith Sosa Acosta
Me siento invitadísima a participar en esta página, pues sé que poseemos como sociedad xalapeña un imponderable acervo cultural, que en este momento crítico, tanto social como económicamente, sufre de apoyos para su difusión.
Me inquieta la definición de Cultura, porque yo la concibo como el acervo de la persona en su entorno con sus usos y costumbres. Desde esta definición me oriento para compartir mis aportaciones, comentarios y experiencias.
Formo parte de la Asociación de vecinos del Pixquiac, Zoncuantla A.C., cuyo objetivo primordial es aprender a convivir con nuestro entorno, en aras de un futuro sustentable.
Mi profesión es odontóloga en ejercicio y mis inquietudes Transdisciplinarias.
La Transdisciplina, cuyo exponente teórico contemporáneo e internacionalmente conocido es Basarab Nicolescu, físico cuántico y docente;  su aportación metodológica dice: “
La Transdisciplinariedad es una transgresión generalizada, que abre un espacio ilimitado de libertad, de conocimiento, de tolerancia y de amor".  Hoy día, la perspectiva Transdisciplinaria es redescubierta, develada, utilizada, a una velocidad fulminante, como consecuencia de un acuerdo de necesidad con los desafíos sin precedentes del mundo problematizado en que vivimos y que es el nuestro.
Su libro: -Manifiesto- está dedicado a todos los hombres y a todas las mujeres que creen todavía, a pesar de todo y contra todo, más allá de todo dogma y de toda ideología, en un proyecto de porvenir.  Y apunta: “La mejor obra, la gran obra, es la propia vida, sea esta conocida o no” Su objetivo: Crear futuros sustentables…y nada está terminado… Estamos en la posición de Prometeo quien ha robado el fuego del cielo.  Su nombre significa el que prevé.  Hemos descubierto el fuego que está escondido en las entrañas del átomo.  Pandora, enviada a la Tierra por Zeus, seduce al hermano de Prometeo, Epimeteo, cuyo nombre significa el que piensa demasiado tarde.  Estamos también en la posición de Epimeteo.  Abrimos la caja de Pandora desencadenando el fuego atómico.  Entre Prometeo y Epimeteo, entre el que prevé y el que piensa demasiado tarde, estamos obligados a encontrar la posición justa, la de quien comprende   y          actúa….
 Esta propuesta metodológica es la que me avala para considerar coherente mi concepción del término cultura y en  el marco de la Transdisciplina es que encuadro mi inclusión en esta página de los- Senderos de lo  Cultural-.
Mi agradecimiento por tan acertada creación a Lourdes Hernández Quiñones.
Marcela Sosa es odontóloga, feminista y facilitadora emocional en el ámbito del apoyo a mujeres maltratadas.

Bibliografía: Basarab Nicolescu. La transdisciplinariedad, Manifiesto Transdisciplinariedad. Ediciones Du Rocher. Traducción al español, revisado con el autor. Norma Núñez-Dentin, Gérard Dentin. Referencia para su obtención: Posgrado de Transdisciplina, Universidad Veracruzana.

martes, 9 de noviembre de 2010

jueves, 4 de noviembre de 2010

Voz invitada

(Agradezco a León Ignacio Ruiz Ponce su colaboración para el blog, en la que puntualiza las cualidades que desde su perspectiva deberá cubrir quien ocupe la titularidad del IVEC ante el cambio de la administración estatal que se avecina)

La Dirección General del Instituto
Veracruzano de la Cultura: sólo dos requisitos

León Ignacio Ruiz Ponce

En 1986, Fernando Gutiérrez Barrios, gobernador, creo el Instituto Veracruzano de la Cultura, y al decir del fundador del Instituto Cultural Veracruzano, ocurrió una “duplicidad de funciones”…Carlos Darío Martínez Brash, con el animo de impulsar a creadores, artistas, dar becas y apoyos dentro del campo de la cultura venia conduciendo con su propios recursos una instancia social para incentivar la creatividad y el arte.  Por fortuna se arregló el asunto dando a la instancia oficial el nombre de Instituto Veracruzano de la Cultura. Martínez Brash, contador xalapeño, siempre ha ponderado el propósito de fomentar el desarrollo del arte, la literatura, música, pintura; por ello constituyó (ante notario público) por los años cincuenta, ese Instituto.

 Ahora, el Instituto, mal llamado (por comodidad o flojera) “IVEC”, entrará a una etapa de la modernidad cultural, y seguro tendrá que ser modificada su propia ley; de la misma manera, la  Ley para el Desarrollo Cultural del Estado de Veracruz, tendrá que sufrir  reformas que incluyan, entre otros,  los avances cibernéticos y de la tecnología vigente, así como la doctrina de los Derechos Humanos y la comunicación abierta e intensa que se viene dando en nuestros días.

QUIÉN PUEDEN SER LA CABEZA

Aquí cabe irse a la norma y conocer de inicio qué hace o qué debe hacer una Dirección General, del Instituto (con todas sus letras), ya sea en manos de una veracruzana o de un veracruzano que reúna las calidades de ley, para manejar al Instituto.

Y bien, para comenzar vamos viendo que a más de las atribuciones del Instituto Veracruzano de la Cultura (establecidas en la Ley de su creación) están las planteadas por la Ley para el Desarrollo Cultural que contempla además:

I. La capacitación de servidores públicos del sector cultural, quienes deberán provenir preferentemente de las áreas de formación artística, humanística o social, así como de los trabajadores culturales;
II. Crear Programas Regionales para el Desarrollo Cultural;
III. Fomentar, propiciar y apoyar la creación artística en todos sus géneros, así como el desarrollo de las artes populares;
IV. Promover la creación y otorgar reconocimientos y estímulos al mérito de los artistas y trabajadores culturales, mediante evaluaciones sustentadas en los principios de neutralidad, transparencia y demás expresados en este ordenamiento;
V. Establecer las políticas y lineamientos para la creación, administración, conservación, operación y aprovechamiento de los centros y espacios culturales del Estado, en términos de las disposiciones legales aplicables;
VI. Ser el conducto institucional para acceder a los recursos que permitan garantizar la infraestructura básica para el funcionamiento eficiente de los espacios integrados a la red estatal de casas de cultura;
VII. Impulsar la creación de Museos de Sitio;
VIII. Gestionar ante organismos internacionales la locación de recursos y apoyos para el desarrollo cultural;
IX. Impulsar la participación ciudadana en la elaboración de propuestas para la promoción, planeación y ejecución de proyectos culturales;
X. Integrar y actualizar el Registro;
XI. Constituir un Observatorio para el Desarrollo Cultural, con las atribuciones siguientes:
a) La recopilación, sistematización, organización y actualización permanente de la información estadística, cuantitativa y cualitativa del sector cultural;
b) La elaboración de estudios que evalúen el impacto específico y global de las acciones culturales en el desarrollo social y económico; y
c) Recabar aportaciones de las instituciones de educación superior, de empresas, organizaciones y fundaciones nacionales e internacionales, de la sociedad civil, de la iniciativa privada y dependencias federales, para la operación del Observatorio.
XII. Promover la celebración de convenios de cooperación, intercambio y colaboración con centros académicos nacionales y extranjeros, que estimulen la participación de investigadores, académicos y docentes en actividades culturales.
Las conclusiones, diagnósticos y previsiones del Observatorio serán la base para la elaboración del Programa.

Por lo que no está nada fácil la tarea de la Institución.

Ahora entramos en el nombramiento, ¿quién?

La propia ley de la Institución establece que El Director General del Instituto será nombrado y removido libremente por el Gobernador del Estado, de entre quienes gocen de reconocida honorabilidad y prestigio intelectual.”

Por tanto YA tenemos la pista. Quien aspire, debe comprender dos cualidades y fama indiscutible tanto en la honorabilidad como en la vida intelectual, por lo que el nombramiento recaerá en alguna persona cercana al secretario del ramo, o directamente al Gobernador, siempre y cuando en su currícula se destaque ese prestigio que exige la Ley.

Así que ¿nombres?

Puede haber diez, dos, doscientos, muchos, pero la persona que sea designada deberá observar desde luego las facultades y obligaciones que tiene ese cargo, enorme y preciada responsabilidad, como es la elaboración de los proyectos y programas del Instituto para someterlos a la aprobación del Consejo, de igual forma en cuanto al Patrimonio Cultural del Estado, la Dirección General del Instituto deberá coadyuvar en la identificación, registro, investigación, restauración, protección, conservación, fomento, mejoramiento y difusión, de manera que no es fácil la tarea pero con la fortaleza de su prestigio, la titularidad saldrá siempre adelante. La capacitación, sobre todo la actualización tecnológica, será uno de los factores esenciales a cubrir e impulsar.

La cultura ya no es solo definición, grupos, élite o moda, es un derecho y también implica desarrollo y organización. El actual Instituto tiene su sede en el H. Puerto de  Veracruz y mantiene cierta vinculación con algunos ayuntamientos. Quizás se requieran tres sedes, o una en cada región veracruzana, y aquí resulta interesante elevar la categoría administrativa del Instituto.

Entre tanto, Omar Piña, Liliana Calatayud, Lilia Ramírez, Miguel Ángel Cristiani, Manolo Zepeda, Joel Jácome Musule, Edgar Dorantes y Sara Ladrón de Guevara, junto con Rebeca Bouchez, el propio Carlos Darío y Marco Antonio Figueroa Quinto, ahí están…




Leon Ignacio Ruiz Ponce nace al finalizar la guerra mundial en 1944, a dos calles del "San Antonio" y a una del Palacio Municipal en Villa Verde (de Rafael Delgado), conocida ahora como la Ciudad de los Treinta Caballeros/H. Córdoba. Cursa la carrera de Leyes en la Universidad Nacional Autónoma de México y es egresado de la Universidad Pedagógica Nacional con la especialización en Derechos Humanos en la Educación. Es impresor de oficio y editor de revistas estudiantiles.