martes, 29 de marzo de 2011

Voz Invitada: Para reflexionar desde una experiencia de Brasil aplicable para todo hispanoamérica

(Artículo tomado de la revista Pensar Iberoamérica. Revista de Cultura de la OEIhttp://www.oei.es/pensariberoamerica/index.html)

Brasil en tiempos de cultura: escena política y visibilidad

Muy recientemente, ya en la gestión de Gilberto Gil, comenzamos a percibir una preocupación efectiva en comprender y apoyar experiencias, a partir de una visión más global de política pública de cultura. Ese esfuerzo se traduce en programas como el Pontos de Cultura que pone a disposición recursos para experiencias comunitarias en todo el país. Es un principio que merece elogios.

por Marta Porto
Traducción Rosalía Guedes

Entramos en el siglo XXI con plenas posibilidades científicas y tecnológicas para la mejora de las condiciones de desigualdad económica y social. Desafortunadamente la realidad brasileña no se ajusta totalmente a esa tesis. Ocupamos el segundo lugar del mundo en muertes por armas de fuego (UNESCO 2005), tenemos 25 millones de personas por debajo del nivel de la pobreza y una educación formal deficitaria.

La desnutrición, la muerte de adolescentes por embarazo precoz y abortos mal asistidos, los asesinatos por conflictos sociales, son situaciones cotidianas en nuestro país. Nuestras desigualdades históricas permanecen como un desafío generacional. Un cuadro que se confronta con la opulencia de nuestras elites, nuestras costumbres de consumo primermundistas, la modernidad de nuestros iconos culturales y de nuestras metrópolis.

De esa manera, aceptamos lo inaceptable: la invisibilidad de nuestros pobres, de nuestras carencias, de nuestras tristezas y de nuestra inmensa desigualdad. El lujo supera el olor incómodo de la pobreza.

¿Cómo pensar la importancia de las políticas culturales para el desarrollo, a partir de una cultura de desigualdades, construida culturalmente a lo largo de toda la historia brasileña? En este artículo, destacaremos de manera introductoria algunos enfoques que pueden contribuir para una reflexión sobre este tema. Comenzando por la idea de acceso. El acceso a la cultura, pensada ésta no solamente como memoria o acto creativo espontáneo o artístico, sino también como conocimiento, es un acto consciente que exige la inclusión colectiva y política de todos los ciudadanos. Para ello, es necesario disponer de un ambiente comunitario y político favorable a la inserción cultural del individuo y de los grupos sociales.

Nuestra disposición para aprender y dialogar con universos diversos proviene de los estímulos, del ambiente y de la experiencia que percibimos y desarrollamos en la niñez, la adolescencia, la etapa adulta de la vida; estímulos e incentivos proporcionados por la riqueza de los encuentros culturales a lo largo de toda la vida y de nuestra facilidad y curiosidad en aprenderlos y transformarlos en datos importantes para nuestra experiencia vital. La cultura, tal como se proyecta en el siglo XXI, es la experiencia que marca la vida humana en la búsqueda del conocimiento, en el esmero y sentido de pertenencia y en la capacidad de producir cambios simbólicos. En definitiva, el valor que otorgamos a la cultura, ya sea ésta nuestra o aprendida, es aquel que aprendimos a dar.

En ese contexto es necesario recordar el histórico e insuficiente debate en Brasil acerca del tema de la cultura y posteriormente, a partir de la democracia, de la cultura y los derechos sociales y, consecuentemente, de la cultura y el desarrollo.

Ajena a la buena parte de los avances políticos experimentados en las últimas dos décadas y a las discusiones en otros sectores de actuación pública, la cultura se ha caracterizado en los últimos años como un espacio de “disputa de privilegios”, personificado en los límites reivindicados para la exención fiscal de los distintos sectores artísticos, por el lobby de aprobación, dentro de los límites permitidos, en las comisiones de cultura y, naturalmente, por las cuentas publicitarias y de marketing de las grandes empresas brasileñas, en especial y
paradójicamente, de las estatales. De esa manera, el campo teórico por excelencia de las soluciones colectivas revela con crudeza el trazo más contundente de la elite nacional en relación con las necesidades del pueblo: la primacía de los intereses privados y de las soluciones de inmediatez y limitadas a pocos ciudadanos, sobre las necesidades de un cuerpo social diverso al que se le niega el derecho de emancipación cultural y visibilidad pública.

A pesar de la implantación del Ministerio de Cultura en 1985, se ha optado por sectorizar la discusión en los mecanismos financieros capaces de ampliar el dinero público a algunos sectores de la producción cultural; es decir, a aquéllos
con mayor capacidad de organización y presión política. Las leyes de incentivo,
en las tres esferas del aparato estatal, los límites de su exención y las estrategias para cumplir con las planillas de órganos públicos dieron la tónica de la superficialidad política que acometió durante casi dos décadas el debate cultural en el país. Como en ningún otro sector, la cultura del privilegio, de la ausencia de preocupación con los movimientos sociales y culturales, más allá de la tradicionalmente denominada “producción cultural”, estuvo presente en la configuración de las políticas culturales brasileñas. Alejada del debate político, la cultura poco contribuyó al debate sobre el desarrollo democrático en el país, o, quizás, poco reflexionó sobre el campo de oportunidades y contribuciones que podría ofertar al país pensando conjuntamente la educación, la universalización de los servicios culturales —equipamientos y programas—, el desarrollo local basado en los activos singulares de cada comunidad, la organización de una industria y un mercado cultural digno de la capacidad y el talento de nuestra diversidad creadora. Y aún más, ayudando a recuperar y humanizar la cara distorsionada y fea de un país con un pasivo de violación de derechos sociales, económicos, culturales, en fin, derechos universalmente reconocidos como humanos; situación que solamente en los últimos años comenzamos a recuperar, de manera aún tímida y poco asumida.

La cultura, capaz de generar activos socioeconómicos, sin compromisos con
la escala industrial y con los lucros proporcionados por el mercado, es aquella
que nace en las comunidades brasileñas con las fiestas populares, con el encaje de bilro, en los barracones de las escuelas de samba, en las comunidades pobres de Río de Janeiro, en los sitios arqueológicos y en la cultura del cangaço en las márgenes del río San Francisco en la región del Xingó, en la artesanía del Vale do Jequitinhohna en Minas Gerais. Es la cultura
producida en los territorios que el geógrafo Milton Santos nombró como “zonas opacas”, invisibles a la lógica financiera de los mercados y de la ceguera del Estado. Esas culturas exigen reconocimiento en las agendas de política cultural, no solamente como herramienta de autoestima o como símbolo folclórico, sino como alternativa inteligente para generar ganancias económicas, distribución de renta y consecuentemente desarrollo sostenible. Lo que está en juego es reconocer la necesidad de incluir en las políticas culturales la posesión de los recursos, la garantía de asegurar a las comunidades locales “iguales posibilidades de acceso a los bienes de la globalización” (Canclini, 1996).

Reconocer el espacio estratégico de la acción del Estado significa abrir el campo de oportunidades de las políticas culturales al desafío de la inversión de
prioridades y al enfrentamiento de la desigualdad social y la concentración de
la renta, partiendo de una renovación del concepto clásico de ciudadanía que
opera por la lógica del derecho a la igualdad, para asegurar el derecho a las diferencias en el plano político de la acción del Estado.

Un buen ejemplo de cómo iniciar esa reflexión es el carnaval, que atrae cada
año, en Río de Janeiro, a más de trescientos mil turistas. La genialidad creativa del pueblo, habitante en su gran mayoría de las favelas cariocas, teje en el ruido ritmado de las modistas de los barracones el arte que invadirá el Sambódromo en el verano carioca. En el bambolear de las chicas del morro, en la batería ingeniosa, en las alegorías y en la profusión de colores, luces y magia que proviene de ese sincretismo brasileño que irrumpe en el escenario cultural del país durante todo el verano. De hecho, el carnaval carioca genera anualmente un aumento de la recaudación económica del país en más de quinientos mil dólares. Hoteles, restaurantes, discotecas, tiendas, compañías
aéreas y toda suerte de comercio de la economía informal se benefician de la
fiesta popular más importante que produce Brasil. Sin embargo, el aumento de
la recaudación, principalmente por parte de órganos públicos, no representa la
mejora de la calidad de vida de los responsables de la producción de esa fiesta. Habría que preguntarse ¿por qué? Los autores —las comunidades de Mangueira, de Nilópolis, de Serrinha— hacen la fiesta, pero no reciben la ventaja proporcional de su trabajo. De hecho, ¿ha mejorado la vida de esas personas, sus calles, sus escuelas o sus puestos de salud? ¿Quién se queda con los recursos que provienen del carnaval carioca? ¿Qué es lo que diferencia, o lo que debería diferenciar, un programa de desarrollo económico generado por inversiones directas o indirectas en distintas áreas, y un desarrollo económico generado por o a partir de aquellos aspectos que identifican la manera propia de un pueblo y una sociedad a expresarse y manifestarse colectivamente, como es el caso de la cultura? Al transformar el carnaval carioca en un “mega evento” internacional, capaz de atraer más de trescientos mil turistas en la ciudad de Río de Janeiro y generar miles de dólares en movimientos financieros, ¿cómo hacer que se produzca la distribución justa de estos dividendos entre todos los actores locales involucrados en esa producción? ¿Qué clase de impacto deseamos y quiénes deben ser sus beneficiarios? Éstas son algunas reflexiones que deberían promover una política volcada al desarrollo económico.

Potenciar el capital social y cultural de un pueblo es una tarea compleja que exige la apertura de posibilidades de las políticas culturales en integrarse al esfuerzo de desarrollo del país. Ello, naturalmente, implica realizar un esfuerzo para potenciar las áreas de planificación y gestión de un sector identificado por la aversión a esas mismas áreas de acción pública y contar con la debida atención en la formación adecuada de cuadros públicos que operan en la gestión cultural. La planificación requiere investigación, diagnósticos continuados, evaluación y monitoreo, cuadros públicos y no públicos calificados y diseño de todo tipo de programas estratégicos.

Un proyecto que trabaja con estas premisas es Cara Brasileira, coordinado por
el SEBRAE Nacional. El Ministerio de Cultura necesita coordinar un amplio diagnóstico, apostando en ese esfuerzo para volver a situar la cultura en el centro de la dinámica económica, superando la lógica histórica de concentración de renta provocada por otros sectores productivos y proponiendo modelos con núcleos exportadores que partan de las personas y de sus maneras propias de producción. Asimismo, pueden realizarse acciones significativas en el campo de las memorias colectivas o del patrimonio cultural,
a fin de incrementar el potencial de los sitios arqueológicos brasileños, como los de la región de Piauí, incentivando, al mismo tiempo, la investigación, la manutención y el intercambio con otros importantes centros de estudio, así como aquellos vinculados a la memoria de personalidades importantes, como
músicos, poetas o políticos.

Pensar sobre la potencialidad de la cultura desde el punto de vista económico,
exige reflexionar acerca de la capacidad distributiva de un proyecto de esa naturaleza, partiendo de la idea de que cualquier proyecto de fomento económico en un país marcado por la desigualdad social, especialmente en el
ámbito de la cultura, debe constituirse como una posibilidad concreta de cambio de prioridades; debe promocionar la posesión de recursos provenientes de la producción cultural a través de garantías institucionales y financieras, de amplios sectoresde la sociedad brasileña, que hoy no se encuentran incluidos, o siquiera reconocidos como agentes importantes para el desarrollo de la política cultural del país. Lo que está en juego, y en lo que la política cultural tiene un papel central, es el hecho de la redistribución o de la igualdad de oportunidades de la renta, lo que implica, ante todo, reconocer al otro como sujeto pleno en igualdad de derechos. Los conceptos de redistribución y justicia están íntimamente ligados a la cuestión del reconocimiento y, en ese sentido, la cultura en su acción política dispone de un espacio para hacer que ello sea posible a fin de incluir, en un plan de “dignidad igual para todos”, sectores de la sociedad diversos y tradicionalmente marginados. La justicia, como afirma el Informe Mundial de Cultura 2000-2001, “necesita actualmente tanto de una política de redistribución, como de una política de reconocimiento”; ése es el lugar de las políticas de cultura: hacer que ello sea posible.

La injusticia cultural, según el propio informe, es obligar a grupos y manifestaciones culturales de diversa índole a que se sometan a normas y configuraciones políticas estancadas e inmutables. A la lógica de una sola vía y de una política homogénea. Cualquier política cultural al ser adoptada por el país, debe garantizar la apertura de los canales institucionales y financieros, a través de la reforma del sistema nacional de cultura, a amplios sectores tradicionalmente atendidos por las “políticas de recorte social o de corte asistencialista”. Es significativo que el país no posea una política de cultura para los indígenas, para la artesanía, para estimular la diversidad cultural de las varias regiones brasileñas, para los grupos culturales que perviven en las favelas y barrios de la periferia de los grandes centros urbanos. Y es sintomático que no se emprenda, en un mundo marcado por el tránsito incesante de informaciones, una política de comunicación cultural capaz de generar productos informativos de calidad para la inmensa red nacional de educación y también para los mercados televisivos y editoriales.

A partir de la década de los noventa, los proyectos culturales, se destacaron en
la conquista de los espacios públicos y en la legitimación de los derechos sociales de los movimientos comunitarios y periféricos de los grandes centros urbanos. El primero de esos nuevos liderazgos culturales se identifica especialmente a través de nuevos actores juveniles, movimientos culturales que se originan en pequeñas comunidades populares de la periferia de los grandes centros urbanos. Luchan por la ampliación de su representatividad política a través de la expresión de varias formas artísticas y culturales. La efervescencia de lo diferente, de lo distinto, comienza a nacer en las favelas, en los suburbios, donde grupos de jóvenes se organizan para hacer música, bailar, hacer graffitis, producir fanzines o bien organizar acciones solidarias. A través de la apropiación de lenguajes artístico-culturales, sin muchas veces atender a profesionalización alguna, es alrededor de la dimensión cultural que estos grupos se organizan, se articulan, expresan sus cuestiones cotidianas, sus condiciones de vida y sus inquietudes con el país. Algunos de esos grupos se profesionalizan, sin perder, sin embargo, su dimensión comunitaria, pasando a intervenir en el mercado cultural de manera insistente, como es el caso de grupos de hip hop de São Paulo, de mangue beat del nordeste de Brasil o del reggae en Bahía y Río de Janeiro: “hacer música, bailar, grafitar, hacer teatro, producir fanzines, organizar acciones solidarias, etc. [...] Y sobre todo en torno a la dimensión cultural que esos grupos articulan para encontrar sus iguales y por medio de diferentes lenguajes, expresar sus inquietudes, sus cuestiones, sus visiones del mundo, sus condiciones de vida y sus inquietudes sociales. Observamos esta riqueza y nos inquietábamos con su invisibilidad”. (Freitas, 2002).

El poder de estos movimientos culturales expresados en innumerables ejemplos dispersos por todo el país trae, sin lugar a duda, un dato nuevo para el conjunto de las prácticas sociales y de ocupación del espacio público, que aún no han sido debidamente asimilados. En parte, por la ausencia de políticas culturales y signos estructurantes que pueden intervenir decisivamente en el diseño de las políticas públicas y de las llamadas agendas sociales en Brasil. A pesar del gran esfuerzo de redemocratización del país, la cultura no logró aún alzarse con un estatuto de política central en el proceso de comprensión de la dinámica social, ni del aprovechamiento de los nuevos datos que ofrece, para lograr la efectividad en las políticas de desarrollo del país y en la gestión de los recursos sociales. El trazo de la invisibilidad siempre ha operado como una máscara de incomprensión y de no reconocimiento del papel central que posee la cultura y de la fuerza de las prácticas locales en el fortalecimiento de la democracia brasileña. Democracia que debe incorporar el respeto a las diferencias, a la diversidad y al pluralismo cultural, a las cuestiones de género, étnico-raciales y a la protección a las minorías culturales. Tal vez por eso, o sobre todo por ello, la absorción de esas prácticas culturales originarias de las periferias urbanas y protagonizadas especialmente por jóvenes, haya sido traducida erróneamente como acción social capaz de transformar indicadores históricos de desigualdad —salud, educación, saneamiento básico, nutrición— de manera mágica. Programas de música, capoeira o baile, que deberían estar al alcance del universo cultural, como un derecho asegurado por la sociedad, han pasado a ser financiados no como una extensión de esos derechos culturales asegurados por la Constitución, sino como remedio para una acción social más ingenua.

Muy recientemente, ya en la gestión de Gilberto Gil, comenzamos a percibir una preocupación efectiva en comprender y apoyar esas experiencias, a partir de una visión más global de política pública de cultura. Ese esfuerzo se traduce en programas como el Pontos de Cultura que pone a disposición recursos para experiencias comunitarias en todo el país. Es un principio que merece elogios.
Lo importante es insistir, en línea con las experiencias de otros países latinoamericanos, en que el mejoramiento del proceso democrático brasileño, inevitablemente debe caminar en esta dirección.

De allí, la importancia de las políticas culturales para asegurar el reconocimiento y la visibilidad de las diversas prácticas culturales originadas en el territorio local y para focalizarlas como capital cultural relevante para el desarrollo sostenible del país, ya que, de hecho, los avances marcados por la ampliación de los apoyos a proyectos locales, pueden ser sentidos por toda la comunidad y no únicamente por sus protagonistas. Se corre el riesgo de promover nuevas prácticas en el seno de cada comunidad, donde proyectos aislados pueden llegar a producir nuevos vencedores elevados al estatuto de “famosos” sin que el ambiente comunitario crezca y gane colectivamente al ver garantizado su derecho de acceso a los bienes y servicios culturales públicos. Nunca, en Brasil, se habló tanto de proyectos sociales que promueven, a través
de la vía artística, a niños y niñas de las grandes periferias urbanas al panteón
de la fama de la industria del entretenimiento. Nada malo habría en ello, si pensamos que talento y garra no son privilegio de una elite, puesto que no poseen marca de distinción ni social, ni étnica, ni religiosa. Pero no deja de ser
sorprendente si evaluamos la forma en que la sociedad, y, en especial, los formadores de opinión, perciben sus potencialidades y resultados. La favela toma vigor a los ojos de la elite, por iniciativas de esta naturaleza, y sus gentes permanecen ajenas a los avances sociales específicos y sometidas a la falta de
opciones de empleo, de educación, de ocio, entendidos éstos como derechos y
no como privilegios, permaneciendo así en territorios que penetran por la puerta del fondo en el “círculo reducido de la república imperfecta” y lo hace gracias a su talento con la música, con la danza o con la pelota. Nunca por la
acción política y ordenada de una sociedad que lucha por una democracia que
extiende a todos el derecho a la educación, a la salud, a la justicia y, por supuesto, a la cultura. A los ojos de los afortunados, las brechas abiertas en ese pequeño mundo de opulencia de los más talentosos y competitivos, se produce la propia redención social de otros tantos que no quieren o no pueden, o quizás, no consigan integrarse a esos nuevos círculos de poder. Continuamos siendo el país que reproduce de manera incesante la lógica de los vencedores: la democracia que construimos no es aquella que garantiza los derechos universales, sino la que ofrece concesiones. Ningún proyecto aislado, por excelente que sea, supera o sustituye el necesario avance en las políticas de carácter universal, la presencia del Estado en las comunidades y territorios a través de equipamientos y programas culturales de calidad, la inserción de contenidos culturales en las prácticas educativas, los circuitos e intercambios culturales organizados localmente, la memoria de los barrios y de las comunidades que son preservadas a través de las iniciativas públicas de visibilidad. O sea, un conjunto de acciones sostenibles y aseguradas en el tiempo que, al fortalecer los espacios culturales comunitarios, incentive prácticas variadas, en las escuelas, en las calles, a través de oficinas, de clases públicas y conciertos abiertos, de la apertura de espacios reales o simbólicos de creación artística y de desarrollo espiritual, buscando formas más concretas de mediación entre el proyecto cultural y el ciudadano. Formas que superen la concepción del sujeto como mero espectador, pero que colaboren para proveer morada a experiencias significativas abiertas a ciudadanos más privilegiados.

Como recuerda el intelectual colombiano José Bernardo Toro en su libro La construcción de lo Público: Ciudadanía, democracia y participación: “La justicia social está relacionada con la cantidad y disponibilidad de los bienes públicos a que tienen acceso los ciudadanos. Lo público, se hace posible para la equidad y la participación. Lo público se construye tomando a la sociedad como base y se caracteriza por la capacidad de una sociedad de garantizar las mismas condiciones y ofrecer a todos sin distinción la misma calidad de los bienes y servicios. (Toro, 2005).

Para concluir, destacamos las palabras de la doctora brasileña en Derechos Humanos, Flávia Piovesan, pronunciadas con ocasión del seminario promocionado por la Oficina de la UNESCO en Río de Janeiro y SESC en el año 2002, que parece dar mayor sentido a ese pilar de la política cultural: “La protección de los derechos humanos, en una sociead cultural, requiere una observancia de los derechos culturales, en cuanto derechos universalmente aceptados. No hay derechos humanos, ni tampoco democracia, sin una justicia cultural, sin una diversidad y sin pluralismo cultural, y tampoco sin que se asegure el derecho de existir, el derecho a la visibilidad o el derecho a la diferencia y a la dignidad cultural”. (Piovesan, 2002).


Marta Porto
Periodista, postgraduada en Planificación Estratégica y Sistemas de Información en la Maestría en Ciencias de Información. Ejerce distintos cargos públicos en organismos nacionales e internacionales, siempre liderando procesos en campo social. Dentro de estas actividades destacan la Dirección de Planificación y Coordinación Cultural de la Secretaría Municipal de la Cultura de Belo Horizonte, MG (1994-1996), la Coordinación Regional de la Oficina de UNESCO del Estado de Río de Janeiro (1999-2002) y la Dirección de Responsabilidades Sociales del Grupo Takano (2003-2004). Además de ser
autora de artículos y ensayos publicados en la prensa y en recopilaciones en libros y en revistas especializadas, coordina y organiza ediciones de libros de no ficción para varias editoriales, como Coleção Valores e Atitudes y Série
Desafios de Hoje, ambos con la Editora SENAC Rio. Actualmente es directora de (X) BRASIL, oficina de información sobre asuntos públicos y miembro de diversas comisiones y comités internacionales ligados al área sociocultural. Ha
recibido diferentes premios y becas, como los nacionales Orilaxé, Beija-Flor, y la Menção Honrosa del Gobierno del Estado de Río de Janeiro, e internacionales, como el Prix Mobius de Multimídia Cultural que otorga el Ministerio de Cultura de Francia.
Notas

miércoles, 16 de marzo de 2011

Voz Invitada


(Agradecemos a Alicia Soto Palomino, promotora de lectura, su gentil autorización para publicar la Ponencia que presentó en el marco del Foro Nacional sobre Investigación y Creación Artística)
Investigación, traducción y difusión innovadora de leyendas de origen náhuatl de Mesa de Calcote Veracruz .
Alicia soto Palomino y Gustavo Fox Rivera

La presente ponencia se refiere una investigación participativa que hemos realizado un grupo de docentes e investigadores de bachillerato, promotores culturales independientes y de la Universidad Veracruzana. Se refiere a la conformación de una antología de mitos y leyendas provenientes de Mesa de Calcote, comunidad perteneciente al Municipio de Chicontepec, en el estado de Veracruz.
El proyecto inicia a partir de la asistencia a un taller de actualización docente en el cual fungí como coordinadora, en el año 2008. Como punto central del taller los asistentes tenían como meta recopilar los mitos y leyendas de las comunidades en las cuales desarrollan su labor educativa.
Con la respuesta de Saúl Guzmán García, el proyecto inicial tomó forma y nos comprometimos a continuar con la investigación y traducción de las leyendas, lo que se ha convertido en un  proceso que nos ha conducido al aprendizaje permanente, a la gestión de interventores culturales, sociales e históricos.
Marco situacional
Desde hace veintiún años laboro como docente de diversos niveles educativos y he considerado que la lectura y escritura se desarrollan de forma más eficiente cuando se utilizan estrategias didácticas innovadoras y se fomenta un ambiente lúdico, lo cual fortalece el gusto por la lectura.
Durante dieciocho  años he desempañado una labor como coordinadora de talleres que conducen al placer y la creatividad vinculados a las  actividades de la lecto-escritura.
Durante dieciséis años he laborado en el Telebachillerato de Veracruz. Una de las características de este sistema educativo es llevar la formación educativa a jóvenes que no tienen la oportunidad de estudiar en las escuelas de zonas urbanas. Por ello, muchos de los docentes tenemos que radicar en las comunidades y ser hijos adoptivos durante el tiempo que sea necesario trabajar ahí.
Los docentes tenemos que desarrollar diversos roles sociales como ser tutores, psicólogos, orientadores y hasta promotores culturales. Nos convertimos en líderes y, en este sentido, es interesante el desempeño laboral y la búsqueda de proyectos útiles para las comunidades.
Ser docente de telebachillerato nos permite desarrollar una forma de trabajo muy digna que facilita la intervención en los procesos educativos, culturales de la comunidad y lo más importante: su transformación.
Así podemos observar que  la comunidad de Mesa de Calcote carece de:
  • Bibliotecas,
  • Proyectos de recuperación de la lengua náhuatl  y del interés por rescatar la tradición oral.
  • Documento que atestigüen  la procedencia histórica de su comunidad.
  • Material impreso que sea el reflejo de su trabajo de creación literaria.
  • Recursos tecnológicos que faciliten la difusión de este tipo de materiales.
A mi compañero Saúl y una servidora nos interesó resolver una interrogante: ¿Cómo rescatar la belleza del idioma náhuatl, sus leyendas y poderlas compartir con nuestros compañeros? No contábamos con una antología que nos señalara una ruta, tampoco teníamos la asesoría de expertos que nos dijeran si la forma de recuperar los conocimientos, experiencias y leyendas de los pobladores de Mesa de Calcote, eran correctas. Partimos de la intuición, dedicación y entusiasmo por recuperar las vivencias de estos sencillos pobladores.
En el año 2009, Saúl me envió una serie de leyendas y anécdotas en náhuatl y  español y me dijo que ahí estaba el producto de un taller que había realizado con sus alumnos del “Telebachillerato de Mesa de Calcote”. Ese era el material primigenio que daría como resultado una antología de leyendas e historias traducidas al náhuatl, español, inglés y francés.
Un trabajo de investigación: trabajo en colectivos que conducen a un ámbito artístico
La coordinación del trabajo, a mi cargo, tuvo como primera acción pulir la versión en español y buscar colaboradores para revisar la versión en náhuatl y las traducciones al inglés y francés.
Durante dos años he recurrido a varios colaboradores, a veces logrando con éxito su participación; es preciso decir que no contamos con  apoyo económico, todo es por amor a la cultura, al arte, a las tradiciones de Veracruz.
Tipo de estudio y etapas de desarrollo de la investigación
El enfoque es esencialmente cualitativo, combina la hermenéutica y la aproximación social para la reconstrucción de los idearios imaginarios de las leyendas. La descripción de la realidad en la que se desarrollan estos relatos en muy árida ya que no contamos con datos acerca de ella. En algunos documentos solamente hemos encontrado el mapa de la comunidad y el número de escuelas y habitantes.
En una etapa futura del proyecto el grupo de investigadores pretendemos ir a Mesa de Calcote Veracruz para realizar algunas entrevistas, grabaciones, compilación de material con la finalidad de  profundizar en los ámbitos literarios, históricos y sociales de la comunidad.
Es importante  aclarar que en el transcurso de este proyecto se han unido muchas personas, como Gustavo Fox Rivera, quien tiene veintidos  años trabajando como promotor cultural; su experiencia enriquecerá este proyecto, pues las etapas siguientes serán más productivas ya que los investigadores y actores sociales compartiremos experiencias directas que serán de gran valor para futuros proyectos.
Propósitos que han guiado la experiencia de investigación
  • Difundir las leyendas originales de la comunidad de Mesa de Calcote Veracruz.
  • Difundir la tradición oral.
  • Conocer los orígenes históricos de este lugar.
  • Valorar la sabiduría popular.
  • Servir de ejemplo para que otros compañeros de Telebachillerato hagan algo similar.
  • Servir de base para la formulación permanente de propuestas vinculadas a la investigación y creación artística.
  • Ser  vínculo para compartir en otros idiomas, la sabiduría popular.
  • Ser embajadores de nuestras tradiciones en países de habla inglesa y francesa
  • Resultados y avances de la experiencia
Después de tres años de haber realizado esta convocatoria y dos años de contar con el material para procesar la información, podemos decir que el proyecto está a punto de concluir, y lo que sigue es la publicación de la antología. Posteriormente otros rubros guiarán nuestras investigaciones y los involucrados, seguramente serán otros actores, tanto en la comunidad de Mesa de Calcote como en los proyectos que realizaremos.
Conclusión
El hecho de estar a cargo de un proyecto de este tipo, marca una etapa muy importante dentro de mi trayectoria como promotora de lectura, es sin duda, un suceso significativo que vincula una serie de momentos que van desde la cálida motivación realizada en el taller de promoción de la lectura, hasta la realización y concreción de historias que muestran la sabiduría de una comunidad  la cual no ha sido tomada en cuenta a pesar de su riqueza cultural.
El trabajo teatral de Gustavo, enriquecerá las siguientes etapas de este proyecto y en su momento, él expresará sus perspectivas. Reconozco la participación de Elissa haciendo múltiples traducciones al inglés para compartir de forma óptima la belleza de los contenidos de las leyendas y sobre todo escudriñar sobre los datos históricos que le muestran un panorama inédito de la Revolución Mexicana. También su apoyo para contactar con una persona de lengua francófona para pulir la versión de Francés. De igual manera agradezco la dedicación de  María, correctora de estilo en el idioma náhuatl, quien celosa del cuidado de la lengua materna la defiende con tanto énfasis y nos comenta que el significado de esas leyendas es mucho más rico en su mundo y su universo, es más complejo que   el nuestro. Ella en todo momento ha defendido la perspectiva indígena y atendiendo a sus consejos, elaboramos un minitaller para darle vida a los textos a través de dibujos.
Mis colaboradores cercanos: David, Xareni, Citlalin, Abraham, Gustavo y Adalberto Fox Rivera, son los que me han ayudado a concluir este proyecto, participando con la formulación editorial, talleres para reforzar los contenidos expresados en varios idiomas.  Cómo olvidar al principal causante de todo ésto: Saúl García Guzmán, quien ha hecho de este sueño un producto tangible que podrá estar en manos de otros alumnos de Telebachillerato y en pobladores de las comunidades de varios estados quienes constatarán que sí es posible encerrar las historias en un trozo de papel y luego echarlas a volar nuevamente para que aniden en otras mentes que aún no valoran sus raíces ancestrales, tan importantes para enfrentar las catástrofes por las que atraviesa nuestro país.
Invitamos a todos los lectores y promotores culturales a unirse a este tipo de actividades, ya que solamente unidos en las acciones, lograremos cambios tangibles que muestren a los jóvenes el interés y belleza de nuestras raíces y con ello estaremos dejando la mejor herencia: una carta, un libro un texto que prevalecerá en la mente y corazón de los receptores.

 
* Promotores culturales independientes de Xalapa, Veracruz.

lunes, 7 de marzo de 2011

Voz invitada. Para la construcción colectiva de Políticas Culturales

(Reproducimos este artículo de María Paulina Soto que puede consultarse en la página de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura: http://www.oei.es/cultura2/soto.htm. Consideramos que la construcción de políticas públicas en torno a lo cultural sólo puede hacerse desde lo colectivo para responder a las demandas ciudadanas)
Pensarse y desearse colectivamente: procesos participativos de definición de políticas culturales.
María Paulina Soto Labbé

Cuando hablamos de identidad y de proyecto común, decimos percibir, desear y pensar colectivamente. En ese hacernos, nos convertimos en parte de un algo englobador. Esta ilusión de pertenencia, ha sido un rasgo que ha acompañado a la especie desde siempre. Pero más allá de la pulsión, las preguntas por; cuál es el momento de mirarse en el espejo del prójimo, por quién invita a apalabrar los sueños y por la forma de compartirlos, se hacen particularmente significativas en el instante en que intentamos materializar esta ilusión.
Antes de avanzar, quisiera señalar una perogrullada. Nuestros discursos sobre participación se construyen entorno a apuestas teóricas y analíticas, así como, sobre la base de experiencias específicas. Por lo mismo, estas debieran acompañarse de un análisis de contexto desde donde situarlas y significarlas.
De esta manera, el presente documento, narra algunos antecedentes del escenario desde donde surge la iniciativa estatal denominada “Cabildos Culturales”, describe las características del proceso y su desarrollo, para luego compartir algunos sentidos y aprendizajes que de él han derivado.
I. EL PROCESO DE CREAR-SE, MIRAR-SE Y RE-CONOCER-SE EN ESTE TERRITORIO LLAMADO CHILE
Como en cualquier otro país, las determinantes que han estado a la base de la conformación identitaria en Chile, han sido diversas: las económicas, derivadas inicialmente de los aportes de la naturaleza; las socio-culturales, con sus cohortes, sus creaciones, sus usos y costumbres; las históricas, con las experiencias dolorosas y exitosas que unen o dividen a su población; las institucionales, que preservan, rescatan y casi siempre dan continuidad a la sociedad y, finalmente, las políticas, pendientes de los modelos, las elites y los poderes de turno, en juego.
Esta amalgama de variables, se ha fraguado en América Latina, aparejada a la construcción moderna de los estados-nación y a la impronta y mixtura de nuestras elites fundacionales mestizas. Por lo mismo, se hizo urgente la definición de; un territorio, un gobierno y una nación, referentes por los que se desplegaron esfuerzos denodados y a ultranza, tras una imagen de futuro.
En particular, la conformación del constructo nación, demoró casi dos siglos en ser caracterizado e identificado como tal por parte de la población y su simbología fue siempre estimulada y hasta forzada por y desde los gobiernos centrales. Los mecanismos que se utilizaron para lograr que la heterogeneidad de la población pos-colonial se viera reflejada en el espejo de la chilenidad y se diferenciara del ser peruano o argentino, fueron muchos, incluidas las guerras fronterizas que se prolongaron hasta el siglo que acaba de cerrar sus humanas y occidentales puertas, constituyeron éstos, conflictos con una clara dimensión “cultural”.
Por ello mismo, para el caso chileno, el componente cohesionador a lo largo de este siglo, fue el territorio y en este devenir, han existido políticas y gobiernos autoritarios que han diseminado divisiones sociales, han habido eventos traumáticos y magmáticos, procesos largamente constituidos como el centralismo o el caciquismo, todos los que han debilitado la imagen del ser nacional. Sin embargo, lo que siempre ha quedado como suma de las partes, ha sido la pertenencia a este territorio con columna vertebral y volteado hacia el Pacífico.
Sobre esta plataforma histórica e identitaria, hemos creído necesario avanzar en el reconocimiento del valor de esta unidad de creación y recreacción cultural que es el territorio, el que contiene a su vez a este invento llamado Chile. Nos sostenemos en los debates de las nuevas geografías; humana, cultural, histórica, donde podemos pensar nuestros enclaves como “regiones culturales” de creciente dinamismo social.
La región cultural se diferencia de la región político-administrativa ya que en esta última, priman las determinantes y criterios del poder de las elites, no importando cuán compartidos sean con el común de la población. Basta pensar en la invisibilidad de las fronteras en las zonas limítrofes, donde un porcentaje no menor de la población no experimenta mutación cultural alguna, al pasar de un país a otro.
Esta reflexión se ha ido moldeando en el contexto del monumental proceso trans-fronterizo, de dimensiones culturales dantescas, denominado globalización. Algunas de las características de las comunicaciones actuales, son que tienden a mediatizar y enfatizar la creación de imaginarios o virtualidades, a partir de un cúmulo de información “que da-forma” y que no siempre se ajusta a la diversidad de realidades que moldea. El desajuste entre condiciones materiales e imaginario utópico, nos pierde en la esencia misma del desarrollo humano, en tanto éste puede prescindir del intercambio que precede y potencia la información propia de un grupo. La información producida por la interacción entre personas y entre éstas y su entorno, nos hace sujetos-sujetados a una realidad identificadora y significativa y no a relaciones ajenas y arrolladoramente impuestas.
La conceptualización de los procesos internacionales en la economía, la política y la cultura, por ejemplo, han dado cabida a la noción de "globalizacion", de la sociedad, de la economía, de la política y aún de la cultura o la ecología, por decir sólo algunos nudos problemáticos.
Ahora, finalizando el siglo, se añaden nuevas dimensiones, como la cultural, que consistiría en aquellas practicas que habilitan a ciudadanos competentes a participar plenamente en la cultura nacional; aquí las institutciones educativas, como la universidad, son cruciales para este desarrollo de la ciudadanía cultural. Es crucial para este desarrollo la "globalización de la cultura" que además está asociada con la creciente interconexión de la economía mundial y el desarrollo del mercado mundial de bienes culturales. Pero también, y lo enfatiza B. S. Turner, la globalización de la cultura involucra la idea de que las sociedades se conciben a sí mismas como partes de un sistema mundial de sociedades, formando en conjunto un orden global, con la posibilidad de no producir estandarización e igualdad, tendiendo hacia la heterogeneidad y la diferenciación (Aceves:2001).
La construcción de identidades culturales -que vincula materialidades e imaginarios- se está viendo alterada e intervenida por este proceso creciente, y los efectos pueden ser negativos, si no somos capaces de adoptar y adaptar dichas influencias tecno-ideológicas a nuestra cultura, evitando así la absorción y desdibujamiento cultural.
Existe una evidente transformación en la conformación del Estado moderno y sus referentes territoriales. Sin embargo, la opción por restituir una noción de territorio, está destinada a relocalizar la discusión en una idea de región cultural que conciba las fronteras como espacios de intercambio, de flujo y movilidad, a diferencia de la dimensión geo-política o político administrativa.
La región cultural, es el lugar, no el espacio, se caracteriza por las flexibilidad y valora la diversidad, pues los territorios en tanto espacios, sólo se transforman en significativos cuando los elementos simbólicos que vinculan a sus comunidades, tienen un peso democrático, cuando existe en ellos una ecología de la convivencia y no cuando esta delimitación responde a lo económico, político o militar únicamente. En ese tipo de delimitación del espacio, el territorio desune, fragmenta y destruye a las comunidades.
Como hemos señalado, creemos que en este escenario cobran gran relevancia las ideas de reconocimiento y distinción de las regiones culturales, así como la propuesta de ciudadanía cultural, para la revitalización de esta ilusión humana de pertenencia y de imaginarios comunes dotadores de sentido.
Lo que hoy indudablemente cuestiona, en el ámbito de la teoría política, nuestro concepto de ciudadanía y democracia y su ya larga historia en la sociedad occidental, es la presencia insistente del pluralismo cultural simultáneamente en un mismo espacio y tiempo físico y, a su vez, mediado por una tradición simbólica.
En este proceso,... se plantea lo siguiente: ¿cómo es posible la ciudadanía en nuestra sociedad política liberal y pluricultural, especialmente propensa a la fragmentación, cuando se trata de una noción ésta tradicionalmente concebida en términos homogéneos? (Zapata:2001)
El primer momento jurídico para nuestros estados nacionales estuvo caracterizado por la definición fundadora y la instalación de los derechos civiles. Le secundaron la ampliación de los derechos políticos y fue el desafío y desilusión del siglo XX, la salvaguarda de los derechos sociales, que enfatizan la seguridad económica y social, con lo cual se posibilitarían las condiciones materiales para la realización con equidad, de la participación ciudadana. Los derechos culturales de cuarta generación, cumplirían finalmente los ideales de lograr la participación cabal de los ciudadanos, en los asuntos centrales de su comunidad.
...nuevos tipos de ciudadanía se han desenvuelto en torno a nuevos problemas y procesos sociales que ahora enfrentamos. Particularmente desde la década de los ochenta, estos fenómenos son más evidentes y permiten identificar esta pluralización de las formas y contenidos de la ciudadanía que van más allá de las fases y los aspectos cívicos, políticos y sociales inicialmente propuestos por T.H. Marshall. No obstante, la contribución de éste sociólogo inglés, aún tiene influencia y utilidad, y es base para el desarrollo de nuevos conceptualizaciones, tal como la de "ciudadanía cultural", o la del "ciudadano global", por ejemplo.( Aceves:2001)
Rosaldo explica el término "ciudadanía cultural" como el derecho a ser diferente y a pertenecer en el sentido de una participación democrática.
Reclama, que en una democracia, la justicia social demanda por la equidad entre todos los ciudadanos, aún cuando existan diferencias como la raza, clase, género u orientación sexual que potencialmente puedan ser utilizados para hacer a ciertas personas menos iguales o inferiores que otras. La noción de pertenencia significa la membrecía cabal en el grupo y la habilidad para influir en el propio destino al tener una voz significativa en las decisiones básicas.(Aceves:2001)
En América Latina, la experiencia de los movimientos sociales ha llevado a la re-definición de lo que se entiende por ciudadanía o el ser ciudadano. Ya no sólo vinculándolo a los derechos a la igualdad, sino también como legítimo derecho a la diferencia. Pero la simple constatación de ese hecho no aporta nada nuevo si no va acompañada de políticas y acciones que se basen en el respeto a la diversidad como la manera más idónea de construir un nuevo sentido de país y de Nación.
Se hace entonces indispensable aumentar y ensanchar, en nuestras sociedades, el acceso a la cultura, tanto en su creación como en su goce, y convertirla en el vehículo más eficaz de integración y de inclusión (di Girólamo:1998)
II. PROGRAMA CABILDOS CULTURALES
Antecedentes y proceso
El programa Cabildos Culturales, se concibe como una oportunidad de inaugurar un diálogo comunal acerca de la cultura y su importancia en la vida y desarrollo de las personas, concadenando los conceptos antes señalados, con los propósitos y voluntades en él expresados. De igual manera está destinado a apoyar los procesos de desarrollo de ciudadanía cultural comunal, dando continuidad a las políticas públicas que de manera directa o indirecta, la comunidad contribuye a generar.
La comuna es nuestra unidad político-administrativa más pequeña y las 342 existentes en el país, conforman un collage de 13 regiones que las agrupa. Cada comuna, está encabezada por un gobierno local, de elección directa.
Desde el punto de vista de la División de Cultura(1), la primera etapa del Programa, vino a sistematizar la experiencia adquirida durante años a través de nuestros diversos lineamientos y proyectos, los que han apuntado, entre otros objetivos, a estimular el protagonismo social en los territorios, ayudando así a diversificar y enriquecer la gestión de políticas públicas y financieras del sector cultural.
Este Programa, desarrollado a partir del año 1999, se inicia con la realización de 268 cabildos locales, que significaron una cobertura del 78% del total de comunas del país, además de 33 encuentros de artistas, gestores, estudiantes secundarios, miembros de pueblos originarios y grupos de intelectuales, que se reunieron y diagnosticaron la situación de la cultura en sus localidades y en el país, tras la invitación a reflexionar "Desde el Chile vivido, al Chile soñado”(2).
Iniciado el proceso de discusión en las localidades, se instauraron diferentes criterios para la participación en una instancia nacional, denominada Cabildo Nacional de la Cultura. Las diversas modalidades de participación de los delegados de cabildo, pasaron a conformar las siguientes categorías: delegados plenos o territoriales, que poseen derecho a voz y voto y que representan a una comuna del país y, delegados especiales, que tienen sólo derecho a voz en las resoluciones nacionales y voz y voto en la construcción de las propuestas del sector al que pertenecen. Finalmente, participan un importante número de observadores, tales como gestores culturales de los gobiernos municipales, provinciales o regionales, y autoridades y agentes del mundo artístico y cultural nacional e internacional.
El proceso inicial de debates locales y sectoriales, culminó con la realización del I Cabildo Nacional de la Cultura en Enero del año 2000. El debate se tradujo, en la elaboración de propuestas para el nivel comunal y para el país, las que conformaron los documentos:
·         "Carta de los Derechos Culturales"
·         "10 propuestas programáticas para la cultura de Chile".
En aquella oportunidad, se aplicó una encuesta evaluativa, relacionada con lo temático. Fueron consultados 100 delegados comunales, y los resultados indicaron que el 82% de ellos, tenían una alta valoración de la amplitud y variedad de temas debatidos en este primer encuentro nacional.
Durante el año 2000, se realizaron Cabildos Interregionales como mecanismo de coordinación y continuidad entre cada encuentro nacional y en ellos se logró rescatar las experiencias exitosas así como reanimar a muchos de los delegados que en sus comunas pudieron arribar a una situación bastante favorable para el desarrollo de propuestas culturales para su localidad, insertos o no en las instancias formales de gestión y apoyo. De igual manera, se pudo constatar las dificultades comunes, las que se fueron transformando en un diagnóstico compartido.
Desde el nivel central, se reconocieron ciertas dificultades de estructuración interna, así como financiera, que hubiera permitido en ese período, apoyar el proceso de manera más decisiva. Sumado a esta dificultad, ha sido una constante, por parte de numerosos gobiernos locales, la falta de sensibilidad hacia el desarrollo de políticas culturales que involucren a la ciudadanía cultural en las comunas.
Como se ha señalado, la modalidad de funcionamiento durante el año 2000 fueron los cabildos interregionales, los que reiteraron algunas dificultades respecto de la gestión de los delegados en sus respectivas comunas. Por este motivo, demandaron para el II Cabildo Nacional y el período que allí se iniciaba, los siguientes desafíos:
·         la existencia de espacios estables de coordinación y apoyo entre los delegados de cabildo de la región y con los de regiones contiguas,
·         mecanismos preestablecidos que permitiesen el flujo de información, destinada a facilitar la gestión y producción cultural local y,
·         acciones que favorecieran el reconocimiento de la instancia cabildo, por parte de las instituciones comunales involucradas en procesos culturales.
Los encuentros interregionales comenzaron a activar los debates en vías a la realización del II Cabildo Nacional de Cultura, programado para Abril del 2001.
De esta manera, durante el evento de abril, se intentó aumentar el flujo de información de apoyo a la gestión y a la implementación efectiva de los acuerdos generados por los delegados. Así, se decidió desarrollar temas sobre la construcción y fortalecimiento de redes de comunicación cultural, divulgación de la existencia y características de los fondos de apoyo a la cultura y las artes, relevamiento del aporte de la Asociación de Municipios(3) a la gestión local y la necesidad de generar alianzas con los jóvenes que participan del Programa Servicio País(4).
Este II Cabildo Nacional, culminó además con la elección democrática de los futuros representantes a las coordinaciones interregionales durante el período 2001-2002 y con planes de trabajo e iniciativas debidamente jerarquizadas y encargadas a alguna comuna responsable, para su efectiva realización. En el proceso de votación participaron 276 delegados territoriales o comunales. Esto corresponde al 81% de las comunas del país.(5)
De igual manera, se establecieron 25 propuestas de políticas nacionales para cultura, que en lo fundamental insisten en la tendencia señalada en los acuerdos del año 2000, vale decir; reforzamiento de la institucionalidad cultural y mayor financiamiento y apoyo formativo para la gestión.
Como ya hemos señalado, se trata de una instancia convocada en tanto espacio soberano y cuya esencia y sentido es el de ser un claustro de ciudadanos independientes y autónomos del poder político, en la generación de iniciativas y en su capacidad de gestión cultural. De esta manera, pensamos que no puede existir dirigismo político en lo temático, muy por el contrario, el Estado convoca a un conjunto de ciudadanos culturales, pero no puede cooptarlos pues este ejercicio de ciudadanía perdería confiabilidad.
Lo anterior, nos ha compelido a asumir una perspectiva de análisis de las resoluciones de carácter nacional que no se concentra en la mirada únicamente cuantitativa y más bien, busca identificar los temas recurrentes que están presentes en la conversación de estos delegados.
En una línea de análisis de discurso, es posible señalar que los temas reiterados, se agrupan en 6 grandes ámbitos:
·         Institucionalidad cultural
·         Financiamiento
·         Infraestructura, patrimonio e identidad cultural
·         Educación artística y capacitación en gestión cultural
·         Pueblos originarios y jóvenes
·         Chile cultural en el exterior
Estas resoluciones constituyen -a la vez que propuestas-, un diagnóstico de valoración de los múltiples movimientos de la actividad cultural en el país en sus distintas instancias públicas estatales y no estatales; gobierno central, legislativo, municipalidades, sociedad civil organizada, todos los que constituyen agentes identificados por ellos y a los que se puede apelar al momento de pensar las políticas para el sector.
La experiencia de estos dos cabildos nacionales, ha implicado para la División de Cultura, seguir asumiendo esta política hasta un período en el cual la nueva institucionalidad cultural, los mayores aportes del Estado a los procesos de creación y, especialmente, el fortalecimiento de la identidad, gestión y calidad de los procesos culturales en la comuna, permitan que se gane en protagonismo y capacidad para participar de manera autónoma como actores constituidos y relevantes en el desarrollo de políticas en las regiones culturales.
Esquema resumen del funcionamiento del Programa, entre 1999 y 2001
Algunos aspectos metodológicos. Premisas básicas
·         El programa Cabildos Culturales, promueve la realización de diálogos y concertación, para la construcción de metas de carácter cultural y realización territorial. De esta manera, los sistemas de votación son subsidiarios a la resolución de dichas metas.
·         Presupone además, el reconocimiento de la calidad de ciudadanos culturales, que ejercen esta categoría social y política en sus territorios, desde una perspectiva discursiva, así como desde una representacional (derecho a voz y voto).
·         El Cabildo Nacional funciona como una instancia soberana (un delegado=una comuna con derecho a voz y voto) y entre la realización de uno y otro encuentro nacional, operan otras instancias de carácter local, regional e interregional.
Modalidad en que se ha desarrollado el diálogo ciudadano
Las diferentes metodologías en que se han desarrollado estos diálogos nacionales, derivan de los objetivos para cada período.
Durante el I Cabildo Nacional, se utilizó la modalidad conversacional derivada de la técnica de “grupos de discusión” que no contemplan la existencia de una pauta de debate, sino más bien una provocación temática inicial muy amplia, pero común a todos los grupos. Cada grupo cuenta con un preceptor no deliberante, de manera que los contenidos específicos sean generados por los participantes, en el orden e importancia que ellos determinen. Esta modalidad funcionó conformándose conglomerados de no más de 25 personas, que generalmente no se conocían entre ellos pues provenían de las distintas comunas del país. Además de los grupos, se realizaron plenarias de presentación de acuerdos, debates y opiniones abiertas.
El II Cabildo Nacional, en cambio, trabajó con grupos conformados por todos los delegados comunales pertenecientes a una misma región, de manera de facilitar la identificación de las particularidades territoriales que les permitieran avanzar en la autonomización y potenciación regional. Los instrumentos utilizados para el trabajo de cada grupo, fueron pautas destinadas a verter las proposiciones en términos de planificación; definición de metas específicas, de plazos, formas de financiamiento, agentes involucrados, entre otros. De esta manera, cada sugerencia y acuerdo tuvo una dimensión no sólo discursiva sino también proyectiva. Esto es, que se expresaron como anteproyectos tendientes a facilitar su realización efectiva, seguimiento y evaluación en las localidades, regiones e interregiones.
Finalmente, y como ya se ha mencionado, se propusieron nombres de delegados territoriales y especiales, para ejercer como mensajeros de las regiones ante las Coordinaciones Interregionales. Estas últimas serán el nexo entre cabildantes, hasta la realización del III Cabildo Nacional de la Cultura.
Ponderación de la votación como modalidad de priorización
En ambos Cabildos Nacionales, se ha considerado la necesidad de realizar votaciones. El sistema recoge un rasgo de la cultura de participación ciudadana, muy arraigado en la sociedad chilena. Sin embargo, se intenta que el rol de este procedimiento no sea de exclusión, vale decir, que las propuestas con más adhesiones, no eliminen a las minoritarias, sino que opere como un mecanismo de jerarquización del conjunto de las iniciativas (6).
En relación a la priorización de propuestas interregionales y nacionales, cada delegado tuvo derecho a un solo voto, por lo cual la cantidad de adhesiones a 1 propuesta, aparece como dispersa y poco abultada.
Si cada delegado hubiese podido votar por más de una prioridad, las cifras de adhesiones habrían sido superiores, pero no se trataba de concentrar los votos en una para eliminar otras, sino que establecer hacia donde concentrar esfuerzos para identificar las preocupaciones y lineamientos políticos de este grupo de ciudadanos culturales delegados a la instancia nacional.
III. SENTIDOS Y APRENDIZAJES
“ Ciudadanos... a las almas” (Roberto Matta(7))
Con la sub-versión humanista de esta arenga guerrera republicana, Roberto Matta apela a un protagonismo social, radicado en los lazos espirituales e intangibles de los pueblos: su cultura.
Este protagonismo cultural aparece históricamente como una dimensión por la que transitan los cambios de las sociedades y los individuos. La crisis de los modelos de participación política y social, han permitido resignificar los espacios de la expresión cultural, como los campos en los que espontáneamente se busca la transformación. Al mismo tiempo, la producción y creación cultural aparecen ligadas a los procesos de reconstrucción de identidad y de gestación de alternativas de cambio social.
Pareciera que la demanda por la restitución de una imagen país, por el sueño colectivo, deambula en los discursos de participación, pero sin duda que uno de los debates que emerge tras el despliegue de esta iniciativa de participación ciudadana, nos obliga a situarnos en la cómoda esquizofrenia del observador social, que confía esencialmente en el ser-humano y en su capacidad colectiva de producir cambios, pero que, sin embargo, le demanda a los monstruos modernos; Estado y Mercado, que cumplan con los roles que justifican sus existencias.
Por su parte, los teóricos del contrato social defendieron al Leviatán como redimidor del “hombre salvaje”, del hombre “en estado de naturaleza”, para así hacerlo transitar camino a la felicidad. Los liberales mercantiles, por su parte, han tenido la posibilidad histórica de demostrar las ventajas de la autoregulación de la oferta y la demanda, pero hasta acá no han logrado la armonía del equilibrio esperado.
Para nuestros países, estas invenciones de la modernidad han sido algo más absolutistas que liberadoras o protectoras, cada cual los ha percibido en su momento como: "chupa-ciudadanos”, “chupa-tributadores “chupa-consumidores”, “chupa-votantes”, chupa algo, pero de cualquier manera perversos y escasamente operadores y regentes de la soberanía popular, salvo muy contados momento o excepciones.
Pedro Güell nos aporta una mirada crítica respecto de los roles que aún tendrían en el nuevo escenario, el Estado y el Mercado, para el caso chileno:
Esta imagen y práctica del orden social común, ha cambiado en los últimos veinticinco años. La ruptura del matrimonio exclusivo y dependiente de la sociedad con el Estado, es un rasgo fuerte de esta época. Ni el Estado ni la política definen y sustentan ya por sí solos el orden social común, ni los actores sociales dependen de ellos para existir socialmente. Este cambio no es el resultado de un movimiento emancipatorio de los actores sociales. Ha dependido más bien de la decisión del Estado bajo la dictadura de entregar la organización de la sociedad al Mercado y bajo la transición de entregarla a las dinámicas de la modernización. En este cambio la sociedad misma va a rezago.
El Mercado y las modernizaciones institucionales -desde la reforma judicial a la doble jornada escolar pasando por las nuevas carreteras concesionadas- aportan sin duda nuevas oportunidades y nuevas relaciones a los individuos. Pero ellas se han mostrado empíricamente débiles para proporcionar una imagen de orden colectivo. No ofrecen un lenguaje público, tienen dificultades para promover vínculos de confianza y cooperación, o una práctica de responsabilidades sociales o una estructura confiable de protección social. Es decir, ya por principio o por opción, ni el Mercado ni las modernizaciones (del estado) son suficientes para construir los materiales estrictamente sociales que requiere la integración, el desarrollo y la democracia. (Güell:2001)
La insistente apelación de la ciudadanía chilena al Estado, no sólo es producto de lo imponente de éste en la conformación de la nación, sino que responde a una preocupación de períodos de debilitamiento institucional, y en lo personal me repone la justificada pregunta anarquista: ¿si no tenemos soberano, estamos obligados a crear uno?.
La tensión de los debates contemporáneos, han ido dibujando una tendencia creciente a la apuesta por el fortalecimiento del actor social, vale decir del sujeto asociado que se enfrenta a estas monstruosidades, mancomunadamente. Este denominado Tercer Sector, en mi opinión, ha sido históricamente y como dicen en nuestro país, el “jamón del sándwich” de la modernidad.
Más allá de este aporte que comienza a tener importantes adeptos, en la esfera de la cultura, el proceso de crecimiento protagónico de los actores sociales, es algo más estimulante que en otras áreas donde tradicionalmente estábamos acostumbrados a verlos; gremios, sindicatos y partidos políticos.
Los efectos de que el Estado se involucre como facilitador de estos procesos de participación ciudadana, no sólo tienen basamento en la tradición de pater familia que ha cumplido el estado históricamente, también lo tienen en el proceso mismo que se desata; en la comunicación y organización que se despliega, en el proceso de aprendizaje de ejercicio ciudadano, en la restitución del reconocimiento. Las votaciones (derecho a voto), el rigor o nivel de información de las opiniones y discursos de participación, los carnet de ciudadano cultural, y los documentos que de cada proceso se generen, son lo menos importante, no alcanzan a la categoría de simbólicos. Sí lo son las redes y la experiencia de intercambio, la sensación de pertenencia e identidad, la recuperación de confianza, entre otros micro procesos de compleja medición estadística.
En el amplio espacio de ser cultural, la magnifiscencia del humanismo moderno, aporta en humildad y grandeza haciendo referencia a la condición humana como medida de todas las cosas. Pero en esta manera de hacerse -que estuvo a la base de la construcción de nuestras sociedades-, los actores de la débil modernidad del siglo XX, fueron elites burguesas emergentes insertas en un Estado poderoso, y teniendo como base una ciudadanía; electoral, de trabajadores, artistas o intelectuales.
Actualmente, el modelo social y político, derivado del despliegue de estructuras de producción e intercambio económico, ha generado la irrupción de nuevos actores quiénes han contribuido a la producción de riqueza material e intangible; los productos y las obras, los discursos y las ideologías, los servicios y los proyectos de vida y trascendencia, trayendo aparejadas alteraciones que pueden ser una gran posibilidad de repensar un humanismo menos despótico.
En lo fundamental, habrá que reponer una gramática más humanitaria y ambientalista que la mercantil en el ámbito cultural, no creemos que pueda reemplazarse el ciudadano por el mero consumidor pasivo, no es posible pensar en trasladar el complejo ejercicio de la dignidad y el desarrollo, a las condiciones que dictan otras lógicas que suponen el desaparecimiento de relaciones de pertenencia social y territorial. (Soto:2000)
En el escenario actual, -de impactante revolución tecnológica-, los mensajes y discursos dominantes, provienen de estos actores con sus respectivos nuevos roles; son los políticos insertos en un Estado que se pretende técnico y expectante, empresarios desterritorializados, consumidores compulsivos, así como creadores y pensadores de muy diverso cuño y motivación.
Los mecanismos de intercambio y circulación de sus mensajes son principalmente los medios de comunicación, los mercados diferenciados y los múltiples espacios de entrada y salida funcional a proyectos de vida cada vez más individuales.
En este espacio de relaciones, se sitúa el desafío de pensar y repensar desde una mirada humanista: los mensajes, sus actores y roles y los múltiples medios de que disponemos para su circulación e intercambio. Nuestro viejo Leviatán, debiera ser un sabio relator de las experiencias de esta modernidad inconclusa, para no volver a perder su rol creador, sin el que no existirían nuestras sociedades cargadas de simbolismos e identidades que él mismo procuró y vociferó a todos los vientos vecinos, para demarcar territorio aún avanzado el siglo XX.
A veces nos trastocamos por el impacto que nos producen las nuevas tecnologías, la alucinación pavorosa de Internet, o los debates sobre el rol más o menos protagónico del Estado y el Mercado, pero cuando aparece un mensaje que haga sentido en las emociones y sentimientos de la gente, de manera mágica se echa a correr y nadie lo puede contener. La obra es el primer generador en la cadena de riqueza material y simbólica del arte y la cultura de los pueblos y a su vez, se constituye en su mensaje. No habría mensaje, ni propuesta con sentido, sin el sujeto que antes vivencia y experimenta en comunidad.
El Estado se debe a las personas que lo sustentan dentro de un territorio y en el ámbito de las artes y la cultura, estos son los creadores y los recreadores de identidad, la mayoría y las minorías, los marginales y los integrados. El Estado y el Mercado son mecanismos creados por el hombre para vivir en sociedad y no son actores generadores en si mismo de mensajes, no pueden trastocarse los roles ni podemos creer que el medio es más importante que el mensaje.
Mientras la velocidad de las transformaciones tecnológicas supera cualquier experiencia civilizatoria anterior, en cuanto al impacto de las mismas, la cultura marcha en tiempos muy diversos incluso a las que se generan como producto de las relaciones sociales y sus coyunturas. De esta manera, los Estados se enfrentan a desafíos de cohesión interna y eficiencia, mientras estos impactos van generando nuevas formas de desigualdad económica, social y cultural inclusive.
La vinculación retórica en que se ha incorporado el debate sobre el “rol de la cultura en el desarrollo”, está entrampado en múltiples nudos; conceptuales, de rentabilidad, de su ubicación respecto del status de las elites o de bienestar de la población, entre otros.
En los debates internacionales, queda claro que el despeje de estos entrabamientos radica en avanzar hacia un posicionamiento ampliado del universo a administrar. La comprensión de la cultura como sector constituye un considerable aliciente ya que se comienza a comprender su importancia en el desarrollo global de las sociedades inmersas en los cambios mencionados.
La participación ciudadana en la definición de políticas públicas, es una tendencia que en el ámbito de la cultura se ha plasmado en una serie de iniciativas que encuentran, en la población convocada, mucho asidero.
Para el caso chileno, habría que señalar que, aunque nuestra sociedad se ha caracterizado por ser poco permeable al cambio, es posible percibir hoy, a pesar de su aparente invisibilidad, la presencia de variadas expresiones culturales que dan cuenta de una búsqueda de nuevas estéticas y lenguajes, que animan con renovados flujos creativos, la convivencia social.
No obstante este diagnóstico, nosotros apostamos a que el reconocimiento de las particularidades culturales territoriales, abre hoy como nunca, las posibilidades de plantearse un futuro de nuevas representaciones identitarias nacionales, que vayan más allá de la política, pero que además respondan al reclamo por una existencia y convivencia solidaria y de cooperación social y con absoluto respeto a las híbridas micro realidades y a las mixturas emergentes.
Pensamos que a nivel estatal, en primer lugar, es fundamental re instalar principios básicos sobre los cuales se avance a una institucionalidad cultural futura. Esta transición no debe contemplar sólo aspectos e iniciativas institucionales, sino que además debe ser un proceso paralelo y de igual relevancia, al apoyo a las propias dinámicas culturales que los creadores desarrollen. Vale decir reponer desde el Estado su compromiso -de voluntad y material- hacia la cultura, y a la vez, estrechar lazos y crear vínculos que permitan rescatar lo abandonado, promover el acceso de todos a la cultura y respaldar las nuevas expresiones.
El desafío es entonces, asumir que este sector es el generador esencial de la mentalidad y por tanto es un universalizador que abraza a la sociedad circularmente, posibilitando este pensarse y desearse colectivamente.
Referencias
Aceves Lozano, Jorge E. 2001. “Ciudadanía ampliada. La emergencia de la ciudadanía cultural y ecológica”. Instantáneas en temas de comunicación. Razón y Palabra, N· 5, Año 1, diciembre-enero 1996-97. Ciesas-México. En: sitio web: www.cem.itesm.mx/dacs/publicaciones/logos/anteriores/n5/ciudad.htm
Di Girólamo Carlini, Claudio. 1998. “Ciudadanía Cultural: una carta de navegación hacia el futuro”. Intervención en plenaria de la Conferencia Intergubernamental Sobre Políticas Culturales. Estocolmo, Suecia. En sitio web: www.mineduc.cl/cultura/doc/ciudadania
Güell Villanueva, Pedro. 2001. “Los cambios sociales en Chile y el nuevo contexto y sentido de la participación ciudadana. Algunas preguntas y desafíos”. En: Ciudadanía en Chile. El desafío cultural para el próximo milenio. Ministerio Secretaría General de Gobierno. División de Organizaciones Sociales. Capítulo I, página 25. En sitio web: www.tolerancia.cl/ciudada.html
Soto Labbé, Paulina. 2000. “Cartografiando la australidad”. Ponencia presentada en el encuentro: La cultura iberoamericana de cara al 2000. Retos y cifras. Córdoba, España. Mimeo, Centro de Documentación. División de Cultura-MINEDUC. Santiago, Chile.
Zapata-Barrero, Richard. 2001. “Ciudadanía, democracia y pluralismo cultural: hacia un nuevo contrato social”. Col. Libros de la Revista Anthropos. Editorial Novedad. En sitio web: www.aecpa.es/aecpa/asoc/avisos/164.htm
Notas
(1) La División de Cultura es el organismo estatal que tiene a cargo la definición de políticas públicas de extensión y fomento a la cultura, así como la implementación de programas y proyectos de ellas derivadas. Tiene representación descentralizada en todas las regiones del país y actualmente depende del Ministerio de Educación. En estos momentos se encuentra en el Parlamento, un proyecto de Ley que creará el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, con rango ministerial, el cual quedará conformado en primera instancia, por la actual División de Cultura.
(2) Esta fue la frase de convocatoria que se desplegó por todo el territorio y la que orientaba a iniciar un diálogo muy abierto a las aspiraciones y expectativas culturales más sentidas de la población.
(3) Es la instancia de coordinación de las municipalidades del país, las que administran a los 342 territorios comunales. Estas municipalidades están gobernadas por un Alcalde, autoridad de elección popular.
(4) El Servicio País, es un programa de Estado, que financia pasantías de profesionales recién titulados, en zonas apartadas y marginalizadas del país, priorizando por la presencia de aquellos que puedan aportar con sus conocimientos y especialidades a las necesidades propias de estas comunidades.
(5) Durante este encuentro nacional, se les entregó credenciales de delegado de cabildo a los participantes como un instrumento de presentación y de indudable valor simbólico, desde el punto de vista de la pertenencia y la membrecía.
(6) El sujeto político moderno, se inscribe en la aceptación de la 'universalidad' y la 'igualdad', pero también en la 'inclusión' de las necesidades específicas, diversas, de lugares diferentes, de prácticas plurales, etc. La cuestión central es que la noción de 'ciudadano' no reduzca, no elimine las distintas particularidades; por lo que se reconoce una tensión en el concepto de ciudadano expresado, ya que incluye "lo compartido - común", pero no necesariamente las membrecías particulares (Aceves:2001).
(7) Roberto Matta es un connotado artista plástico de origen chileno, residente en Francia .