(Segunda
y última parte)
Lourdes Hernández Quiñones
En la primera parte de estos
dos artículos nos referimos a la delicada relación entre patrimonio y turismo
cultural, a partir de lo señalado en el libro Gestionar el patrimonio en tiempos de globalización, editado en el
año 2010 por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa y Juan
Pablos Editor, como parte de la colección Biblioteca
de Alteridades, que fuera coordinado por Eduardo Nivón y Ana Rosas
Mantecón. Hicimos mención del concepto gentrification,
utilizado por primera vez por Ruth Glass en 1963, para “designar el proceso de
reocupación y elitización de antiguos barrios del centro de Londres” y de cómo
tal concepto permeó las políticas urbanas en el mundo con los consecuentes
riesgos para el patrimonio.
Sobre el mismo tema, Ana
Rosas Mantecón ha intitulado su artículo incluido en este libro, El giro hacia el turismo cultural:
participación comunitaria y desarrollo sustentable, en el que plantea que
ante la crisis del turismo de masas se presenta el reto de desarrollar un
turismo sustentable en lo ecológico, lo cultural, lo social y lo económico, y
éste es el vinculado con el patrimonio. Rosas Mantecón aborda un tema delicado
y polémico: la importancia de los medios de comunicación para la difusión del
patrimonio, tanto local como global, pero al mismo tiempo su contribución a la
banalización de las producciones culturales con la espectacularización de la
vida misma. “Los gobiernos y las empresas multinacionales que ahora también
gestionan el patrimonio son generalmente promotoras de uniformidad; en su
búsqueda por atraer a los turistas, apelan a manifestaciones que homogeneizan
las particularidades culturales”, dice la especialista en consumo cultural y
recepción artística. Ante tal amenaza para la diversidad cultural, señala Rosas
Mantecón, se requiere desarrollar una oferta cultural basada en la autenticidad
y en acciones que promuevan la sensibilización de los visitantes hacia el
patrimonio natural y cultural.
Por tal motivo, la
especialista plantea que en los tiempos de globalización se requiere conciliar
ambas actividades, turismo y preservación del patrimonio, para lo cual es
necesario que se establezca un diálogo entre todos los actores involucrados con
el propósito de definir estrategias de planeación, desarrollo, promoción y usos
de los espacios patrimoniales. “El patrimonio puede ser impulsado y aprovechado
en sus posibilidades de generación de empleo y recursos, pero también de
enriquecimiento cultural de la ciudadanía por medio de la recreación de
identidades, incorporación de valores culturales contemporáneos y
fortalecimiento de canales de participación social”, concluye Rosas Mantecón.
Silvana Rubino, del
Departamento de Historia de la Universidad
Estadual de Campinas, Brasil, retoma el concepto de gentrification en el artículo Ni
terminadas ni lindas: ciudades y gestión de la memoria. Si bien se refiere
a lo ocurrido en Brasil, las situaciones que plantea encuentran su reproducción
en la mayoría de los países de América Latina, en las que los afanes
modernizadores van ganando terreno a lo local. Allí, en el centro histórico de
Salvador, en el estado de Bahía, se llevó a cabo un proceso de gentrification a través del cual el espacio
fue ocupado por la iniciativa privada para usos comerciales orientados al
turismo, principalmente tiendas, bares,
restaurantes y, posteriormente, posadas y hoteles. Como consecuencia de lo
anterior, la población originaria fue expulsada, residiendo lejos de sus
lugares de antaño o sólo retornando al barrio en la precaria condición de
prestadores de servicios.
La sujeción a los intereses
mercantiles y turísticos ha incidido, en casos como el mencionado, en la
exclusión de los pobladores originales de los barrios y ciudades, así como en
la pérdida de identidades locales. Ha faltado entablar un diálogo cultural para
la definición de políticas culturales que garanticen la preservación y cuidado
del patrimonio con respeto a las construcciones simbólicas de los distintos
grupos de población en el mundo.
Paralelamente, urge
incentivar políticas de desarrollo urbano con miras a la consideración de los
patrimonios, las diversidades, las necesidades de los pobladores. No pueden
existir procesos de gentrification,
si a la par no se responde a los requerimientos de vivienda, de vialidad o
alumbrado público; sólo se puede pensaren una ciudad que responda a los
intereses del turismo, si en ésta están cubiertos los servicios básicos de toda
la población. En la acción de gobernar, se trata de fomentar una acción
horizontal en la que prive la posibilidad del diálogo como premisa para la
construcción de nuevas ciudades, incluyentes y promotoras del bienestar común.