Lourdes
Hernández Quiñones
A
casi diez años de que la UNESCO formulara la Convención para la Salvaguardia
del Patrimonio Cultural Inmaterial, nuestras herencias identitarias continúan
enriqueciendo los rostros de los pueblos y el panorama de diversas expresiones:
danzas, idiomas, gastronomías y otras más que sobreviven hasta el día de hoy
gracias a la fuerza de las comunidades que reconocen en ellas las construcciones
simbólicas que orientan, dan sentido y sustento a sus vidas. La reflexión en
torno al patrimonio cultural inmaterial constituye, por ello, la oportunidad de
revisar estas herencias culturales bajo la mirada de las comunidades donde han
surgido y se han desarrollado, a la par de reconocerlas como procesos
culturales vivos y en constante transformación.
Recientemente
fue publicado el libro Compartir el
patrimonio cultural inmaterial: narrativas y representaciones (1),
coordinado por Lourdes Arizpe, quien ya en otros momentos nos había obsequiado
dos hermosas ediciones sobre el tema con el sello de Miguel Ángel Porrúa y el
Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la Universidad
Nacional Autónoma de México, titulados El
patrimonio Cultural Inmaterial de México. Ritos y Festividades y El patrimonio cultural cívico. La memoria política como capital social.
Coeditado
por la Dirección General de Culturas Populares del Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes y el Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias
de la UNAM, como parte de la colección Memoria histórica, el libro Compartir el patrimonio cultural inmaterial:
narrativas y representaciones presenta artículos de varios académicos,
quienes coinciden en que debe ser la voz de las comunidades, la que guíe la
selección del patrimonio cultural inmaterial con miras a su salvaguardia, por
tratarse de una herencia viva relacionada con la construcción permanente y
cambiante de identidades, así como de procesos simbólicos que constituyen las
culturas de los diversos grupos sociales. Asimismo hay planteamientos críticos
en torno a los mecanismos establecidos por la UNESCO para seleccionar las expresiones propuestas para ser incluidas en la Lista representativa
del Patrimonio Cultural Inmaterial, de acuerdo con la Convención para la
Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, dejando tal facultad a los
Estados y no a las comunidades.
Lourdes
Arizpe organizó los artículos de este libro en cuatro partes: 1) El patrimonio
cultural inmaterial, un legado para compartir; 2) Patrimonio lingüístico,
literario y cosmogónico; 3) Música: los giros de un patrimonio vivo; y 4) Patrimonio
Cultural Inmaterial y migración; estructura que permite al lector asomarse por
diversas miradas en torno a la cultura inmaterial, a partir de discursos que
confluyen por múltiples direcciones.
Cécile
Duvelle, Jefe de la Sección del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO,
titula su texto “Los instrumentos normativos internacionales de la UNESCO sobre
cultura: una mirada al pasado, una mirada al futuro”; hace referencia a los 878
sitios culturales, naturales o mixtos que se han inscrito en la Lista del
Patrimonio Mundial y destaca que la Convención para la Salvaguardia del
Patrimonio Cultural Inmaterial de 2003 resulta trascendente para la
preservación de las especificidades de las culturas y permite reconocer que se
trata de un patrimonio vivo, fundamental para la continuidad de las comunidades
en las que se crea, transmite y recrea: “la
Convención confirma el carácter vivo del patrimonio inmaterial a diferencia de
la conservación de formas petrificadas del patrimonio”, señala Duvelle.
Lourdes
Arizpe, en “Fusión y fricción en la creatividad cultural”, destaca la importancia
del patrimonio cultural inmaterial, ya que éste promueve una diversidad que es
indispensable para la cooperación mundial y la sustentabilidad. Por otro lado,
se refiere a los alcances de la
Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de 2003, en
tanto que busca un equilibrio entre lo individual y lo comunitario. Dado el
carácter cambiante del patrimonio cultural inmaterial, por ser un patrimonio
vivo, la investigadora del CRIM-UNAM plantea la urgencia de reflexionar en torno
a los procesos metodológicos para reconocer y registrar aquellas producciones
culturales que merecen ser incluidas en la lista para su preservación. Así, el título del texto de Arizpe hace referencia a uno
de los temas fundamentales para la cultura en el siglo XXI al que ya Néstor
García Canclini, especialista en cultura, se había referido como la hibridación de las culturas; es decir,
al ampliarse las posibilidades de comunicación y reducirse las distancias
gracias a los adelantos tecnológicos, los pueblos tienen influencia unos en
otros, de manera recíproca: “Reconociendo
que si una manifestación comparte influencias culturales, éstas corren en ambas
direcciones. De esta manera puede asegurarse el reconocimiento de la
interculturalidad, es decir, la bidireccionalidad que hace que todas las
culturas, aun aquellas consideradas como subalternas, tengan posibilidad de
influir incluso sobre las dominantes:” (Arizpe, 2011).
En
este mismo sentido se expresa Yvon Le Bot, investigador del Centre d´Analyse
et d´Intervention Sociologiques (CADIS),
École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) y Centre National de la
Recherche Scientifique (CNRS) en el texto “Migrantes transnacionales y
reconstrucciones culturales”, cuando señala “El
Patrimonio Cultural Intangible de los migrantes no se constituye meramente por
los elementos culturales que llevan con ellos desde su salida de la comunidad o
del barrio, sino por lo que van transformando e inventando en el camino, en el
país de llegada, en sus idas y vueltas” .
El
libro Compartir el patrimonio cultural
inmaterial: narrativas y representaciones plantea cuestionamientos y análisis de
valor para la valoración profunda y auténtica de este patrimonio. A nueve años de que fuera aprobada la
Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, sería
importante revisar los mecanismos para el registro e inventario de este
patrimonio, y ampliar la participación de las comunidades para definir aquellas
expresiones que a su juicio merecen ser inscritas en la lista de la UNESCO, por
ser elementos constitutivos de su identidad, con el propósito de evitar que intereses
políticos o económicos se impongan sobre los culturales.
(1) Arizpe
Lourdes (coordinadora), Compartir el
patrimonio cultural inmaterial: Narrativas y representaciones, México,
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y Universidad Nacional Autónoma de
México, 1ª edición, 2011.