Lourdes
Hernández Quiñones
Universidad
Pedagógica Veracruzana
(Ponencia
presentada durante el Coloquio de Investigación “La Gestión Cultural en México.
Reflexiones desde lo local”, realizado los días 20 y 21 de junio en la ciudad
de Xalapa, Veracruz)
Compartiré
con ustedes algunos comentarios y consideraciones en torno a la Feria Nacional
del libro Infantil y juvenil que tuve la fortuna de coordinar durante
diecisiete años, en la ciudad de Xalapa, y que afortunadamente es un proyecto
que sigue vivo en la escena cultural.
I.Prólogo
En
el año de 1990, la Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para
la Cultura y las Artes en coordinación con diversas instancias estatales dieron
inicio al Programa de Fomento a la Lectura Las
Cuatro Estaciones del Libro. El nombre de dicho proyecto no era gratuito.
Se trataba de desarrollar actividades con cierta regularidad, para promover la
lectura al iniciar, cuando menos, cada una de las estaciones del año:
primavera, verano, otoño e invierno; la iniciativa contemplaba, fundamentalmente,
la realización de ferias del libro en cada una de las entidades de nuestro país. El Programa de Fomento a la
lectura estableció una serie de lemas para dar continuidad a las acciones:
“Recibe la primavera con un libro”, “Este verano, vacaciona con un libro”, “En
otoño los libros no se deshojan” y “En invierno los libros piden posada”.
El
propósito que se perseguía con diversas actividades de fomento a la lectura,
entre las que estaban las ferias del libro, era sumarse a la propuesta de la Asamblea
General de las Naciones Unidas para desarrollar un Plan que erradicara el
analfabetismo en el mundo antes del año dos mil. A trece años de que finalizó
el milenio, lamentablemente no se logró el propósito planteado por la ONU: En
Veracruz tenemos, todavía, 11.4% de analfabetas del total de su población, es
decir, 871 mil 324 de personas que no saben leer no escribir (1); en
México existen casi 7 millones (2); y
en el mundo, 793 millones (3).
A
partir de ese año nacieron varias ferias del libro Infantiles y juveniles. De
las que surgieron hace 24 años, sólo
subsisten la de León, Guanajuato, que por cierto ya no lleva el adjetivo de
Infantil y Juvenil, y la de Xalapa,
Veracruz; aunque hay que decir que a lo largo de este casi cuarto de siglo, han
nacido otras ferias y festivales en torno al libro y la lectura y, lo más
importante, numerosas iniciativas para promover la lectura desde instituciones
públicas y privadas y desde la sociedad civil.
II:Las
primeras páginas
La
Feria del Libro Infantil y Juvenil de Xalapa surgió, como ya se dijo, en el año
1990, en un contexto ideal para su desarrollo, bajo la tutela de la Secretaría
de Educación y Cultura (en ese entonces, en el estado de Veracruz, la cultura todavía estaba vinculada con el
sector educativo). Dada la estructura de esta dependencia, donde se encontraba
la Coordinación estatal de Bibliotecas, el proyecto quedó en la Dirección
General de Educación Popular cuyo titular era el Maestro Francisco Alfonso
Avilés; y por estar al frente del Departamento de Prensa y Ediciones
Pedagógicas, se encomendó a la autora de estas líneas la responsabilidad para
coordinar el proyecto naciente, junto con un equipo extraordinario de la
Secretaría mencionada y, además, la suma de otras instituciones de gobierno
como el Instituto Veracruzano de la Cultura, el Ayuntamiento de Xalapa, la
Procuraduría Federal del Consumidor y la Universidad Veracruzana. Todas estas
dependencias asumieron como propio el trabajo. Es importante subrayar que en esa
época existía en Veracruz y en cada una de las entidades del país, el Comité
Sectorial de Educación Pública, Cultura, Recreación y Deporte, COSECRED
(4) organismo que coordinaba las actividades que
se desarrollaban en esos rubros. En el caso de Veracruz, dicho comité operaba
bien, permitía sumar esfuerzos, optimizar presupuestos y evitaba duplicar acciones. Además, en ese
momento las instituciones públicas todavía tenían credibilidad.
Eran
momentos para crear, para inventar, para construir cimientos sólidos y sentar precedentes.
La oferta cultural que existía en la ciudad de Xalapa en ese momento se
limitaba a la de la Universidad Veracruzana; la naciente Secretaría de
Educación y Cultura desarrollaba apenas algunas acciones. Sin embargo, existían
pocas actividades y el movimiento artístico independiente era todavía incipiente
en la escena cultural. La población de la ciudad de Xalapa en el año 1990 era
de 288 mil 454 habitantes (5). En
ese contexto y bajo el amparo institucional del Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes y la Secretaría de Educación y Cultura del Gobierno del
Estado de Veracruz se inaugura la Primera Feria Nacional del Libro Infantil y
Juvenil con el inicio del verano en el Colegio Preparatorio de Xalapa, un
histórico y hermoso edificio del siglo XIX.
Durante
el primer año de la feria fue muy importante la asesoría de la Dirección
General de Publicaciones de CONACULTA, pues
los organizadores locales no habíamos tenido una experiencia similar. Así, el
programa de actividades se constituyó de acuerdo con el esquema que se seguía
para la organización de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil, FILIJ:
talleres, presentaciones editoriales, conferencias, mesas redondas, ciclo de
cine, grupos artísticos y actividades especiales. A partir de la segunda feria
los contenidos se definían colectivamente en reuniones a las que asistían los
representantes de las diversas instituciones participantes De esta manera, la
Feria empezó a reconocerse como un espacio cultural que promovía el encuentro
de lo nacional con lo local.
III.
Otros rostros, otros quehaceres
Durante
23 años la Feria Nacional del Libro Infantil y Juvenil ha pasado por cinco
gobernadores, seis Secretarios de Educación y 9 directores del Instituto
Veracruzano de la Cultura. La feria ha vivido lo bueno y lo malo que significa
estar bajo la tutela de las instituciones públicas.
Hoy
presenta un rostro distinto al de 1990; quizás un tanto desgastada, víctima de
varios factores, entre los que se encuentra la reducción de su presupuesto,
pues se hace sólo con lo destinado por CONACULTA y la aportación del Gobierno
del Estado es mínima; asimismo sufre las consecuencias del crecimiento de la
ciudad y del aumento en el número de sus habitantes. Sin embargo, los “niños
feria” (como se llaman orgullosamente aquellos jóvenes que crecieron con la
feria del libro) hoy son papás que
llevan a sus hijos a la feria; y los padres de entonces, se pasean por el
recinto acompañados por sus nietos. La Feria es una actividad que pertenece a
varias generaciones y, por ello es querida y reconocida por muchos como propia,
pues en sus instalaciones se han construido múltiples historias personales y
familiares, de la propia ciudad y del
estado. Gracias a la movilización de la población y de los libreros locales, se
logró evitar que en el año 2005 la Feria del Libro Infantil y Juvenil se
fusionara con la Feria Internacional del Libro Universitario. Por razones
desconocidas, el entonces Secretario de Educación y Cultura, consideró que la
Feria del Libro Infantil y Juvenil debía
desaparecer. Afortunadamente pudo evitarse lo anterior y ahora Xalapa es una
ciudad afortunada pues cuenta con dos ferias del libro en el año, con dos
perspectivas diferentes.
IV.Los
rostros culturales de Xalapa: consumo y oferta cultural ante el nuevo milenio
La
Feria Nacional del Libro Infantil y Juvenil es un proyecto vivo y, por ello,
resulta afectada por los contextos locales, nacionales y globales. Las
circunstancias que rodearon su nacimiento, en 1990, ya no son las mismas 23
años después. Actualmente, y de acuerdo con las últimas cifras del, INEGI, la población de
Xalapa es de 457 mil 928 habitantes, es decir, casi 170 mil
habitantes más que cuando inició el proyecto Las cuatro estaciones del libro.
Los que vivimos en esta ciudad hemos visto
con preocupación cómo a partir del año 2000, se inicia un proceso de
crecimiento desordenado e intenso que ha modificado los hábitos de sus
pobladores: nuevas plazas comerciales han suplido a los lugares de reunión
habituales como parques y cafés; el centro de la ciudad es cada vez más caótico
por la cantidad de vehículos, y las personas prefieren encontrarse en sitios
donde haya espacio para estacionar sus coches. Así, parte del consumo cultural
se ha reubicado en estos nuevos lugares de encuentro. Por otro lado, las
condiciones de inseguridad que privan en muchas de las ciudades del país, se
han extendido también a Xalapa y, por ello,
los pobladores han modificado sus hábitos recreativos, alejándose de los
espacios públicos para recluirse en zonas privadas donde se sienten más
tranquilos.
Xalapa era una ciudad tan segura hace veinte
años, que hubo un tiempo en que a la Feria Nacional del Libro Infantil y
Juvenil de Xalapa, se le llamó la guardería más grande de la ciudad, pues los
padres de familia dejaban a sus hijos en la mañana en la puerta del Colegio
Preparatorio, sede de la feria, aun cuando no habían abierto las instalaciones,
los recogían a la hora de la comida o los llevaban con su lunch, y por la tarde se encontraban con ellos en el recinto
ferial para disfrutar juntos algunas de las actividades. Sucedió alguna mañana
que un pequeño de seis años, inquieto ya porque se hacía tarde para irse a la
feria, y no quería perder su lugar en los talleres, mientras la mamá se bañaba
decidió adelantarse y se fue caminando al recinto ferial. Claro, cuando la mamá
salió del baño y no lo encontró se preocupó horriblemente, pero imaginó que
Ángel se había ido a la feria, por lo que presurosa se fue a buscarlo a uno de
los talleres que más le gustaban y allí lo encontró.
En la última década se han modificado las
prácticas y hábitos culturales, así como las formas en que nos apropiamos de
los bienes y servicios culturales, esto, como resultado de los cambios en las
formas de concebir el tiempo y el espacio, resultado del desarrollo acelerado
de las tecnología de la información. En este proceso la sorpresa y la capacidad
de asombro han disminuido y, con ello, cada día es más difícil seducir a la
población para que acuda a nuestras actividades culturales. ¿Cómo lograr que un
niño se sienta atrapado, fascinado por algo, si cotidianamente encuentra esa
posibilidad a través del uso de las nuevas tecnologías de la información, si
con sólo tener en la mano un celular o una Tablet,
puede trasladarse a otros países, a otros planetas?
Hace más de veinte años, el escenario
cultural y creativo era habitado por escritores, pintores, músicos, escultores,
artesanos, actores, sus obas y producciones. El mundo de la imaginación, el
pensamiento y la creatividad nos era compartido por artistas e intelectuales.
Ahora, el papel principal en el terreno de la imaginación pareciera estar
ocupado sólo por las nuevas tecnologías y aquellos que desarrollan todas sus
posibilidades.
En algún momento, la Feria Nacional del Libro
Infantil y Juvenil construyó su propio espacio que llamó Casa del Cuento, lugar donde se creaban escenografías que
representaban escenas de algunos libros para niños, donde también tenían lugar
actividades de fomento a la lectura, actuación de cuentacuentos y concursos
para los niños. Era, afortunadamente, un espacio muy visitado por niños y niñas
acompañados por sus papás, pues era la posibilidad de entrar al espacio
poético, a ese lugar de imaginación.Hoy ese espacio ya no existe.
En el año 1995, Fidel, un niño de ocho años,
me entregó una carta que como despedida decía: “Quiero que la feria del libro
dure todo el año”. Me atrevo a afirmar que por muchos años, la Feria Nacional
del Libro Infantil y Juvenil logró hacer realidad los sueños de muchos niños,
jóvenes y adultos. Apenas en el año 2012, cuando visitaba la feria como público
y ya no como coordinadora, se me acercó una mujer que había sido “niña feria”
para reclamarme que ahora con sus dos hijos ya no encontraba la oferta cultural
que había disfrutado hace quince años.
Si bien el modelo de planeación cultural
empírica que se empleó cuando surgió la Feria Nacional del Libro Infantil y
Juvenil resultó exitoso, ya no es posible continuar con dicho esquema. Se requiere hacer una revisión y autocrítica
de las formas de organizar la acción cultural, en particular la referente a la
promoción de la lectura, así como las carencias que se tienen en la gestión
cultural en Veracruz para la formación de públicos nuevos. Hay que devolver la
mirada hacia el espacio público y aprovechar la información cultural que nos
permita tomar mejores decisiones para fortalecer nuestro trabajo de gestión.
Por ejemplo, la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales
que publicara el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en el año 2010 (6), arroja información muy valiosa para la planeación de actividades
culturales a partir de nuestros públicos. Por lo que respecta a la información
relativa a la lectura en Veracruz, dicha encuesta arroja datos preocupantes: en
cuanto a los libros de esparcimiento leídos, no llega ni siquiera a un libro;
16% compró en el último año, al menos un libro; 22.8% ha leído por lo menos un
libro en el año; 51.90 compra sus libros en librerías; 15.74% en tiendas de
autoservicio; 8.89% en puestos ambulantes; 8.81, en ferias del libro; 3.54, en
puestos de periódicos; 2.99 en tiendas de libros usados o viejos. Cuando se
pide a los encuestados que digan dos palabras con las que relacionen la
cultura, los resultados son también interesantes: En primer término es la música,
y en octavo lugar, los libros.
A partir de este primer diagnóstico del
consumo cultural, se podría pensar que urgen más ferias del libro y acciones
para promover la lectura. Sin embargo, ¿hasta qué punto estos festivales en
torno a la palabra, realmente fomentan el gusto por la lectura y los libros o
repiten el esquema comercial de cualquier otro espacio donde se lleva a cabo el
proceso de compra y venta?
El escritor Felipe Garrido comentó en alguna
ocasión a quien esto escribe que el problema con las ferias del libro era la cantidad de eventos que buscaban animar la
lectura, pues estos operaban en contra de la misma, ya que finalmente se
olvidaba lo más importante: que la gente lea por el gusto de leer y no por los
adornos en torno a la lectura. En el momento que Garrido me comentó lo
anterior, no estuve de acuerdo con él; sin embargo, hoy lo entiendo mejor. Las
personas leerán siempre y cuando que los libros signifiquen algo en sus vidas,
si no es así debido a que su universo simbólico encuentra sentido en otras
manifestaciones, la lectura no tendrá importancia en su andar cotidiano.
¿Cuál es el futuro de la Feria Nacional del
Libro Infantil y Juvenil a casi 24 años de que iniciara en Xalapa? Es un
proyecto con presente que debe renovarse sin olvidar lo que ya ha transitado.
Los mejores asesores para definir cómo y por qué camino dirigirse son los
jóvenes que hace más de veinte años fueron “niños feria”. Los organizadores deben partir del hecho de
que los niños y los jóvenes de hoy se comunican de otra forma; su lenguaje y la
manera de insertarse en el mundo, tiene que ver con las nuevas tecnologías de
la información. Los procesos de comunicación y cultura sufren cotidianamente la
influencia de la globalización y la repercusión de la inmediatez tecnológica;
los ritmos y la atención de los jóvenes están centrados en ello. Habrá que
encontrar las herramientas adecuadas para seguir compartiendo la palabra en el
marco de nuevos contextos. Ahora Xalapa rebasa el medio millón de habitantes.
Hace 23 años se pretendía que al finalizar el siglo veinte, con el apoyo de
actividades que fomentaran la lectura, se acabaría con el analfabetismo. Ahora
la propuesta se enfoca hacia el libre uso de la internet y a que no existan
analfabetas digitales. Otro es el mundo que vivimos. Otra es la historia de la
gestión cultural.