lunes, 10 de abril de 2017

Políticas Culturales y Gestión Cultural


(Texto leído con motivo del anuncio de la creación de la Red de Gestores Culturales de Veracruz el 4 de abril en el Instituto Cultural Realia. Xalapa, Veracruz)

Lourdes Hernández Quiñones
La utopía está en el horizonte.
Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos
 y el horizonte se corre diez pasos más allá.
¿Entonces para que sirve la utopía?
 Para eso, sirve para caminar.
Eduardo Galeano
Pequeña obertura
¿Qué son las políticas culturales? ¿Qué es la gestión cultural? ¿Todos los que somos ciudadanos de este país y de este estado, podemos participar en la construcción seguimiento y evaluación de las políticas culturales? Muchas interrogantes en torno a esta mancuerna entre Políticas culturales y gestión cultural, compleja pero  necesaria para vivir la tan anhelada democracia cultural.
Si asumimos que las políticas públicas  se construyen desde el Estado con el propósito de organizar el ejercicio de la administración pública y definir qué asuntos se atenderán y cuántos recursos se asignarán para dichas acciones, es necesario considerar también que tales decisiones se hacen desde una hegemonía  que traza sus líneas de gobierno hacia el desarrollo de acciones que ayuden a dar legitimidad a su manera de hacer gobierno. Es decir, se trazan los planes y programas de gobierno a partir de diagnósticos que arrojan un rostro de la realidad sobre la que se va a actuar y las decisiones para incidir sobre las problemáticas encontradas se fundamentan en los planteamientos formulados por técnicos o especialistas en la materia. Pero lo cierto es que todavía, en nuestro país y en el estado, la construcción de políticas públicas dista mucho de ser un proyecto de Estado con una visión de desarrollo a mediano y corto plazo.
En el caso que nos ocupa, las políticas públicas en materia de cultura o políticas culturales, ocurre lo mismo y la participación ciudadana se limita a la participación-cada día menor-de algunas personas que se atreven a presentar iniciativas o bien, solicitudes específicas de apoyo, durante los foros de consulta para los Planes de Desarrollo. Sin embargo, y esto lo han estudiado investigadores muy relevantes como Alberto Olvera y Ernesto Isunza, de la Universidad Veracruzana y Felipe Hevia, del CIESAS, el problema de la participación ciudadana es que ésta implica dos factores que a la vez son inhibidores de la misma: por un lado, las y los ciudadanos que acuden a participar en los foros de consulta o bien en consejos de participación ciudadana, son aquellos que poseen cierto conocimiento de la materia y, además, saben cómo se desarrollan las dinámicas de gobierno en sus diferentes órdenes. De tal manera que aquellos que no tienen tales conocimientos se sienten limitados para tomar parte en las decisiones de gobierno. Ello ocurre también en el ámbito de la cultura donde existen actores múltiples y diversos, con voces y requerimientos distintos y lograr que sean escuchadas y atendidas todas sus voces ha resultado complejo y particularmente difícil. Y sin embargo, la cultura está ahí, la cultura es producción y disfrute cotidiano.
Lo cierto es que, generalmente, los discursos de los planes de gobierno recurren a las conferencias y convenciones de los organismos rectores de la cultura tanto a nivel internacional como  nacional, que si bien marcan rumbos necesarios e ideales, muchas veces no corresponden a las realidades de los países que habitamos el sur de este globo terráqueo llamado tierra, pues están trazadas desde organismo hegemónicos. A veces se antoja que la UNESCO fuera itinerante, que pudiera estar un año en un país desarrollado y, al siguiente, en algún país de los nuestros. Por ejemplo, uno de los discursos de la ONU y de la UNESCO, habla del vínculo entre cultura y  desarrollo. Ello se puede observar con claridad en países como Estados Unidos, Inglaterra o Canadá, donde las industrias creativas y las industrias culturales han generado riqueza que a su vez ha generado desarrollo. Sin embargo, en los países que estamos del lado sur, porque como dice el poeta Mario Benedetti, “el sur también existe”, la realidad es otra. Somos un país donde la producción cultural es de una riqueza extraordinaria; sin embargo, todavía no hemos logrado que dicha producción nos genere la riqueza necesaria, económicamente, para el desarrollo de las diversas regiones de nuestro país., particularmente en las zonas indígenas donde la producción de bienes culturales con una fuerte carga simbólica es extraordinaria.
            Entonces, ¿cómo lograr que las políticas culturales se construyan con participación ciudadana? ¿Cómo lograr que en los planes y programas de gobierno se vean reflejadas las inquietudes y necesidades de los diversos grupos y que éstas sean atendidas a través de las acciones de gobierno? Un Estado Democrático, como el que suponemos tenemos en nuestro país, requiere diseñar nuevas estrategias para fomentar una real participación ciudadana que propicie nuevas rutas para atender la diversidad. En ese sentido debemos pensar y repensar la construcción de políticas culturales, como una tarea que parta del diálogo y del reconocimiento y respeto a la diversidad cultural. Finalmente, lo que se busca con la construcción de políticas públicas, es hacer posible lo deseable.
¿Perseguimos la utopía? Sí, para seguir caminando y trazar rutas de lo posible.
I.Primer movimiento: De las definiciones para andar los senderos de lo cultural
En ese decir –decirnos- y ser gestores y/o promotores culturales y tener como materia prima de trabajo a las producciones culturales en forma de bienes o servicios, rozamos siempre, de una u otra manera, la línea de la construcción de las políticas culturales. Ya sea porque enfrentamos limitaciones, indiferencia, obstáculos; o bien porque junto con otros actores culturales construimos las rutas para encauzar las expresiones simbólicas. Sabemos de los programas implementados por las instituciones federales, estatales o municipales, aunque esto último es bastante extraño; conocemos de fundaciones o bien organismos internacionales que otorgan apoyos de distinta índole para proyectos culturales y conocemos a más de un actor de lo cultural –llámese artista, intelectual, artesano, artista popular, ejecutante, creador-. Sin temor a exageraciones, me parece que nadie mejor que el gestor cultural tiene el termómetro de lo que acontece en ese ámbito; fundamentalmente si se trata de un promotor cultural sensible que privilegia en su quehacer el diálogo y se reconoce como una pieza importante de la acción cultural. Aquel que vive la experiencia cultural con entrega y profesionalismo; el que se reconoce como mediador entre el trabajo de los artistas, intelectuales, artesanos, empresarios culturales y el público consumidor. El promotor o gestor cultural que ve la cultura como un proceso y no como un producto y que por ello es capaz de reconocer su importancia “como producción simbólica, constructora de ciudadanía y factor clave para la economía” (Turino, 2013).
En esta construcción de Políticas Culturales desde la ciudadanía resulta muy significativo el Documento Orientador Hacia una Ley General de Derechos Culturales de México (2017) que fue presentado en la Cámara de Diputados de México, el pasado15 de marzo y en el que intervino un grupo formado por académicos, investigadores, intelectuales, abogados y promotores culturales entre los que destacan Carlos Villaseñor, Lucina Jiménez, Raúl Ávila y Carlos Lara, y en el que se incluyeron varios apartados que hacen referencia a la participación de los promotores y gestores culturales. Si bien esta propuesta entregada a la Cámara de Diputados-junto con otras cuatro- no ha sido aprobada, el sólo hecho de que se reconozca la figura del promotor y gestor cultural en un documento que podría dar sustento legal al sector cultural, merece ya nuestro reconocimiento y, sobre todo, nuestro júbilo al saber que esta profesión va encontrando su lugarcito en esta realidad donde a veces parecemos ser ignorados.
¿Cuáles son esas menciones? Dicha iniciativa de Ley nos incluye en sus  considerandos:
“Que el Estado Mexicano reconoce el papel de los artistas, promotores, gestores e investigadores en el desarrollo cultural y su contribución al cumplimiento de los derechos culturales y su contribución cultural, social y económica, por lo que establece la importancia de su participación activa en la elaboración de las políticas culturales nacionales, el fortalecimiento de sus vínculos sociales y comunitarios, así como la mejora de sus condiciones de creación, producción y difusión nacionales e internacionales”(Documento Orientador Hacia una Ley General de Derechos Culturales de México, 15 de marzo de 2017).
Más adelante establece en su artículo 3º Definiciones, lo que se entiende por:

Política Cultural Nacional: Conjunto de principios, orientaciones y estrategias plasmadas en planes, programas e intervenciones de instituciones de gobierno, empresas privadas, organizaciones civiles, colectivos, pueblos y comunidades que tengan por finalidad el objeto de garantizar el acceso a los bienes y servicios culturales y el ejercicio de los derechos culturales en el territorio nacional, así como promover el desarrollo cultural sostenible, orientado hacia el bienestar, la convivencia y la paz.
Promotores y gestores culturales: Las personas expertas, técnicas, profesionales o especialistas en la promoción, gestión, administración, producción, difusión y financiamiento de actividades y servicios culturales; en los sectores público, social, privado o comunitario; en relación-de manera enunciativa más no limitativa- con el patrimonio cultural, las expresiones artísticas, la gestión cultural, el fomento a la lectura, la formación artística, cultural, cinematográfica, audiovisual, el uso de los medios de comunicación, las nuevas tecnologías o la cooperación internacional.
Y en el artículo 6º.-Principios específicos, en la fracción VIII se establece “Promoción de la participación de los sectores privado y social; así como de artistas, creadores, investigadores, promotores y gestores culturales, en el diseño, planeación, ejecución y evaluación de la política cultural”.
No sabemos, hasta el día de hoy, si dicha iniciativa presentada con el título Documento Orientador Hacia una Ley General de Derechos Culturales de México (2017) será la que permita materializar la Ley federal en torno a la cultura. Sin embargo, sí sabemos que el reconocimiento de nuestra profesión nos obliga a redoblar y fortalecer nuestras acciones en muchos sentidos y considerar que una de las tareas en las que debemos insistir es en nuestra participación en la construcción de las políticas públicas de la cultura, pero también en su seguimiento y evaluación. Creo que la organización de los diversos actores culturales en redes o colectivos es sin duda la ruta. Somos como una orquesta sinfónica en donde cada integrante es el ejecutante virtuoso de su instrumento y organizados somos una orquesta donde esas cualidades se magnifican y las voces de cada instrumento son un diálogo permanente, y por ello podemos hacernos visibles y actuantes en el escenario público que no pertenece exclusivamente al Estado y sus instituciones sino que es el escenario político donde se vive y se construye la ciudadanía y, por supuesto, la ciudadanía cultural.
Me quedo con la definición que hace Néstor García Canclini (1989) sobre  la política cultural: “El conjunto de intervenciones realizadas por el Estado, las instituciones civiles y los grupos comunitarios organizados a fin de orientar el desarrollo simbólico, satisfacer las necesidades culturales de la población y obtener consenso para un tipo de orden o de transformación social”. Me gusta esta definición pues reconoce la participación de la variedad de actores en la elaboración de las políticas, como decisiones orientadoras de lo simbólicas. Por ello estoy convencida de la necesidad de la intervención de los promotores culturales y de los demás actores culturales en el diseño de las mismas, viviendo este proceso desde una democracia cultural.
II.Segundo movimiento: Las voces de organismos culturales internacionales y las Políticas Culturales y su mirada hacia América Latina y México
Decía al iniciar mi participación que muchas de las formulaciones hechas por los organismos internacionales responsables de la cultura,  no corresponden a las realidades que vivimos en los países que estamos al sur (lo que quiere decir que no estamos en el norte y, por ello, no estamos en el desarrollo). Sin embargo, y sí quisiera dejar muy claro que reconozco que gracias a las conferencias sobre Políticas Culturales implementadas desde los años sesenta por la UNESCO, fue posible que los gobernantes y políticos del mundo pusieran atención en temas como el patrimonio cultural, la identidad y la creación artística.
En ese sentido ha sido muy relevante para nuestro país que mexicanos como Lucina Jiménez, Carlos Villaseñor y Lourdes Arizpe han tenido una presencia activa en la UNESCO con distintas funciones y responsabilidades, lo que nos ha dado oportunidad para conocer de primera mano muchas de las resoluciones como la Agenda 21 de la Cultura o la Declaración de Hangzhou, China “La Cultura: clave para el desarrollo sostenible”. Asimismo, la organización de los países iberoamericanos ha propiciado el desarrollo de la Carta Cultural Iberoamericana que reconoce el potencial artístico y cultural y establece distintas acciones posibles para el desarrollo de  nuestra región.
Me parece que uno de los documentos más importante es el que plantea la Organización Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU) que a partir de la Agenda 21 adoptan el documento “Cultura 21: Acciones”, donde se reconoce la importancia de los gobiernos locales para un desarrollo cultural sustentable. Ello nos plantea un reto interesante para lo que podría ser una de nuestras premisas como gestores culturales al poder incidir en la construcción, seguimiento y evaluación de las políticas públicas en materia de cultura en lo local: ¿Cómo concretar las premisas de la Agenda 21 para la construcción de Políticas Culturales Municipales, Políticas Culturales de las ciudades y Políticas Culturales Ciudadanas? Nuestra atención debe partir de las ciudades donde es posible actuar de forma inmediata y donde se carece de políticas culturales municipales que den sentido al quehacer de los ayuntamientos.
Estoy convencida de que ese debe ser nuestro siguiente paso: construir colectivamente nuestras propias políticas culturales desde nuestros territorios para que obedezcan a nuestras realidades, limitaciones y posibilidades.
En ese sentido, hago mía una de las declaraciones que se presentan en el apartado de los valores de la Agenda 21 retomados por la Organización Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos:
Además de los gobiernos locales, es necesario que los actores de la sociedad civil, las organizaciones privadas y los ciudadanos particulares sean reconocidos como actores clave en los debates públicos, en el establecimiento de prioridades, en la elaboración de políticas y en la gestión y la evaluación de programas. La sobre institucionalización desequilibra el ecosistema cultural local tanto como la privatización. (CGLU, 2015).
III. Vivir la gestión cultural como ejercicio de los Derechos Culturales
Considero fundamental que sigamos fortaleciendo nuestro quehacer de gestores con mayores herramientas, técnicas, metodologías, con un sustento dialógico en el que la acción y la reflexión estén en constante interacción. El momento nos exige vivir la gestión cultural con la conciencia de que se trata de ejercer nuestros derechos culturales. Y ese ejercicio tiene que ver con diversos colectivos y distintos territorios que dan sentidos múltiples a lo cotidiano, donde el nos-otros es ese reconocernos en la diversidad y en la posibilidad de expresarnos culturalmente. Y también en la posibilidad de interactuar  y llegar a acuerdos con los diversos actores que confluyen en el sector cultural: sector público, sector privado y sociedad civil. Concebir a las Políticas Culturales y a nuestro quehacer de gestores y/o promotores culturales en el marco de los Derechos Culturales nos da también la oportunidad de hacer real la democracia cultural y de participar activamente en el disfrute y creación de bienes y servicios culturales, garantizando la libertad de expresión y de creación por parte de las instituciones públicas y de otras instancias relacionadas con el sector.

V. Encore. Bienvenida la Red de Gestores Culturales de Veracruz
Una de las expresiones más claras de la acción dialógica de la acción cultural a la que me he referido, es el motivo que nos congrega esta noche: la creación de la Red de Gestores Culturales de Veracruz, un colectivo de diversos profesionistas con distintos perfiles profesionales que decidieron dejar de lado una actitud pasiva ante los distintos problemas que enfrenta la cultura en Veracruz, a una posición proactiva para construir nuevos escenarios para la gestión y promoción de la cultura. Ya corresponderá a los integrantes de esta naciente organización dar los detalles. Solamente les digo que les agradezco profundamente la invitación para acompañarlos esta noche y que me siento muy feliz de la oportunidad que representa la Red para todos los que estamos interesados en el tema. Confío en que su capacidad de convocatoria permita que en unos meses esta red agrupe a promotores y gestores de diversos municipios de la entidad en el compromiso de vivir nuestro quehacer como un Derecho Cultural. ¡Bienvenida y larga vida a la Red de Gestores Culturales de Veracruz!
Xalapa, Veracruz, a 4 de abril de 2017.



















Bibliografía
Documento Orientador Hacia una Ley General de Derechos Culturales de México (2017), descargado de https://www.academia.edu/31895244/DOCUMENTO_ORIENTADOR_HACIA_UNA_LEY_GENERAL_DE_DERECHOS_CULTURALES_DE_M%C3%89XICO el 31 de marzo de 2017.

García Canclini, N. (1989). Introducción. Políticas culturales y crisis de desarrollo: un balance latinoamericano”, en Néstor García Canclini, (coord.), Políticas culturales en América Latina, Grijalbo, México, p.25.

Turino, C. (2013). Puntos de Cultura, cultura viva en movimiento, RGC Libros. Buenos Aires.


Cultura 21: Acciones. Compromisos sobre el papel de la cultura en las ciudades sostenibles (2015). CGLU, Culture 21. Agenda 21 de la Cultura.

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