jueves, 23 de agosto de 2018

Gestión Cultural y Políticas Culturales en Xalapa, Veracruz


Lourdes Hernández Quiñones

La ciudad de Xalapa ha sido un territorio privilegiado para el desarrollo de las artes y la cultura. Instituciones educativas como la Escuela Normal Veracruzana y la Universidad Veracruzana han sido fundamentales para ello. Las y los maestros, creadores e intelectuales han jugado un papel relevante en ese sentido, al igual que las y los promotores culturales y, más recientemente, las y los gestores culturales, quienes ya sea desde las instituciones públicas relacionadas con la educación, la cultura y las artes o bien desde la sociedad civil y de manera independiente, han fomentado la organización y realización de proyectos y actividades culturales destinadas a públicos diversos.

Como base y marco de tales acciones, en Veracruz se ha generado políticas públicas en materia cultural, particularmente a partir de la década de los años ochenta en que se desarrolla en nuestro país la Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales de la UNESCO que da como resultado la Declaración de México sobre las Políticas Culturales, en 1982.

Si bien la Benemérita Escuela Normal Veracruzana se funda en 1886, y la Universidad Veracruzana en 1944, es durante el gobierno de Fernando Gutiérrez Barrios (1986-1992), que se crean dos instituciones relevantes para la difusión y promoción de la cultura: la Secretaría de Educación y Cultura que tendría como su primer titular al maestro Guillermo Zúñiga Martínez, y el Instituto Veracruzano de la Cultura cuya titular sería la doctora Ida Rodríguez Prampolini. En ambas dependencias existieron promotores culturales que trabajaron en su nacimiento y en su posterior desarrollo.

Desde luego, ya la Universidad Veracruzana tenía entre sus funciones sustantivas, además de la investigación y la docencia, la difusión cultural y hasta que aparecen las instituciones mencionadas, en 1987, la universidad estatal era responsable de la promoción de la cultura en la Veracruz. Entre sus grupos artísticos destacaba la Orquesta Sinfónica de Xalapa; su programa editorial, la difusión del cine, y Radio Universidad Veracruzana; además de sus programas académicos en artes y los centros de investigación en torno a las mismas. Y para cada una de estas actividades, programas y proyectos, existía ya la figura del promotor cultural, una persona apasionada por la vida cultural que, en muchos casos, ha asumido su compromiso laboral como compromiso de vida.

Si bien la Universidad Veracruzana ha desarrollado sus propias políticas culturales, que al paso de los años han tenido variantes y en algunos casos  altibajos, quisiera referirme de forma particular a las Políticas Culturales en Veracruz, específicamente a los esfuerzos que empiezan a verse en diversos municipios de la entidad. En algunos de ellos encuentro la figura de las y los promotores y gestores culturales, quienes poco a poco —quizás todavía muy lentamente— están participando en el diseño, desarrollo, seguimiento y evaluación de las Políticas Culturales, ya sea desde el sector público, en el privado o bien de manera independiente; ello es muy relevante pues los promotores y gestores  son los mediadores de la acción cultural, son bisagra entre los productores de los bienes y servicios culturales y los consumidores de los mismos; actúan directamente en un territorio y con una comunidad cultural, lo que les permite tener el pulso, el conocimiento de lo que se requiere para incidir en el desarrollo cultural local.

Particularmente, en el ámbito local —municipal— su función es más visible, así como la oportunidad para dialogar con los diversos actores involucrados en la acción cultural. Es posible identificar en algunos municipios que iniciaron su gestión el 1º de enero de 2018, a gestores culturales, promotores culturales y promotores de lectura que han sido incorporados como titulares de las áreas responsables de cultura. Tal es el caso del Ayuntamiento de Xalapa donde fungía como su titular el bailarín Alejandro Schwartz quien en el mes de abril fuera sustituido por Diego Salas Avilés, profesor del Centro de Estudios de Jazz de la Universidad Veracruzana, quien también se ha desempeñado como escritor creativo y músico en grupos de jazz. En la titularidad del área de cultura del municipio de Ciudad Mendoza fue nombrada la promotora de lectura y empresaria cultural, Lourdes Cortés. No sé si otros ayuntamientos han considerado incluir en su estructura a otros promotores culturales o bien a creadores y/o intelectuales. Ojalá, porque ello implicaría que se está confiriendo al área responsable la importancia que tiene. Y que ya no se repitan historias como la que se dio en una ocasión cuando al frente de un área de cultura se designó al peluquero del lugar por ser amigo del presidente municipal.

¿Por qué es necesario que el gestor y el promotor cultural se involucre más activamente en la construcción de las políticas públicas en materia de cultura? Habrá que partir del reconocimiento que este profesionista ha logrado en nuestro país y en el mundo, durante los últimos 20 años, la posibilidad de cursar estudios universitarios en esta materia ha incidido no sólo en su profesionalización, sino también en logar una posición social. Ante los nuevos escenarios que se van dibujando en el panorama mundial y, particularmente en nuestro país, a partir de la expedición de la Ley General de Cultura y Derechos Culturales en el año 2017, el quehacer de las instituciones culturales así como el propio de los gestores sea cual fuere su ámbito de trabajo, tiene que replantearse en varios sentidos:

  1. La concepción de lo cultural como un Derecho Humano de todas y todos los habitantes de un territorio, ante lo cual los tres órdenes de gobierno tienen la obligación de garantizar el cumplimiento de tales derechos mediante el ofrecimiento de bienes y servicios culturales para toda la población.
  2. La consideración del concepto de sustentabilidad vinculado con lo cultural, en el marco de las propuestas de la Agenda 2030.
  3. El diálogo entre los distintos y múltiples agentes culturales como premisa para construir políticas culturales locales.

En relación con el primer punto, quisiera señalar que a partir de la expedición de la Ley General de Cultura y Derechos Culturales, queda normado lo referente al quehacer cultural en los tres órdenes de gobierno y, además, confiere funciones específicas a los municipios por lo que abre la puerta a que las instancias municipales puedan contar con un presupuesto asignado específicamente para la cultura. Por ello, tener en cuenta que la cultura es un derecho, reconocido en la Declaración de los Derechos humanos es relevante tanto en la concepción de nuestros proyectos como en su desarrollo, documentación y evaluación, pues de esa manera los beneficios de su acción se extiende hacia los diversos agentes involucrados. En ese sentido creo que las y los promotores y gestores culturales de todo el país, debemos insistir con la Legislatura Federal para que en un mediano plazo contemos con el Reglamento de la Ley General de Cultura y Derechos Culturales; así como las leyes correspondientes en las diversas entidades. Cabe destacar que la Ciudad de México tiene desde enero del 2018, la Ley de los Derechos Culturales de los habitantes y visitantes de la Ciudad de México que, habrá que señalar, en su articulado y redacción es superior a la Ley General de Cultura y Derechos Culturales.

Por lo que toca a la necesidad de vincular los conceptos de cultura y sustentabilidad, es una tarea ya inaplazable que lo incorporemos a nuestro quehacer cotidiano y que, además, nuestros proyectos los concibamos en torno a lo planteado por la Agenda 2030, un plazo que pudiera parecer distante y que, sin embargo, se encuentra a sólo 12 años de distancia en que tendríamos que haber alcanzado en el mundo el Desarrollo Sustentable que nos permita erradicar la pobreza y preservar nuestros recursos naturales. Ello tiene que ver con el planteamiento que escuchamos a menudo de hacer de la cultura un tema transversal en la agenda pública. En ese sentido, han empezado a publicarse de manera digital una serie de documentos que plantean rutas de acción que parten de nuestros pueblos originarios, quienes de nueva cuenta son los que nos dan el ejemplo de cómo viven la sustentabilidad por una sabiduría ancestral:

“Las sociedades humanas  siempre han desarrollado y adaptado su patrimonio cultural inmaterial que es vital para lograr la seguridad alimentaria.  La medicina tradicional puede contribuir al bienestar y a la calidad de salud para todos. Las prácticas tradicionales relativas a la gestión del abastecimiento de agua pueden contribuir al acceso equitativo al agua potable y al uso sostenible del agua, particularmente en la agricultura y otros medios de subsistencia.  El patrimonio cultural inmaterial puede contribuir a reforzar la cohesión social y la inclusión”. (UNESCO, 2015).

Así pues, los promotores y gestores culturales podríamos aprender muchas de estas experiencias comunitarias y replicarlas en nuestros proyectos culturales, para contribuir al logro de los 17 ODS. Nuestras miradas, nuestras preocupaciones —estoy convencida— tienen que vincularse con la posibilidad de construir mejores mundos a partir de la cultura y ello incluye, por supuesto, la detonación de empresas creativas y culturales, o bien cooperativas culturales, que sean el conducto para que los bienes y servicios culturales encuentren terreno fértil para su comercialización. Quizás bastaría con mirar mejor el mundo, con saber escuchar lo que se ha hecho, con atrevernos a plantear nuevas respuestas para las nuevas realidades.

Y, finalmente, el tercer punto: el diálogo entre los distintos y múltiples agentes culturales como premisa para construir políticas culturales locales. Parto de lo que afirma Alfons Martinell (2001), quien afirma que hay ausencia de diálogo entre los agentes culturales (servidores públicos, gestores y promotores culturales, empresarios culturales y creativos, iniciativa privada e instituciones educativas), por lo que llama a que “los responsables de las políticas culturales que actúen tanto a nivel local como a nivel nacional, tendrán que adquirir una nueva dimensión del concepto de responsabilidad pública, facilitando la participación de la población en la gestión de los intereses culturales y manteniendo diálogos en los que se garantice un marco de franqueza y comprensión mutua”. Asunto que tiene relación directa con la gobernanza y la anhelada participación ciudadana en la planeación y evaluación de las políticas públicas.

La construcción de Políticas municipales de Cultura es una tarea necesaria y urgente. Para ello se cuenta ya con experiencias que bien pueden ser de utilidad como  el Programa de Fomento y Desarrollo Cultural 2014-2018 (2014), de la Ciudad de México que se desarrolló con la participación de especialistas en cultura, algunos de ellos gestores culturales. Asimismo existen dos documentos fundamentales para la construcción de políticas culturales municipales: la Agenda 21 de la Cultura y la Carta de los Derechos Culturales del Municipio de Mérida.

El primero de ellos es resultado de una dinámica mundial de ciudades agrupadas en la organización “Ciudades y Gobiernos Locales Unidos CGLU, que da origen a la Agenda 21 en el año 2004, un documento suscrito por más de 500 ciudades del mundo con el fin de vincular Cultura, Ciudadanía y Desarrollo Sustentable en el ámbito local. En éste se plantea rutas para reconocer el papel de la cultura en el desarrollo local sostenible y propone hacer de la cultura el cuarto pilar del desarrollo.

En el caso del segundo documento, es importante señalar que Mérida es la primera Ciudad de México que adoptó una Carta de Derechos Culturales, en la que se plantea que las ciudades actualicen sus marcos normativos para cumplir con los Derechos Culturales de todos los ciudadanos. A partir de la Carta de Derechos Culturales, el municipio de Mérida pone el centro de sus políticas y estrategias culturales en las personas y sus derechos culturales.

Reitero la necesidad de replantear el quehacer de las instituciones públicas de cultura, de los promotores y gestores culturales, y de las políticas culturales a partir de una nueva concepción de la cultura como un Derecho Humano; así como la urgencia de reflexionar en torno a la consideración de cuál es la contribución de la cultura al logro de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible; y la premisa del diálogo entre los diversos agentes culturales para la construcción de políticas culturales locales.

Se trata de desarrollar políticas públicas municipales de cultura que tengan como eje estratégico los Derechos Culturales; y como conceptos fundamentales los de la Agenda 21 de la Cultura: Cultura, Ciudadanía y Desarrollo Sustentable; y que consideren a los diversos actores del sector público, sector privado y sociedad civil. Se trata de refundar instituciones y de abrir nuestros sentidos a los retos que nos presenta este nuevo siglo para responder a través de las políticas públicas de cultura a las exigencias de bienestar de la ciudadanía.

Referencias
Carta de los Derechos Culturales del Municipio de Mérida (2015). Consultado en:http://www.merida.gob.mx/municipio/sitiosphp/merida/descargas/p_carta_derechos.pdf. Fecha de consulta: 10 de noviembre de 2017.

Martinell, Alfons (2001). “Políticas Culturales en Diálogo” (p. 126-132), en Cooperación Cultural Euroamericana.II Campus Euroamericano de Cooperación Cultural. Consultado en: www.campuseuroamericano.org Fecha de consulta: 10 de noviembre de 2017.

Patrimonio Cultural inmaterial y desarrollo sostenible. (2015). UNESCO.
Consultado en: https://ich.unesco.org/doc/src/34299-ES.pdf Fecha de consulta: 20 de abril de 2018.

viernes, 13 de abril de 2018

Sergio Pitol ante su biografía soterrada


Lourdes Hernández Quiñones

Cuando se presentó en Xalapa Sergio Pitol: una autobiografía soterrada (ampliaciones, rectificaciones y desacralizaciones), los allí presentes además de celebrar la aparición de otro libro de este escritor, nos sentimos muy felices de encontrarlo de nuevo rodeado por sus lectores. Sin embargo, no imaginábamos que meses después la aparición de esta obra sería también el anuncio de su silencio literario.
Así fue. En la presentación de su biografía soterrada en la Ciudad de México, Pitol se encargaría de dar a conocer tal noticia, acto valiente que sólo podría haber sido escuchado en la voz del también autor del tríptico El arte de la fuga, El viaje y El mago de Viena.
Ya en su último libro, una edición muy hermosa y bien cuidada por el sello Almadía, Sergio Pitol va regalando al lector a lo largo de su lectura, varias pistas que lo llevan a imaginar que su silencio está por llegar: sus viajes constantes a Cuba, donde se interna para el tratamiento de un problema neurológico que le dificulta dar sentido a sus oraciones, pues las palabras se le aparecen con significados poco claros, confusos o ignorados y, de esta manera, hilvanar su discurso literario resulta complicado. Aun así, Pitol hace en su autobiografía soterrada una revisión de su estancia en Europa, esos años que lo llevaron no sólo a conocer el mundo distante, sino a formarse como escritor en la soledad de los viajes.
Quizás el retiro de Pitol del mundo creativo, signifique de pronto para todos aquellos que admiramos y disfrutamos su trabajo, un hecho triste. Sin embargo, habrá que mirar esta decisión con la valentía del propio escritor, quien sabe que tal decisión formará parte de su trayectoria literaria, de esa otra biografía que al paso de los años le seguirá concediendo un lugar fundamental en las letras de nuestro país y del mundo. El caso de Pitol, un escritor forjado en un primer momento en la traducción y posteriormente en el trabajo dedicado a la escritura y compartido en  la enseñanza, hacen de este hombre un personaje cuyo silencio sólo podrá contemplarse como una pausa en un amplio discurso que se continuará escuchando siempre en cada lectura de su obra. Esa voz del autor que hablará en sus  escritos cada vez que se abra uno de sus libros, ganando siempre el lugar a la ausencia.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Ley General de Cultura y Derechos Culturales, una oportunidad para los actores de lo cultural en el siglo XXI


Lourdes Hernández Quiñones

a Ida Rodríguez Prampolini


A partir del año 2009 empezaron a generarse a nivel federal, una serie de hechos muy relevantes para la cultura en nuestro país, con las modificaciones a los artículos 4º y 73º de nuestra Constitución que permitieron incorporar el Derecho a la Cultura en la Carta Magna. Un asunto que había estado pendiente por muchos años. Seis años después, en diciembre del año 2015 por decreto presidencial se crea la Secretaría de Cultura; y apenas el pasado 19 de junio,  se expide la Ley General de Cultura y Derechos Culturales.
     A la par de lo anterior, en las diversas entidades del país ha habido propuestas e intentos por fortalecer al sector cultural. Es el caso de Veracruz, donde en el año 2010 fue promulgada la Ley para el Desarrollo Cultural del Estado, de la que, lamentablemente, nunca se expidió la Ley reglamentaria. Habrá que decir que dicha ley ya introducía conceptos que aparecen en la Ley General de Cultura y Derechos Culturales, como es el tema de los Derechos Culturales; y además planteaba una participación importante de los municipios, considerando que estos debían elaborar e instrumentar Programas Municipales para el Desarrollo Cultural y coordinar y gestionar proyectos y actividades culturales con los órdenes de gobierno federal y el estatal; además introducía el reconocimiento de la figura del promotor y gestor cultural. Sin embargo, esta Ley no se aplicó por carecer de la ley reglamentaria correspondiente; en ese sentido, existe un hueco jurídico que ha repercutido en el debilitamiento del sector en Veracruz.
     Por ello, la promulgación de la Ley General de Cultura y Derechos Culturales abre una oportunidad para que los diversos actores del sector cultural que son múltiples y diversos, contribuyamos a hacer realidad esta Ley con miras a que la creación, difusión, promoción, gestión, preservación, participación, práctica y disfrute de la cultura se desarrollen y vivan como un Derecho Constitucional a partir del conocimiento y reconocimiento de nuestros derechos culturales; y que contribuyamos a la promoción, respeto y protección de estos derechos.
     Destaca la participación de Lucina Jiménez y de Carlos Villaseñor, junto con otras 12 especialistas en cultura, en el Consejo redactor del Documento orientador Hacia una Ley General de Derechos Culturales de México que fue entregado a la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados federal el 15 de marzo de 2017 y que tuvo el propósito de aportar elementos para ser la base de la iniciativa de Ley en la materia, junto con otras cuatro propuestas más. Me habría gustado encontrar en la Ley que ahora tenemos, mucho de lo planteado  por dicho equipo redactor  en el Documento Orientador, lo que habría permitido, sin duda, tener una ley que respondiera a las necesidades y exigencias del sector y de sus múltiples actores en el siglo XXI.
     A pesar de limitaciones y carencias que se pueden encontrar en este instrumento jurídico, sobre todo considerando el Documento Orientador al que hice referencia, la Ley es un primer paso para fortalecer el sector y una oportunidad para los actores de lo cultura para repensar y/o replantear su quehacer. En ese sentido me gustaría citar un fragmento del discurso de la Doctora Ida Rodríguez Prampolini, quien fuera directora del Instituto Veracruzano de la Cultura, recientemente fallecida, al ingresar como miembro honorario de la Academia de Artes el 7 de noviembre de 1974, y en el que cuestionaba el papel del crítico de arte:
“Si en el plano real soy consciente de nuestras limitaciones como grupo y las asumo, no puedo dejar, por otra parte, de soñar mi utopía; que tratemos entre todos de poner el arte y las tareas de la crítica al servicio de aquellos que, hasta ahora, no han tenido oportunidad de gozar ni de crear las grandes concepciones estéticas del espíritu humano, pero que las han hecho posibles, con su esfuerzo. Que en un futuro no se hable de la cultura como patrimonio de los intelectuales y la élite de los afortunados, sino de la cultura de todos los hombres”.
Las palabras de la tan querida y admirada Ida, crítica de arte, intelectual, promotora cultural, fundadora del Instituto Veracruzano de la Cultura hace ya 30 años y del Consejo Veracruzano de Arte Popular en el año 2000 se refieren precisamente a la línea que anima la Ley General de Cultura y Derechos Culturales y que es la posibilidad de vivir y participar en la cultura como un Derecho Humano, lo que nos permitiría alcanzar la utopía planteada por Ida.

     En su artículo tercero esta ley se refiere a las manifestaciones culturales reconociendo su relevancia para grupos, pueblos y comunidades por el significado que las mismas aportan a su identidad, formación, integridad y dignidad cultural. Destaco asimismo la mención que se hace de manera reiterada para que los municipios participen en el cumplimiento de la Ley. Sin embargo,  el tema fundamental  y eje central de la Ley es el de concebir a la cultura como un derecho de todas las personas y todas las comunidades para participar en la vida cultural. Y es esto último lo que nos conduce a involucrarnos con mayor compromiso para caminar rumbo a una democracia cultural, en la que la acción ciudadana es determinante. 

lunes, 10 de abril de 2017

Políticas Culturales y Gestión Cultural


(Texto leído con motivo del anuncio de la creación de la Red de Gestores Culturales de Veracruz el 4 de abril en el Instituto Cultural Realia. Xalapa, Veracruz)

Lourdes Hernández Quiñones
La utopía está en el horizonte.
Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos
 y el horizonte se corre diez pasos más allá.
¿Entonces para que sirve la utopía?
 Para eso, sirve para caminar.
Eduardo Galeano
Pequeña obertura
¿Qué son las políticas culturales? ¿Qué es la gestión cultural? ¿Todos los que somos ciudadanos de este país y de este estado, podemos participar en la construcción seguimiento y evaluación de las políticas culturales? Muchas interrogantes en torno a esta mancuerna entre Políticas culturales y gestión cultural, compleja pero  necesaria para vivir la tan anhelada democracia cultural.
Si asumimos que las políticas públicas  se construyen desde el Estado con el propósito de organizar el ejercicio de la administración pública y definir qué asuntos se atenderán y cuántos recursos se asignarán para dichas acciones, es necesario considerar también que tales decisiones se hacen desde una hegemonía  que traza sus líneas de gobierno hacia el desarrollo de acciones que ayuden a dar legitimidad a su manera de hacer gobierno. Es decir, se trazan los planes y programas de gobierno a partir de diagnósticos que arrojan un rostro de la realidad sobre la que se va a actuar y las decisiones para incidir sobre las problemáticas encontradas se fundamentan en los planteamientos formulados por técnicos o especialistas en la materia. Pero lo cierto es que todavía, en nuestro país y en el estado, la construcción de políticas públicas dista mucho de ser un proyecto de Estado con una visión de desarrollo a mediano y corto plazo.
En el caso que nos ocupa, las políticas públicas en materia de cultura o políticas culturales, ocurre lo mismo y la participación ciudadana se limita a la participación-cada día menor-de algunas personas que se atreven a presentar iniciativas o bien, solicitudes específicas de apoyo, durante los foros de consulta para los Planes de Desarrollo. Sin embargo, y esto lo han estudiado investigadores muy relevantes como Alberto Olvera y Ernesto Isunza, de la Universidad Veracruzana y Felipe Hevia, del CIESAS, el problema de la participación ciudadana es que ésta implica dos factores que a la vez son inhibidores de la misma: por un lado, las y los ciudadanos que acuden a participar en los foros de consulta o bien en consejos de participación ciudadana, son aquellos que poseen cierto conocimiento de la materia y, además, saben cómo se desarrollan las dinámicas de gobierno en sus diferentes órdenes. De tal manera que aquellos que no tienen tales conocimientos se sienten limitados para tomar parte en las decisiones de gobierno. Ello ocurre también en el ámbito de la cultura donde existen actores múltiples y diversos, con voces y requerimientos distintos y lograr que sean escuchadas y atendidas todas sus voces ha resultado complejo y particularmente difícil. Y sin embargo, la cultura está ahí, la cultura es producción y disfrute cotidiano.
Lo cierto es que, generalmente, los discursos de los planes de gobierno recurren a las conferencias y convenciones de los organismos rectores de la cultura tanto a nivel internacional como  nacional, que si bien marcan rumbos necesarios e ideales, muchas veces no corresponden a las realidades de los países que habitamos el sur de este globo terráqueo llamado tierra, pues están trazadas desde organismo hegemónicos. A veces se antoja que la UNESCO fuera itinerante, que pudiera estar un año en un país desarrollado y, al siguiente, en algún país de los nuestros. Por ejemplo, uno de los discursos de la ONU y de la UNESCO, habla del vínculo entre cultura y  desarrollo. Ello se puede observar con claridad en países como Estados Unidos, Inglaterra o Canadá, donde las industrias creativas y las industrias culturales han generado riqueza que a su vez ha generado desarrollo. Sin embargo, en los países que estamos del lado sur, porque como dice el poeta Mario Benedetti, “el sur también existe”, la realidad es otra. Somos un país donde la producción cultural es de una riqueza extraordinaria; sin embargo, todavía no hemos logrado que dicha producción nos genere la riqueza necesaria, económicamente, para el desarrollo de las diversas regiones de nuestro país., particularmente en las zonas indígenas donde la producción de bienes culturales con una fuerte carga simbólica es extraordinaria.
            Entonces, ¿cómo lograr que las políticas culturales se construyan con participación ciudadana? ¿Cómo lograr que en los planes y programas de gobierno se vean reflejadas las inquietudes y necesidades de los diversos grupos y que éstas sean atendidas a través de las acciones de gobierno? Un Estado Democrático, como el que suponemos tenemos en nuestro país, requiere diseñar nuevas estrategias para fomentar una real participación ciudadana que propicie nuevas rutas para atender la diversidad. En ese sentido debemos pensar y repensar la construcción de políticas culturales, como una tarea que parta del diálogo y del reconocimiento y respeto a la diversidad cultural. Finalmente, lo que se busca con la construcción de políticas públicas, es hacer posible lo deseable.
¿Perseguimos la utopía? Sí, para seguir caminando y trazar rutas de lo posible.
I.Primer movimiento: De las definiciones para andar los senderos de lo cultural
En ese decir –decirnos- y ser gestores y/o promotores culturales y tener como materia prima de trabajo a las producciones culturales en forma de bienes o servicios, rozamos siempre, de una u otra manera, la línea de la construcción de las políticas culturales. Ya sea porque enfrentamos limitaciones, indiferencia, obstáculos; o bien porque junto con otros actores culturales construimos las rutas para encauzar las expresiones simbólicas. Sabemos de los programas implementados por las instituciones federales, estatales o municipales, aunque esto último es bastante extraño; conocemos de fundaciones o bien organismos internacionales que otorgan apoyos de distinta índole para proyectos culturales y conocemos a más de un actor de lo cultural –llámese artista, intelectual, artesano, artista popular, ejecutante, creador-. Sin temor a exageraciones, me parece que nadie mejor que el gestor cultural tiene el termómetro de lo que acontece en ese ámbito; fundamentalmente si se trata de un promotor cultural sensible que privilegia en su quehacer el diálogo y se reconoce como una pieza importante de la acción cultural. Aquel que vive la experiencia cultural con entrega y profesionalismo; el que se reconoce como mediador entre el trabajo de los artistas, intelectuales, artesanos, empresarios culturales y el público consumidor. El promotor o gestor cultural que ve la cultura como un proceso y no como un producto y que por ello es capaz de reconocer su importancia “como producción simbólica, constructora de ciudadanía y factor clave para la economía” (Turino, 2013).
En esta construcción de Políticas Culturales desde la ciudadanía resulta muy significativo el Documento Orientador Hacia una Ley General de Derechos Culturales de México (2017) que fue presentado en la Cámara de Diputados de México, el pasado15 de marzo y en el que intervino un grupo formado por académicos, investigadores, intelectuales, abogados y promotores culturales entre los que destacan Carlos Villaseñor, Lucina Jiménez, Raúl Ávila y Carlos Lara, y en el que se incluyeron varios apartados que hacen referencia a la participación de los promotores y gestores culturales. Si bien esta propuesta entregada a la Cámara de Diputados-junto con otras cuatro- no ha sido aprobada, el sólo hecho de que se reconozca la figura del promotor y gestor cultural en un documento que podría dar sustento legal al sector cultural, merece ya nuestro reconocimiento y, sobre todo, nuestro júbilo al saber que esta profesión va encontrando su lugarcito en esta realidad donde a veces parecemos ser ignorados.
¿Cuáles son esas menciones? Dicha iniciativa de Ley nos incluye en sus  considerandos:
“Que el Estado Mexicano reconoce el papel de los artistas, promotores, gestores e investigadores en el desarrollo cultural y su contribución al cumplimiento de los derechos culturales y su contribución cultural, social y económica, por lo que establece la importancia de su participación activa en la elaboración de las políticas culturales nacionales, el fortalecimiento de sus vínculos sociales y comunitarios, así como la mejora de sus condiciones de creación, producción y difusión nacionales e internacionales”(Documento Orientador Hacia una Ley General de Derechos Culturales de México, 15 de marzo de 2017).
Más adelante establece en su artículo 3º Definiciones, lo que se entiende por:

Política Cultural Nacional: Conjunto de principios, orientaciones y estrategias plasmadas en planes, programas e intervenciones de instituciones de gobierno, empresas privadas, organizaciones civiles, colectivos, pueblos y comunidades que tengan por finalidad el objeto de garantizar el acceso a los bienes y servicios culturales y el ejercicio de los derechos culturales en el territorio nacional, así como promover el desarrollo cultural sostenible, orientado hacia el bienestar, la convivencia y la paz.
Promotores y gestores culturales: Las personas expertas, técnicas, profesionales o especialistas en la promoción, gestión, administración, producción, difusión y financiamiento de actividades y servicios culturales; en los sectores público, social, privado o comunitario; en relación-de manera enunciativa más no limitativa- con el patrimonio cultural, las expresiones artísticas, la gestión cultural, el fomento a la lectura, la formación artística, cultural, cinematográfica, audiovisual, el uso de los medios de comunicación, las nuevas tecnologías o la cooperación internacional.
Y en el artículo 6º.-Principios específicos, en la fracción VIII se establece “Promoción de la participación de los sectores privado y social; así como de artistas, creadores, investigadores, promotores y gestores culturales, en el diseño, planeación, ejecución y evaluación de la política cultural”.
No sabemos, hasta el día de hoy, si dicha iniciativa presentada con el título Documento Orientador Hacia una Ley General de Derechos Culturales de México (2017) será la que permita materializar la Ley federal en torno a la cultura. Sin embargo, sí sabemos que el reconocimiento de nuestra profesión nos obliga a redoblar y fortalecer nuestras acciones en muchos sentidos y considerar que una de las tareas en las que debemos insistir es en nuestra participación en la construcción de las políticas públicas de la cultura, pero también en su seguimiento y evaluación. Creo que la organización de los diversos actores culturales en redes o colectivos es sin duda la ruta. Somos como una orquesta sinfónica en donde cada integrante es el ejecutante virtuoso de su instrumento y organizados somos una orquesta donde esas cualidades se magnifican y las voces de cada instrumento son un diálogo permanente, y por ello podemos hacernos visibles y actuantes en el escenario público que no pertenece exclusivamente al Estado y sus instituciones sino que es el escenario político donde se vive y se construye la ciudadanía y, por supuesto, la ciudadanía cultural.
Me quedo con la definición que hace Néstor García Canclini (1989) sobre  la política cultural: “El conjunto de intervenciones realizadas por el Estado, las instituciones civiles y los grupos comunitarios organizados a fin de orientar el desarrollo simbólico, satisfacer las necesidades culturales de la población y obtener consenso para un tipo de orden o de transformación social”. Me gusta esta definición pues reconoce la participación de la variedad de actores en la elaboración de las políticas, como decisiones orientadoras de lo simbólicas. Por ello estoy convencida de la necesidad de la intervención de los promotores culturales y de los demás actores culturales en el diseño de las mismas, viviendo este proceso desde una democracia cultural.
II.Segundo movimiento: Las voces de organismos culturales internacionales y las Políticas Culturales y su mirada hacia América Latina y México
Decía al iniciar mi participación que muchas de las formulaciones hechas por los organismos internacionales responsables de la cultura,  no corresponden a las realidades que vivimos en los países que estamos al sur (lo que quiere decir que no estamos en el norte y, por ello, no estamos en el desarrollo). Sin embargo, y sí quisiera dejar muy claro que reconozco que gracias a las conferencias sobre Políticas Culturales implementadas desde los años sesenta por la UNESCO, fue posible que los gobernantes y políticos del mundo pusieran atención en temas como el patrimonio cultural, la identidad y la creación artística.
En ese sentido ha sido muy relevante para nuestro país que mexicanos como Lucina Jiménez, Carlos Villaseñor y Lourdes Arizpe han tenido una presencia activa en la UNESCO con distintas funciones y responsabilidades, lo que nos ha dado oportunidad para conocer de primera mano muchas de las resoluciones como la Agenda 21 de la Cultura o la Declaración de Hangzhou, China “La Cultura: clave para el desarrollo sostenible”. Asimismo, la organización de los países iberoamericanos ha propiciado el desarrollo de la Carta Cultural Iberoamericana que reconoce el potencial artístico y cultural y establece distintas acciones posibles para el desarrollo de  nuestra región.
Me parece que uno de los documentos más importante es el que plantea la Organización Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU) que a partir de la Agenda 21 adoptan el documento “Cultura 21: Acciones”, donde se reconoce la importancia de los gobiernos locales para un desarrollo cultural sustentable. Ello nos plantea un reto interesante para lo que podría ser una de nuestras premisas como gestores culturales al poder incidir en la construcción, seguimiento y evaluación de las políticas públicas en materia de cultura en lo local: ¿Cómo concretar las premisas de la Agenda 21 para la construcción de Políticas Culturales Municipales, Políticas Culturales de las ciudades y Políticas Culturales Ciudadanas? Nuestra atención debe partir de las ciudades donde es posible actuar de forma inmediata y donde se carece de políticas culturales municipales que den sentido al quehacer de los ayuntamientos.
Estoy convencida de que ese debe ser nuestro siguiente paso: construir colectivamente nuestras propias políticas culturales desde nuestros territorios para que obedezcan a nuestras realidades, limitaciones y posibilidades.
En ese sentido, hago mía una de las declaraciones que se presentan en el apartado de los valores de la Agenda 21 retomados por la Organización Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos:
Además de los gobiernos locales, es necesario que los actores de la sociedad civil, las organizaciones privadas y los ciudadanos particulares sean reconocidos como actores clave en los debates públicos, en el establecimiento de prioridades, en la elaboración de políticas y en la gestión y la evaluación de programas. La sobre institucionalización desequilibra el ecosistema cultural local tanto como la privatización. (CGLU, 2015).
III. Vivir la gestión cultural como ejercicio de los Derechos Culturales
Considero fundamental que sigamos fortaleciendo nuestro quehacer de gestores con mayores herramientas, técnicas, metodologías, con un sustento dialógico en el que la acción y la reflexión estén en constante interacción. El momento nos exige vivir la gestión cultural con la conciencia de que se trata de ejercer nuestros derechos culturales. Y ese ejercicio tiene que ver con diversos colectivos y distintos territorios que dan sentidos múltiples a lo cotidiano, donde el nos-otros es ese reconocernos en la diversidad y en la posibilidad de expresarnos culturalmente. Y también en la posibilidad de interactuar  y llegar a acuerdos con los diversos actores que confluyen en el sector cultural: sector público, sector privado y sociedad civil. Concebir a las Políticas Culturales y a nuestro quehacer de gestores y/o promotores culturales en el marco de los Derechos Culturales nos da también la oportunidad de hacer real la democracia cultural y de participar activamente en el disfrute y creación de bienes y servicios culturales, garantizando la libertad de expresión y de creación por parte de las instituciones públicas y de otras instancias relacionadas con el sector.

V. Encore. Bienvenida la Red de Gestores Culturales de Veracruz
Una de las expresiones más claras de la acción dialógica de la acción cultural a la que me he referido, es el motivo que nos congrega esta noche: la creación de la Red de Gestores Culturales de Veracruz, un colectivo de diversos profesionistas con distintos perfiles profesionales que decidieron dejar de lado una actitud pasiva ante los distintos problemas que enfrenta la cultura en Veracruz, a una posición proactiva para construir nuevos escenarios para la gestión y promoción de la cultura. Ya corresponderá a los integrantes de esta naciente organización dar los detalles. Solamente les digo que les agradezco profundamente la invitación para acompañarlos esta noche y que me siento muy feliz de la oportunidad que representa la Red para todos los que estamos interesados en el tema. Confío en que su capacidad de convocatoria permita que en unos meses esta red agrupe a promotores y gestores de diversos municipios de la entidad en el compromiso de vivir nuestro quehacer como un Derecho Cultural. ¡Bienvenida y larga vida a la Red de Gestores Culturales de Veracruz!
Xalapa, Veracruz, a 4 de abril de 2017.



















Bibliografía
Documento Orientador Hacia una Ley General de Derechos Culturales de México (2017), descargado de https://www.academia.edu/31895244/DOCUMENTO_ORIENTADOR_HACIA_UNA_LEY_GENERAL_DE_DERECHOS_CULTURALES_DE_M%C3%89XICO el 31 de marzo de 2017.

García Canclini, N. (1989). Introducción. Políticas culturales y crisis de desarrollo: un balance latinoamericano”, en Néstor García Canclini, (coord.), Políticas culturales en América Latina, Grijalbo, México, p.25.

Turino, C. (2013). Puntos de Cultura, cultura viva en movimiento, RGC Libros. Buenos Aires.


Cultura 21: Acciones. Compromisos sobre el papel de la cultura en las ciudades sostenibles (2015). CGLU, Culture 21. Agenda 21 de la Cultura.

lunes, 27 de marzo de 2017

Día Mundial del Teatro


Lourdes Hernández Quiñones
(Comentario editorial del lunes 27 de marzo de 2017 en el Programa Irradia de Radio Más, conducido por Manuel Vásquez e Ileana Quiroz)
Hoy celebramos el Día Mundial del Teatro, instaurado en 1961 por iniciativa del Instituto Internacional del Teatro (ITI). En ese contexto, cada año se da a conocer un mensaje de algún autor, director, actor o actriz de teatro. Este año el mensaje correspondió a la actriz francesa Isabelle Huppert de cuyas palabras destaco las siguientes:
“El teatro para mí es el otro, el diálogo, la ausencia de odio. La amistad entre los pueblos. No sé ahora mismo qué significa exactamente, pero creo en la comunidad, en la amistad de los espectadores y los actores, en la unión de todos a los que reúne el teatro, los que lo escriben, los que lo traducen, los que lo explican, los que lo visten, los que lo decoran, los que lo interpretan, incluso, los que van. El teatro nos protege, nos acoge... Creo de veras que nos ama... tanto como le amamos”.

Palabras de Isabelle Huppert, actriz, de las que me gustaría detenerme en aquellas que se refieren a la cualidad dialógica de la actividad teatral y que me parece encuentran su desarrollo en el encuentro que tiene lugar entre espectadores y actores; en el intercambio de ideas entre el dramaturgo y el director de teatro; entre el director y el escenógrafo; entre el escenógrafo y el iluminador. Es pues la dialógica una cualidad que nace de ser un colectivo creativo que parte de la palabra para crear la realidad escénica.

Este día me gustaría hacer mención de algunos actores (en el más amplio sentido de la palabra) fundamentales para el teatro en el estado de Veracruz, aunque me referiré a aquellos que conozco mejor en la ciudad de Xalapa. Desde la fundación de la facultad de Teatro en la Universidad Veracruzana, en 1976, la entidad ha tenido un semillero de profesionistas dedicados a construir mundos teatrales, ya sea con el respaldo de las instituciones educativas y culturales o bien desde el trabajo independiente donde asoman muchas de las mejores puestas en escena. Es necesario mencionar que parte de la problemática que se enfrenta en Veracruz tiene que ver con la falta de espacios adecuados para el desarrollo de las artes escénicas, situación que se ha buscado resolver a través de espacios independientes en los que se han adecuado pequeños foros para el desarrollo teatral.

En ese sentido habría que reconocer el trabajo de mujeres y hombres que han cedido parte de sus  espacios privados para volverlos públicos y fomentar el diálogo entre actores y actrices con el público asistente. Entre ellos mencionaré a:

Merecedes Huerta, directora teatral, quien desarrolla talleres de teatro con niños y adolescentes bajo el nombre de Literateatro y quien en la casa familiar ha construido un foro que cuenta con todos los elementos de un teatro profesional. Allí pude ver hace algunos años, la puesta en escena de Médico a palos, de Moliére, representada por un grupo de niños que irían de los 8 a los 14 años, quienes no repetían sus parlamentos sino que los comprendían y los decían con una naturalidad sorprendente, como resultado del trabajo que lleva a cabo Mercedes y que hace de estos pequeños actores unos verdaderos profesionales del teatro. Afortunadamente Literateatro ha logrado sortear las dificultades que han enfrentado muchos lugares independientes, y  sigue adelante.

Un nombre muy relevante para las artes escénicas no sólo para Veracruz, sino también para el país, es el de Abraham Oceransky, director de teatro y avecindado aquí en Xalapa desde hace ya algunos años, quien nos ha regalado puestas en escena audaces que además significan un reto para actores y actrices pues implican un trabajo de mucho compromiso y de muchas horas destinadas a la preparación física y actoral. Oceransky construyó hace algunos años el Teatro La Libertad, una carpa equipada con lo necesario para presentar no sólo sus creaciones sino también aquellas de otros grupos. Teatro La Libertad, haciendo honor a su nombre, llegó a ser un espacio de libertad para el teatro y el espectador,  en donde la calidad del quehacer escénico era garantía para los que allí asistían. Sin embargo, en el año 2016 y en la debacle del régimen de Duarte, fue otro de los espacios que se vieron afectados por la desidia de las autoridades gubernamenntales. Hasta la fecha, el maestro Oceransky, actores y actrices de la compañía teatro Studio T, y muchos de quienes  sabemos del Teatro del maestro, seguimos esperando una respuesta comprometida y honesta de las autoridades culturales. El Día Mundial del Teatro sería una fecha idónea para hacerle saber a Abraham Oceransky  que el teatro La libertad puede seguir adelante. Esa sería una verdadera celebración.

Mención aparte es la que merece el actor y director Francisco Beverido, quien desde hace ya más de veinte años, fundó  Candileja Centro de  Documentación Teatral en Xalapa, una biblioteca especializada en teatro. Paco Beverido, como buscador de tesoros, se ha dirigido por los caminos de la investigación, reuniendo documentos que dan cuenta de la distintos momentos de la historia del teatro a partir de mediados del siglo veinte, abonando a la construcción de la memoria y, con ello, a la posibilidad de reconocer el trabajo de todos aquellos que han estado involucrados en el quehacer teatral, en particular, en Veracruz.

Seguramente que en otras ciudades y municipios de Veracruz,  e inclusive, en otros estados de México, tendrán también una relación de hombres y mujeres dedicados al teatro, a quienes podremos felicitar el día de hoy, reconociendo sus aportaciones a la actividad teatral, al arte y la cultura. Hoy hemos mencionado a algunos de ellos, pero por supuesto quedan más por mencionar. Para todos ellos: ¡Feliz Día Mundial del Teatro!




lunes, 20 de marzo de 2017

De festivales e identidades


Lourdes Hernández Quiñones

(Comentario editorial del lunes 20 de marzo de 2017 en el Programa Irradia de Radio Más, conducido por Manuel Vásquez e Ileana Quiroz)

Ya en su mayoría de edad, el Festival Cumbre Tajín se realiza por décima octava ocasión en la región del Totonacapan. Y si esto se dice fácil, el desarrollo y gestión de este festival cultural ha sido tarea bastante compleja, fundamentalmente si consideramos las obscuras y terribles herencias de los pasados doce años en Veracruz que también han tenido repercusión en la organización de esta fiesta y la han colocado en la posibilidad de su cancelación.
Aún así, Cumbre Tajín ha seguido adelante. Por ello nos preguntamos ¿Cómo logra un festival cultural llegar a su décima octava edición? Me parece que el gran acierto, en este caso, ha sido el trabajo constante en la zona a través del Centro de las Artes Indígenas que ha involucrado a la población totonaca, ya sea como capacitadores o bien como asistentes a los diversos talleres  y actividades que allí se realizan; es decir, los pobladores de la zona son parte del festival de varias maneras. Así, lo que se ha realizado durante los últimos diez años en el parque takilhsukut  es una acción cultural bien fundamentada y cimentada, un ejemplo de educación artística que se hace desde la consideración de su contexto social y cultral; así, su trabajo con la comunidad totonaca ha fortalecido las bases de lo que se realiza durante el festival de forma eventual por tres o cuatro días. Esta parte, la presencia de los hombres y mujeres del lugar, es la más rica y gratificante. Claro, está la otra parte que es el show artístico en el que intervienen distintos actores y grupos artísticos, sobre todo musicales, que disfrutan muchos de los que asisten a la cumbre atraídos por el espectáculo.
Sin embargo, el festival ha llegado a su mayoría de edad, por la acción cultural promovida, entre otros, por Salomón Bazbaz, quien desde el gobierno de Miguel Alemán, ha estado presente en su organización. A través de un diálogo que me parece ha privilegiado la interculturalidad, los totonacos  y los organizadores de la cumbre han resguardado rituales, tradiciones y múltiples expresiones culturales para enseñarlas y compartirlas con aquellos asistentes interesados y emocionados por conocer y comprender nuestra cultura, a veces tan distante en la vida cotidiana de las ciudades.
Al reconocer, como lo hacen los abuelos totonacos, la existencia de tres manifestaciones patrimoniales y comunicarlo con enorme orgullo en el contexto de la cumbre y aprovechando los efectos mediáticos que ésta tiene, nos muestran una cultura viva, muy viva, que se sabe rica y diversa en comunión con el mundo que la rodea; es una riqueza patrimonial que merece la valoración de todos los que habitamos Veracruz: El Tajín, lugar sagrado; la ceremonia ritual de los voladores; y el Centro de las Artes Indígenas.
El festival Cumbre Tajín ha sabido comprender la necesidad de vincular la fiesta con la fuerza de las expresiones simbólicas para diseñar un festival que vive la tradición a la par de la modernidad, desde la cosmovisión indígena y a partir del reconocimiento de los rasgos culturales que nos dan identidad y de aquellos que se resignifican para seguir dando cohesión a los nuevos actores. Es la oportunidad de disfrutar la gastronomía: saborear tamales y bocoles; emocionarnos con el ritual de los voladores y la música que a través del tambor y la chirimía rinde culto a los cuatro puntos cardinales; rendirnos, siempre con admiración, ante los voladores que se lanzan al aire y dialogan con el viento; aprender la sabiduría de la herbolaria, de los rituales. ¿Sería difícil reproducir este mismo modelo para el desarrollo cultural de otras regiones de Veracruz?
Bien valdría la pena que la experiencia adquirida en la organización y gestión de la cumbre Tajín pudiera ser compartida. No sólo ganarían los pobladores originales de las diversas latitudes veracruzanas, sino todos los que habitamos en esta entidad, con la posibilidad de construir territorios que privilegien el diálogo y de vivir un mundo diverso que nos permita reinventarnos con cada encuentro cultural para fortalecer el tejido colectivo.
Un festival cultural como Cumbre Tajín en el que dialogan el origen y la modernidad puede ser el inicio para asegurarnos una mejor realidad vivida a partir de la cultura.


martes, 28 de febrero de 2017

El Centenario de la Constitución Mexicana y los Derechos Culturales

Lourdes Hernández Quiñones
(Comentario editorial del lunes 27 de febrero de 2017 en el Programa Irradia de Radio Más, conducido por Manuel Vásquez e Ileana Quiroz)

¿Por qué reflexionar en torno al centenario de la Constitución Mexicana de 1917 y el Derecho a la Cultura? Son días de carnaval en los que el ánimo y la atención se distraen en la fiesta y la celebración. Sin embargo, termina el mes de febrero y no quisiera dejar pasar la ocasión para hacer referencia al centenario de nuestra constitución y su relación con la Cultura.
El Derecho a la Cultura incluido en el año 2009 cuando fuera reformado el artículo 4º constitucional surge tarde en nuestra carta magna, sobre todo si consideramos que el derecho a la educación especificado en el artículo 3º data de hace mucho tiempo y es, inclusive, anterior a la constitución de 1917. Gracias al mandato de brindar educación laica y gratuita a la población, nuestro país pudo empezar a construir una nueva nación en la que el derecho de leer y escribir no estuviera restringido para unos cuantos como había ocurrido durante varios siglos. El artículo 3º permitió que emergiera un nuevo rostro en el país y un mayor compromiso del Estado en relación con los servicios educativos.
            No fue así con la cultura. Apenas en 1999 la diputada y actriz María Rojo presentaría la iniciativa para incluir el Derecho a la Cultura en la Constitución Mexicana, pero no sería sino diez años después, en el año 2009, cuando sería aprobada la iniciativa que reformaría al artículo 4º quedando de la manera siguiente:
“Toda persona tiene derecho al acceso a la cultura y al disfrute de los bienes y servicios que presta el Estado en la materia, así como el ejercicio de sus derechos culturales. El estado promoverá los medios para la difusión y desarrollo de la cultura, atendiendo a la diversidad cultural en todas sus manifestaciones y expresiones con pleno respeto a la libertad creativa. La ley establecerá los mecanismos para el acceso y participación a cualquier manifestación cultural”.
Me parece que en el caso de la cultura su incorporación como derecho en la Carta Magna en el año 2009 fue resultado de la presión de intelectuales e integrantes de la comunidad artística y cultural que tomaron como punto de partida la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 1948, que hace referencia a los derechos culturales en dos de sus artículos.
En el caso del derecho a una educación laica y gratuita, tal precepto permitió ampliar la oferta educativa en nuestro país una vez finalizada la revolución mexicana, a lo largo del siglo veinte. Es decir, el derecho constitucional dio lugar a la acción constitucional. No es así en el caso de la cultura, pues afortunadamente gozamos de los servicios y bienes culturales antes de que estos pudieran estar garantizados por la constitución, de tal manera que la acción lleva al derecho constitucional. Y aunque ello pareciera una afirmación sin sentido, algo así como qué fue primero el huevo o la gallina, considero que no hace sino reafirmar la gran relevancia de la cultura como una construcción simbólica que se vive cotidianamente y de manera natural, permitiéndonos transitar el siglo XXI en un contexto de diversidad, definiendo rutas y senderos culturales.
Faltan, desde luego, muchas consideraciones y condiciones para hacer realidad el párrafo 9º del artículo 4º de la Constitución Mexicana, pues el derecho se refiere principalmente a la posibilidad de disfrutar de los bienes y servicios culturales que presta el Estado y, lamentablemente, existen todavía muchas comunidades donde no se cuenta con los mismos. Por otro lado, aún no se cuenta con la Ley de Cultura que deberá señalar los preceptos para garantizar los derechos culturales establecidos en la constitución. A partir del inicio de este año, se constituyó un grupo de expertos que se encuentran trabajando en la iniciativa de Ley, pero todavía es asignatura pendiente.
Habrá que agregar que en Veracruz se cuenta desde el año 2010, con la Ley para el Desarrollo Cultural del Estado que no cuenta todavía con la Ley Reglamentaria por lo que no ha podido entrar en vigor. Ahora habrá que esperar a la Ley de Cultura federal. Y convocar a todas las musas y a los presupuestos correspondientes para que al sector cultural se le dé el trato que merece, desde la perspectiva de los derechos culturales.