lunes, 7 de marzo de 2011

Voz invitada. Para la construcción colectiva de Políticas Culturales

(Reproducimos este artículo de María Paulina Soto que puede consultarse en la página de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura: http://www.oei.es/cultura2/soto.htm. Consideramos que la construcción de políticas públicas en torno a lo cultural sólo puede hacerse desde lo colectivo para responder a las demandas ciudadanas)
Pensarse y desearse colectivamente: procesos participativos de definición de políticas culturales.
María Paulina Soto Labbé

Cuando hablamos de identidad y de proyecto común, decimos percibir, desear y pensar colectivamente. En ese hacernos, nos convertimos en parte de un algo englobador. Esta ilusión de pertenencia, ha sido un rasgo que ha acompañado a la especie desde siempre. Pero más allá de la pulsión, las preguntas por; cuál es el momento de mirarse en el espejo del prójimo, por quién invita a apalabrar los sueños y por la forma de compartirlos, se hacen particularmente significativas en el instante en que intentamos materializar esta ilusión.
Antes de avanzar, quisiera señalar una perogrullada. Nuestros discursos sobre participación se construyen entorno a apuestas teóricas y analíticas, así como, sobre la base de experiencias específicas. Por lo mismo, estas debieran acompañarse de un análisis de contexto desde donde situarlas y significarlas.
De esta manera, el presente documento, narra algunos antecedentes del escenario desde donde surge la iniciativa estatal denominada “Cabildos Culturales”, describe las características del proceso y su desarrollo, para luego compartir algunos sentidos y aprendizajes que de él han derivado.
I. EL PROCESO DE CREAR-SE, MIRAR-SE Y RE-CONOCER-SE EN ESTE TERRITORIO LLAMADO CHILE
Como en cualquier otro país, las determinantes que han estado a la base de la conformación identitaria en Chile, han sido diversas: las económicas, derivadas inicialmente de los aportes de la naturaleza; las socio-culturales, con sus cohortes, sus creaciones, sus usos y costumbres; las históricas, con las experiencias dolorosas y exitosas que unen o dividen a su población; las institucionales, que preservan, rescatan y casi siempre dan continuidad a la sociedad y, finalmente, las políticas, pendientes de los modelos, las elites y los poderes de turno, en juego.
Esta amalgama de variables, se ha fraguado en América Latina, aparejada a la construcción moderna de los estados-nación y a la impronta y mixtura de nuestras elites fundacionales mestizas. Por lo mismo, se hizo urgente la definición de; un territorio, un gobierno y una nación, referentes por los que se desplegaron esfuerzos denodados y a ultranza, tras una imagen de futuro.
En particular, la conformación del constructo nación, demoró casi dos siglos en ser caracterizado e identificado como tal por parte de la población y su simbología fue siempre estimulada y hasta forzada por y desde los gobiernos centrales. Los mecanismos que se utilizaron para lograr que la heterogeneidad de la población pos-colonial se viera reflejada en el espejo de la chilenidad y se diferenciara del ser peruano o argentino, fueron muchos, incluidas las guerras fronterizas que se prolongaron hasta el siglo que acaba de cerrar sus humanas y occidentales puertas, constituyeron éstos, conflictos con una clara dimensión “cultural”.
Por ello mismo, para el caso chileno, el componente cohesionador a lo largo de este siglo, fue el territorio y en este devenir, han existido políticas y gobiernos autoritarios que han diseminado divisiones sociales, han habido eventos traumáticos y magmáticos, procesos largamente constituidos como el centralismo o el caciquismo, todos los que han debilitado la imagen del ser nacional. Sin embargo, lo que siempre ha quedado como suma de las partes, ha sido la pertenencia a este territorio con columna vertebral y volteado hacia el Pacífico.
Sobre esta plataforma histórica e identitaria, hemos creído necesario avanzar en el reconocimiento del valor de esta unidad de creación y recreacción cultural que es el territorio, el que contiene a su vez a este invento llamado Chile. Nos sostenemos en los debates de las nuevas geografías; humana, cultural, histórica, donde podemos pensar nuestros enclaves como “regiones culturales” de creciente dinamismo social.
La región cultural se diferencia de la región político-administrativa ya que en esta última, priman las determinantes y criterios del poder de las elites, no importando cuán compartidos sean con el común de la población. Basta pensar en la invisibilidad de las fronteras en las zonas limítrofes, donde un porcentaje no menor de la población no experimenta mutación cultural alguna, al pasar de un país a otro.
Esta reflexión se ha ido moldeando en el contexto del monumental proceso trans-fronterizo, de dimensiones culturales dantescas, denominado globalización. Algunas de las características de las comunicaciones actuales, son que tienden a mediatizar y enfatizar la creación de imaginarios o virtualidades, a partir de un cúmulo de información “que da-forma” y que no siempre se ajusta a la diversidad de realidades que moldea. El desajuste entre condiciones materiales e imaginario utópico, nos pierde en la esencia misma del desarrollo humano, en tanto éste puede prescindir del intercambio que precede y potencia la información propia de un grupo. La información producida por la interacción entre personas y entre éstas y su entorno, nos hace sujetos-sujetados a una realidad identificadora y significativa y no a relaciones ajenas y arrolladoramente impuestas.
La conceptualización de los procesos internacionales en la economía, la política y la cultura, por ejemplo, han dado cabida a la noción de "globalizacion", de la sociedad, de la economía, de la política y aún de la cultura o la ecología, por decir sólo algunos nudos problemáticos.
Ahora, finalizando el siglo, se añaden nuevas dimensiones, como la cultural, que consistiría en aquellas practicas que habilitan a ciudadanos competentes a participar plenamente en la cultura nacional; aquí las institutciones educativas, como la universidad, son cruciales para este desarrollo de la ciudadanía cultural. Es crucial para este desarrollo la "globalización de la cultura" que además está asociada con la creciente interconexión de la economía mundial y el desarrollo del mercado mundial de bienes culturales. Pero también, y lo enfatiza B. S. Turner, la globalización de la cultura involucra la idea de que las sociedades se conciben a sí mismas como partes de un sistema mundial de sociedades, formando en conjunto un orden global, con la posibilidad de no producir estandarización e igualdad, tendiendo hacia la heterogeneidad y la diferenciación (Aceves:2001).
La construcción de identidades culturales -que vincula materialidades e imaginarios- se está viendo alterada e intervenida por este proceso creciente, y los efectos pueden ser negativos, si no somos capaces de adoptar y adaptar dichas influencias tecno-ideológicas a nuestra cultura, evitando así la absorción y desdibujamiento cultural.
Existe una evidente transformación en la conformación del Estado moderno y sus referentes territoriales. Sin embargo, la opción por restituir una noción de territorio, está destinada a relocalizar la discusión en una idea de región cultural que conciba las fronteras como espacios de intercambio, de flujo y movilidad, a diferencia de la dimensión geo-política o político administrativa.
La región cultural, es el lugar, no el espacio, se caracteriza por las flexibilidad y valora la diversidad, pues los territorios en tanto espacios, sólo se transforman en significativos cuando los elementos simbólicos que vinculan a sus comunidades, tienen un peso democrático, cuando existe en ellos una ecología de la convivencia y no cuando esta delimitación responde a lo económico, político o militar únicamente. En ese tipo de delimitación del espacio, el territorio desune, fragmenta y destruye a las comunidades.
Como hemos señalado, creemos que en este escenario cobran gran relevancia las ideas de reconocimiento y distinción de las regiones culturales, así como la propuesta de ciudadanía cultural, para la revitalización de esta ilusión humana de pertenencia y de imaginarios comunes dotadores de sentido.
Lo que hoy indudablemente cuestiona, en el ámbito de la teoría política, nuestro concepto de ciudadanía y democracia y su ya larga historia en la sociedad occidental, es la presencia insistente del pluralismo cultural simultáneamente en un mismo espacio y tiempo físico y, a su vez, mediado por una tradición simbólica.
En este proceso,... se plantea lo siguiente: ¿cómo es posible la ciudadanía en nuestra sociedad política liberal y pluricultural, especialmente propensa a la fragmentación, cuando se trata de una noción ésta tradicionalmente concebida en términos homogéneos? (Zapata:2001)
El primer momento jurídico para nuestros estados nacionales estuvo caracterizado por la definición fundadora y la instalación de los derechos civiles. Le secundaron la ampliación de los derechos políticos y fue el desafío y desilusión del siglo XX, la salvaguarda de los derechos sociales, que enfatizan la seguridad económica y social, con lo cual se posibilitarían las condiciones materiales para la realización con equidad, de la participación ciudadana. Los derechos culturales de cuarta generación, cumplirían finalmente los ideales de lograr la participación cabal de los ciudadanos, en los asuntos centrales de su comunidad.
...nuevos tipos de ciudadanía se han desenvuelto en torno a nuevos problemas y procesos sociales que ahora enfrentamos. Particularmente desde la década de los ochenta, estos fenómenos son más evidentes y permiten identificar esta pluralización de las formas y contenidos de la ciudadanía que van más allá de las fases y los aspectos cívicos, políticos y sociales inicialmente propuestos por T.H. Marshall. No obstante, la contribución de éste sociólogo inglés, aún tiene influencia y utilidad, y es base para el desarrollo de nuevos conceptualizaciones, tal como la de "ciudadanía cultural", o la del "ciudadano global", por ejemplo.( Aceves:2001)
Rosaldo explica el término "ciudadanía cultural" como el derecho a ser diferente y a pertenecer en el sentido de una participación democrática.
Reclama, que en una democracia, la justicia social demanda por la equidad entre todos los ciudadanos, aún cuando existan diferencias como la raza, clase, género u orientación sexual que potencialmente puedan ser utilizados para hacer a ciertas personas menos iguales o inferiores que otras. La noción de pertenencia significa la membrecía cabal en el grupo y la habilidad para influir en el propio destino al tener una voz significativa en las decisiones básicas.(Aceves:2001)
En América Latina, la experiencia de los movimientos sociales ha llevado a la re-definición de lo que se entiende por ciudadanía o el ser ciudadano. Ya no sólo vinculándolo a los derechos a la igualdad, sino también como legítimo derecho a la diferencia. Pero la simple constatación de ese hecho no aporta nada nuevo si no va acompañada de políticas y acciones que se basen en el respeto a la diversidad como la manera más idónea de construir un nuevo sentido de país y de Nación.
Se hace entonces indispensable aumentar y ensanchar, en nuestras sociedades, el acceso a la cultura, tanto en su creación como en su goce, y convertirla en el vehículo más eficaz de integración y de inclusión (di Girólamo:1998)
II. PROGRAMA CABILDOS CULTURALES
Antecedentes y proceso
El programa Cabildos Culturales, se concibe como una oportunidad de inaugurar un diálogo comunal acerca de la cultura y su importancia en la vida y desarrollo de las personas, concadenando los conceptos antes señalados, con los propósitos y voluntades en él expresados. De igual manera está destinado a apoyar los procesos de desarrollo de ciudadanía cultural comunal, dando continuidad a las políticas públicas que de manera directa o indirecta, la comunidad contribuye a generar.
La comuna es nuestra unidad político-administrativa más pequeña y las 342 existentes en el país, conforman un collage de 13 regiones que las agrupa. Cada comuna, está encabezada por un gobierno local, de elección directa.
Desde el punto de vista de la División de Cultura(1), la primera etapa del Programa, vino a sistematizar la experiencia adquirida durante años a través de nuestros diversos lineamientos y proyectos, los que han apuntado, entre otros objetivos, a estimular el protagonismo social en los territorios, ayudando así a diversificar y enriquecer la gestión de políticas públicas y financieras del sector cultural.
Este Programa, desarrollado a partir del año 1999, se inicia con la realización de 268 cabildos locales, que significaron una cobertura del 78% del total de comunas del país, además de 33 encuentros de artistas, gestores, estudiantes secundarios, miembros de pueblos originarios y grupos de intelectuales, que se reunieron y diagnosticaron la situación de la cultura en sus localidades y en el país, tras la invitación a reflexionar "Desde el Chile vivido, al Chile soñado”(2).
Iniciado el proceso de discusión en las localidades, se instauraron diferentes criterios para la participación en una instancia nacional, denominada Cabildo Nacional de la Cultura. Las diversas modalidades de participación de los delegados de cabildo, pasaron a conformar las siguientes categorías: delegados plenos o territoriales, que poseen derecho a voz y voto y que representan a una comuna del país y, delegados especiales, que tienen sólo derecho a voz en las resoluciones nacionales y voz y voto en la construcción de las propuestas del sector al que pertenecen. Finalmente, participan un importante número de observadores, tales como gestores culturales de los gobiernos municipales, provinciales o regionales, y autoridades y agentes del mundo artístico y cultural nacional e internacional.
El proceso inicial de debates locales y sectoriales, culminó con la realización del I Cabildo Nacional de la Cultura en Enero del año 2000. El debate se tradujo, en la elaboración de propuestas para el nivel comunal y para el país, las que conformaron los documentos:
·         "Carta de los Derechos Culturales"
·         "10 propuestas programáticas para la cultura de Chile".
En aquella oportunidad, se aplicó una encuesta evaluativa, relacionada con lo temático. Fueron consultados 100 delegados comunales, y los resultados indicaron que el 82% de ellos, tenían una alta valoración de la amplitud y variedad de temas debatidos en este primer encuentro nacional.
Durante el año 2000, se realizaron Cabildos Interregionales como mecanismo de coordinación y continuidad entre cada encuentro nacional y en ellos se logró rescatar las experiencias exitosas así como reanimar a muchos de los delegados que en sus comunas pudieron arribar a una situación bastante favorable para el desarrollo de propuestas culturales para su localidad, insertos o no en las instancias formales de gestión y apoyo. De igual manera, se pudo constatar las dificultades comunes, las que se fueron transformando en un diagnóstico compartido.
Desde el nivel central, se reconocieron ciertas dificultades de estructuración interna, así como financiera, que hubiera permitido en ese período, apoyar el proceso de manera más decisiva. Sumado a esta dificultad, ha sido una constante, por parte de numerosos gobiernos locales, la falta de sensibilidad hacia el desarrollo de políticas culturales que involucren a la ciudadanía cultural en las comunas.
Como se ha señalado, la modalidad de funcionamiento durante el año 2000 fueron los cabildos interregionales, los que reiteraron algunas dificultades respecto de la gestión de los delegados en sus respectivas comunas. Por este motivo, demandaron para el II Cabildo Nacional y el período que allí se iniciaba, los siguientes desafíos:
·         la existencia de espacios estables de coordinación y apoyo entre los delegados de cabildo de la región y con los de regiones contiguas,
·         mecanismos preestablecidos que permitiesen el flujo de información, destinada a facilitar la gestión y producción cultural local y,
·         acciones que favorecieran el reconocimiento de la instancia cabildo, por parte de las instituciones comunales involucradas en procesos culturales.
Los encuentros interregionales comenzaron a activar los debates en vías a la realización del II Cabildo Nacional de Cultura, programado para Abril del 2001.
De esta manera, durante el evento de abril, se intentó aumentar el flujo de información de apoyo a la gestión y a la implementación efectiva de los acuerdos generados por los delegados. Así, se decidió desarrollar temas sobre la construcción y fortalecimiento de redes de comunicación cultural, divulgación de la existencia y características de los fondos de apoyo a la cultura y las artes, relevamiento del aporte de la Asociación de Municipios(3) a la gestión local y la necesidad de generar alianzas con los jóvenes que participan del Programa Servicio País(4).
Este II Cabildo Nacional, culminó además con la elección democrática de los futuros representantes a las coordinaciones interregionales durante el período 2001-2002 y con planes de trabajo e iniciativas debidamente jerarquizadas y encargadas a alguna comuna responsable, para su efectiva realización. En el proceso de votación participaron 276 delegados territoriales o comunales. Esto corresponde al 81% de las comunas del país.(5)
De igual manera, se establecieron 25 propuestas de políticas nacionales para cultura, que en lo fundamental insisten en la tendencia señalada en los acuerdos del año 2000, vale decir; reforzamiento de la institucionalidad cultural y mayor financiamiento y apoyo formativo para la gestión.
Como ya hemos señalado, se trata de una instancia convocada en tanto espacio soberano y cuya esencia y sentido es el de ser un claustro de ciudadanos independientes y autónomos del poder político, en la generación de iniciativas y en su capacidad de gestión cultural. De esta manera, pensamos que no puede existir dirigismo político en lo temático, muy por el contrario, el Estado convoca a un conjunto de ciudadanos culturales, pero no puede cooptarlos pues este ejercicio de ciudadanía perdería confiabilidad.
Lo anterior, nos ha compelido a asumir una perspectiva de análisis de las resoluciones de carácter nacional que no se concentra en la mirada únicamente cuantitativa y más bien, busca identificar los temas recurrentes que están presentes en la conversación de estos delegados.
En una línea de análisis de discurso, es posible señalar que los temas reiterados, se agrupan en 6 grandes ámbitos:
·         Institucionalidad cultural
·         Financiamiento
·         Infraestructura, patrimonio e identidad cultural
·         Educación artística y capacitación en gestión cultural
·         Pueblos originarios y jóvenes
·         Chile cultural en el exterior
Estas resoluciones constituyen -a la vez que propuestas-, un diagnóstico de valoración de los múltiples movimientos de la actividad cultural en el país en sus distintas instancias públicas estatales y no estatales; gobierno central, legislativo, municipalidades, sociedad civil organizada, todos los que constituyen agentes identificados por ellos y a los que se puede apelar al momento de pensar las políticas para el sector.
La experiencia de estos dos cabildos nacionales, ha implicado para la División de Cultura, seguir asumiendo esta política hasta un período en el cual la nueva institucionalidad cultural, los mayores aportes del Estado a los procesos de creación y, especialmente, el fortalecimiento de la identidad, gestión y calidad de los procesos culturales en la comuna, permitan que se gane en protagonismo y capacidad para participar de manera autónoma como actores constituidos y relevantes en el desarrollo de políticas en las regiones culturales.
Esquema resumen del funcionamiento del Programa, entre 1999 y 2001
Algunos aspectos metodológicos. Premisas básicas
·         El programa Cabildos Culturales, promueve la realización de diálogos y concertación, para la construcción de metas de carácter cultural y realización territorial. De esta manera, los sistemas de votación son subsidiarios a la resolución de dichas metas.
·         Presupone además, el reconocimiento de la calidad de ciudadanos culturales, que ejercen esta categoría social y política en sus territorios, desde una perspectiva discursiva, así como desde una representacional (derecho a voz y voto).
·         El Cabildo Nacional funciona como una instancia soberana (un delegado=una comuna con derecho a voz y voto) y entre la realización de uno y otro encuentro nacional, operan otras instancias de carácter local, regional e interregional.
Modalidad en que se ha desarrollado el diálogo ciudadano
Las diferentes metodologías en que se han desarrollado estos diálogos nacionales, derivan de los objetivos para cada período.
Durante el I Cabildo Nacional, se utilizó la modalidad conversacional derivada de la técnica de “grupos de discusión” que no contemplan la existencia de una pauta de debate, sino más bien una provocación temática inicial muy amplia, pero común a todos los grupos. Cada grupo cuenta con un preceptor no deliberante, de manera que los contenidos específicos sean generados por los participantes, en el orden e importancia que ellos determinen. Esta modalidad funcionó conformándose conglomerados de no más de 25 personas, que generalmente no se conocían entre ellos pues provenían de las distintas comunas del país. Además de los grupos, se realizaron plenarias de presentación de acuerdos, debates y opiniones abiertas.
El II Cabildo Nacional, en cambio, trabajó con grupos conformados por todos los delegados comunales pertenecientes a una misma región, de manera de facilitar la identificación de las particularidades territoriales que les permitieran avanzar en la autonomización y potenciación regional. Los instrumentos utilizados para el trabajo de cada grupo, fueron pautas destinadas a verter las proposiciones en términos de planificación; definición de metas específicas, de plazos, formas de financiamiento, agentes involucrados, entre otros. De esta manera, cada sugerencia y acuerdo tuvo una dimensión no sólo discursiva sino también proyectiva. Esto es, que se expresaron como anteproyectos tendientes a facilitar su realización efectiva, seguimiento y evaluación en las localidades, regiones e interregiones.
Finalmente, y como ya se ha mencionado, se propusieron nombres de delegados territoriales y especiales, para ejercer como mensajeros de las regiones ante las Coordinaciones Interregionales. Estas últimas serán el nexo entre cabildantes, hasta la realización del III Cabildo Nacional de la Cultura.
Ponderación de la votación como modalidad de priorización
En ambos Cabildos Nacionales, se ha considerado la necesidad de realizar votaciones. El sistema recoge un rasgo de la cultura de participación ciudadana, muy arraigado en la sociedad chilena. Sin embargo, se intenta que el rol de este procedimiento no sea de exclusión, vale decir, que las propuestas con más adhesiones, no eliminen a las minoritarias, sino que opere como un mecanismo de jerarquización del conjunto de las iniciativas (6).
En relación a la priorización de propuestas interregionales y nacionales, cada delegado tuvo derecho a un solo voto, por lo cual la cantidad de adhesiones a 1 propuesta, aparece como dispersa y poco abultada.
Si cada delegado hubiese podido votar por más de una prioridad, las cifras de adhesiones habrían sido superiores, pero no se trataba de concentrar los votos en una para eliminar otras, sino que establecer hacia donde concentrar esfuerzos para identificar las preocupaciones y lineamientos políticos de este grupo de ciudadanos culturales delegados a la instancia nacional.
III. SENTIDOS Y APRENDIZAJES
“ Ciudadanos... a las almas” (Roberto Matta(7))
Con la sub-versión humanista de esta arenga guerrera republicana, Roberto Matta apela a un protagonismo social, radicado en los lazos espirituales e intangibles de los pueblos: su cultura.
Este protagonismo cultural aparece históricamente como una dimensión por la que transitan los cambios de las sociedades y los individuos. La crisis de los modelos de participación política y social, han permitido resignificar los espacios de la expresión cultural, como los campos en los que espontáneamente se busca la transformación. Al mismo tiempo, la producción y creación cultural aparecen ligadas a los procesos de reconstrucción de identidad y de gestación de alternativas de cambio social.
Pareciera que la demanda por la restitución de una imagen país, por el sueño colectivo, deambula en los discursos de participación, pero sin duda que uno de los debates que emerge tras el despliegue de esta iniciativa de participación ciudadana, nos obliga a situarnos en la cómoda esquizofrenia del observador social, que confía esencialmente en el ser-humano y en su capacidad colectiva de producir cambios, pero que, sin embargo, le demanda a los monstruos modernos; Estado y Mercado, que cumplan con los roles que justifican sus existencias.
Por su parte, los teóricos del contrato social defendieron al Leviatán como redimidor del “hombre salvaje”, del hombre “en estado de naturaleza”, para así hacerlo transitar camino a la felicidad. Los liberales mercantiles, por su parte, han tenido la posibilidad histórica de demostrar las ventajas de la autoregulación de la oferta y la demanda, pero hasta acá no han logrado la armonía del equilibrio esperado.
Para nuestros países, estas invenciones de la modernidad han sido algo más absolutistas que liberadoras o protectoras, cada cual los ha percibido en su momento como: "chupa-ciudadanos”, “chupa-tributadores “chupa-consumidores”, “chupa-votantes”, chupa algo, pero de cualquier manera perversos y escasamente operadores y regentes de la soberanía popular, salvo muy contados momento o excepciones.
Pedro Güell nos aporta una mirada crítica respecto de los roles que aún tendrían en el nuevo escenario, el Estado y el Mercado, para el caso chileno:
Esta imagen y práctica del orden social común, ha cambiado en los últimos veinticinco años. La ruptura del matrimonio exclusivo y dependiente de la sociedad con el Estado, es un rasgo fuerte de esta época. Ni el Estado ni la política definen y sustentan ya por sí solos el orden social común, ni los actores sociales dependen de ellos para existir socialmente. Este cambio no es el resultado de un movimiento emancipatorio de los actores sociales. Ha dependido más bien de la decisión del Estado bajo la dictadura de entregar la organización de la sociedad al Mercado y bajo la transición de entregarla a las dinámicas de la modernización. En este cambio la sociedad misma va a rezago.
El Mercado y las modernizaciones institucionales -desde la reforma judicial a la doble jornada escolar pasando por las nuevas carreteras concesionadas- aportan sin duda nuevas oportunidades y nuevas relaciones a los individuos. Pero ellas se han mostrado empíricamente débiles para proporcionar una imagen de orden colectivo. No ofrecen un lenguaje público, tienen dificultades para promover vínculos de confianza y cooperación, o una práctica de responsabilidades sociales o una estructura confiable de protección social. Es decir, ya por principio o por opción, ni el Mercado ni las modernizaciones (del estado) son suficientes para construir los materiales estrictamente sociales que requiere la integración, el desarrollo y la democracia. (Güell:2001)
La insistente apelación de la ciudadanía chilena al Estado, no sólo es producto de lo imponente de éste en la conformación de la nación, sino que responde a una preocupación de períodos de debilitamiento institucional, y en lo personal me repone la justificada pregunta anarquista: ¿si no tenemos soberano, estamos obligados a crear uno?.
La tensión de los debates contemporáneos, han ido dibujando una tendencia creciente a la apuesta por el fortalecimiento del actor social, vale decir del sujeto asociado que se enfrenta a estas monstruosidades, mancomunadamente. Este denominado Tercer Sector, en mi opinión, ha sido históricamente y como dicen en nuestro país, el “jamón del sándwich” de la modernidad.
Más allá de este aporte que comienza a tener importantes adeptos, en la esfera de la cultura, el proceso de crecimiento protagónico de los actores sociales, es algo más estimulante que en otras áreas donde tradicionalmente estábamos acostumbrados a verlos; gremios, sindicatos y partidos políticos.
Los efectos de que el Estado se involucre como facilitador de estos procesos de participación ciudadana, no sólo tienen basamento en la tradición de pater familia que ha cumplido el estado históricamente, también lo tienen en el proceso mismo que se desata; en la comunicación y organización que se despliega, en el proceso de aprendizaje de ejercicio ciudadano, en la restitución del reconocimiento. Las votaciones (derecho a voto), el rigor o nivel de información de las opiniones y discursos de participación, los carnet de ciudadano cultural, y los documentos que de cada proceso se generen, son lo menos importante, no alcanzan a la categoría de simbólicos. Sí lo son las redes y la experiencia de intercambio, la sensación de pertenencia e identidad, la recuperación de confianza, entre otros micro procesos de compleja medición estadística.
En el amplio espacio de ser cultural, la magnifiscencia del humanismo moderno, aporta en humildad y grandeza haciendo referencia a la condición humana como medida de todas las cosas. Pero en esta manera de hacerse -que estuvo a la base de la construcción de nuestras sociedades-, los actores de la débil modernidad del siglo XX, fueron elites burguesas emergentes insertas en un Estado poderoso, y teniendo como base una ciudadanía; electoral, de trabajadores, artistas o intelectuales.
Actualmente, el modelo social y político, derivado del despliegue de estructuras de producción e intercambio económico, ha generado la irrupción de nuevos actores quiénes han contribuido a la producción de riqueza material e intangible; los productos y las obras, los discursos y las ideologías, los servicios y los proyectos de vida y trascendencia, trayendo aparejadas alteraciones que pueden ser una gran posibilidad de repensar un humanismo menos despótico.
En lo fundamental, habrá que reponer una gramática más humanitaria y ambientalista que la mercantil en el ámbito cultural, no creemos que pueda reemplazarse el ciudadano por el mero consumidor pasivo, no es posible pensar en trasladar el complejo ejercicio de la dignidad y el desarrollo, a las condiciones que dictan otras lógicas que suponen el desaparecimiento de relaciones de pertenencia social y territorial. (Soto:2000)
En el escenario actual, -de impactante revolución tecnológica-, los mensajes y discursos dominantes, provienen de estos actores con sus respectivos nuevos roles; son los políticos insertos en un Estado que se pretende técnico y expectante, empresarios desterritorializados, consumidores compulsivos, así como creadores y pensadores de muy diverso cuño y motivación.
Los mecanismos de intercambio y circulación de sus mensajes son principalmente los medios de comunicación, los mercados diferenciados y los múltiples espacios de entrada y salida funcional a proyectos de vida cada vez más individuales.
En este espacio de relaciones, se sitúa el desafío de pensar y repensar desde una mirada humanista: los mensajes, sus actores y roles y los múltiples medios de que disponemos para su circulación e intercambio. Nuestro viejo Leviatán, debiera ser un sabio relator de las experiencias de esta modernidad inconclusa, para no volver a perder su rol creador, sin el que no existirían nuestras sociedades cargadas de simbolismos e identidades que él mismo procuró y vociferó a todos los vientos vecinos, para demarcar territorio aún avanzado el siglo XX.
A veces nos trastocamos por el impacto que nos producen las nuevas tecnologías, la alucinación pavorosa de Internet, o los debates sobre el rol más o menos protagónico del Estado y el Mercado, pero cuando aparece un mensaje que haga sentido en las emociones y sentimientos de la gente, de manera mágica se echa a correr y nadie lo puede contener. La obra es el primer generador en la cadena de riqueza material y simbólica del arte y la cultura de los pueblos y a su vez, se constituye en su mensaje. No habría mensaje, ni propuesta con sentido, sin el sujeto que antes vivencia y experimenta en comunidad.
El Estado se debe a las personas que lo sustentan dentro de un territorio y en el ámbito de las artes y la cultura, estos son los creadores y los recreadores de identidad, la mayoría y las minorías, los marginales y los integrados. El Estado y el Mercado son mecanismos creados por el hombre para vivir en sociedad y no son actores generadores en si mismo de mensajes, no pueden trastocarse los roles ni podemos creer que el medio es más importante que el mensaje.
Mientras la velocidad de las transformaciones tecnológicas supera cualquier experiencia civilizatoria anterior, en cuanto al impacto de las mismas, la cultura marcha en tiempos muy diversos incluso a las que se generan como producto de las relaciones sociales y sus coyunturas. De esta manera, los Estados se enfrentan a desafíos de cohesión interna y eficiencia, mientras estos impactos van generando nuevas formas de desigualdad económica, social y cultural inclusive.
La vinculación retórica en que se ha incorporado el debate sobre el “rol de la cultura en el desarrollo”, está entrampado en múltiples nudos; conceptuales, de rentabilidad, de su ubicación respecto del status de las elites o de bienestar de la población, entre otros.
En los debates internacionales, queda claro que el despeje de estos entrabamientos radica en avanzar hacia un posicionamiento ampliado del universo a administrar. La comprensión de la cultura como sector constituye un considerable aliciente ya que se comienza a comprender su importancia en el desarrollo global de las sociedades inmersas en los cambios mencionados.
La participación ciudadana en la definición de políticas públicas, es una tendencia que en el ámbito de la cultura se ha plasmado en una serie de iniciativas que encuentran, en la población convocada, mucho asidero.
Para el caso chileno, habría que señalar que, aunque nuestra sociedad se ha caracterizado por ser poco permeable al cambio, es posible percibir hoy, a pesar de su aparente invisibilidad, la presencia de variadas expresiones culturales que dan cuenta de una búsqueda de nuevas estéticas y lenguajes, que animan con renovados flujos creativos, la convivencia social.
No obstante este diagnóstico, nosotros apostamos a que el reconocimiento de las particularidades culturales territoriales, abre hoy como nunca, las posibilidades de plantearse un futuro de nuevas representaciones identitarias nacionales, que vayan más allá de la política, pero que además respondan al reclamo por una existencia y convivencia solidaria y de cooperación social y con absoluto respeto a las híbridas micro realidades y a las mixturas emergentes.
Pensamos que a nivel estatal, en primer lugar, es fundamental re instalar principios básicos sobre los cuales se avance a una institucionalidad cultural futura. Esta transición no debe contemplar sólo aspectos e iniciativas institucionales, sino que además debe ser un proceso paralelo y de igual relevancia, al apoyo a las propias dinámicas culturales que los creadores desarrollen. Vale decir reponer desde el Estado su compromiso -de voluntad y material- hacia la cultura, y a la vez, estrechar lazos y crear vínculos que permitan rescatar lo abandonado, promover el acceso de todos a la cultura y respaldar las nuevas expresiones.
El desafío es entonces, asumir que este sector es el generador esencial de la mentalidad y por tanto es un universalizador que abraza a la sociedad circularmente, posibilitando este pensarse y desearse colectivamente.
Referencias
Aceves Lozano, Jorge E. 2001. “Ciudadanía ampliada. La emergencia de la ciudadanía cultural y ecológica”. Instantáneas en temas de comunicación. Razón y Palabra, N· 5, Año 1, diciembre-enero 1996-97. Ciesas-México. En: sitio web: www.cem.itesm.mx/dacs/publicaciones/logos/anteriores/n5/ciudad.htm
Di Girólamo Carlini, Claudio. 1998. “Ciudadanía Cultural: una carta de navegación hacia el futuro”. Intervención en plenaria de la Conferencia Intergubernamental Sobre Políticas Culturales. Estocolmo, Suecia. En sitio web: www.mineduc.cl/cultura/doc/ciudadania
Güell Villanueva, Pedro. 2001. “Los cambios sociales en Chile y el nuevo contexto y sentido de la participación ciudadana. Algunas preguntas y desafíos”. En: Ciudadanía en Chile. El desafío cultural para el próximo milenio. Ministerio Secretaría General de Gobierno. División de Organizaciones Sociales. Capítulo I, página 25. En sitio web: www.tolerancia.cl/ciudada.html
Soto Labbé, Paulina. 2000. “Cartografiando la australidad”. Ponencia presentada en el encuentro: La cultura iberoamericana de cara al 2000. Retos y cifras. Córdoba, España. Mimeo, Centro de Documentación. División de Cultura-MINEDUC. Santiago, Chile.
Zapata-Barrero, Richard. 2001. “Ciudadanía, democracia y pluralismo cultural: hacia un nuevo contrato social”. Col. Libros de la Revista Anthropos. Editorial Novedad. En sitio web: www.aecpa.es/aecpa/asoc/avisos/164.htm
Notas
(1) La División de Cultura es el organismo estatal que tiene a cargo la definición de políticas públicas de extensión y fomento a la cultura, así como la implementación de programas y proyectos de ellas derivadas. Tiene representación descentralizada en todas las regiones del país y actualmente depende del Ministerio de Educación. En estos momentos se encuentra en el Parlamento, un proyecto de Ley que creará el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, con rango ministerial, el cual quedará conformado en primera instancia, por la actual División de Cultura.
(2) Esta fue la frase de convocatoria que se desplegó por todo el territorio y la que orientaba a iniciar un diálogo muy abierto a las aspiraciones y expectativas culturales más sentidas de la población.
(3) Es la instancia de coordinación de las municipalidades del país, las que administran a los 342 territorios comunales. Estas municipalidades están gobernadas por un Alcalde, autoridad de elección popular.
(4) El Servicio País, es un programa de Estado, que financia pasantías de profesionales recién titulados, en zonas apartadas y marginalizadas del país, priorizando por la presencia de aquellos que puedan aportar con sus conocimientos y especialidades a las necesidades propias de estas comunidades.
(5) Durante este encuentro nacional, se les entregó credenciales de delegado de cabildo a los participantes como un instrumento de presentación y de indudable valor simbólico, desde el punto de vista de la pertenencia y la membrecía.
(6) El sujeto político moderno, se inscribe en la aceptación de la 'universalidad' y la 'igualdad', pero también en la 'inclusión' de las necesidades específicas, diversas, de lugares diferentes, de prácticas plurales, etc. La cuestión central es que la noción de 'ciudadano' no reduzca, no elimine las distintas particularidades; por lo que se reconoce una tensión en el concepto de ciudadano expresado, ya que incluye "lo compartido - común", pero no necesariamente las membrecías particulares (Aceves:2001).
(7) Roberto Matta es un connotado artista plástico de origen chileno, residente en Francia .


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