lunes, 25 de octubre de 2010

Miradas a lo cultural

I. Las políticas culturales ante la globalización
Lourdes Hernández Quiñones

Inmersos en el debate en torno a la pertinencia de las políticas culturales desde la perspectiva de lo global y lo local, resulta indispensable plantear por qué resulta necesario definir políticas públicas en materia cultural.
Lo anterior, a partir de una realidad que se desarrolla entre identidades múltiples y diversas que enriquecen con creces nuestra cotidianidad, pero que a la par ponen en riesgo el desarrollo de lo propio que cada vez es más frágil y vulnerable ante la fortaleza y avasallamiento mediático de los consorcios mundiales que manejan las industrias culturales.
Así, la primera pregunta sería: ¿es necesario que los gobiernos definan políticas culturales? Para responder a esta interrogante, nadie mejor que Néstor García Canclini, estudioso de lo cultural y la cultura, quien en su trabajado intitulado ¿La mejor política cultural es la que no existe?, nos dice:
“Queda la pregunta de si lograremos-artistas, periodistas, investigadores e instituciones culturales-que esta reflexión crítica sobre lo que somos capaces de producir ascienda a una política duradera. Por ejemplo, conseguir que el presupuesto de cultura se acerque al uno por ciento recomendado por la UNESCO, que los movimientos culturales y los organismos públicos elaboremos posiciones acordes con la potencialidad de México en las actuales condiciones globales, sin dejar librado el lugar de los bienes culturales en los acuerdos de libre comercio a quienes sólo valoran las películas o los libros por el volumen de ventas y la recaudación fiscal. Las políticas culturales no crean cultura, pero favorecen o perjudican las condiciones de su comunicación. Si están a cargo de especialistas pueden ayudar a no confundir el valor con el precio, ni la libre comunicación entre culturas con el comercio sin aduanas.”
Parte fundamental de lo mencionado por García Canclini en cuanto a la conveniencia de establecer políticas culturales, tiene que ver con dos puntos que me permito destacar: la posibilidad de que las políticas culturales sean duraderas; y, por otra parte, que la definición de dichas políticas esté a cargo de especialistas. Es decir, la conciencia de que no se trata de acciones efímeras que merezcan atención por un momento breve, hay que subrayar que la educación y la sensibilización artística es un proceso a mediano y largo plazo, y que sólo garantizando esta educación podremos asegurar el disfrute y cuidado de nuestros patrimonios. Lo más delicado corresponde a que sean los especialistas quienes definan tales políticas pues, lamentablemente y por lo menos en México y en cada una de las entidades federativas que conforman este país maravilloso, tales decisiones quedan en manos de funcionarios que ascienden a la titularidad de las instituciones públicas de cultura por méritos políticos y no por los académicos o culturales. Así, la mayoría de ellos lo que hacen es definir presupuestos en función de los grandes eventos, priorizando aquello que les da mayor proyección mediática o bien, lo que los hace quedar bien con el gobernante en turno. De tal manera que las políticas culturales, brillan por su ausencia y se deja al sector cultural a la deriva y sujeto a caprichos personales.
Las políticas culturales suponen de entrada un ejercicio de análisis y reflexión para conocer cuál es la realidad inmediata de lo cultural en una entidad,  saber cuáles son las potencialidades y las diversas problemáticas del sector;  pensar en un trabajo de mediano y largo aliento y evitar lo que sea inmediato y de corto alcance. Cabe recordar que la finalidad principal de cualquier agenda de política pública consiste en establecer una geografía de lo posible, es decir, un esquema que permite precisar y ubicar las medidas concretas consideradas viables; procurar que las políticas no se queden en el plano discursivo o normativo, sino que su formulación vaya acompañada de procesos y mecanismos concretos que permitan acortar la brecha que existe entre lo deseable y lo posible.
Es decir, para el establecimiento de políticas públicas en materia de cultura habrá que saber mirar con diversas perspectivas que conduzcan las acciones en múltiples sentidos, a partir de lo ya realizado y pendientes de lo que falta por efectuar. Y, además, las políticas culturales tendrán que establecerse en un contexto de globalización a partir de lo local y siempre en un marco de sustentabilidad y con respeto a la diversidad cultural.
Así, para que nuestras culturas y sus distintas y ricas manifestaciones tengan una proyección en el mundo, habrá que saberlas mirar y apreciarlas desde nuestros territorios. En Veracruz, son muchas las voces que necesitan ser escuchadas y el camino para recorrer en este sentido, todavía es muy largo. La premisa de las políticas culturales deberá ser, sin duda,  el diálogo.

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