domingo, 17 de octubre de 2010

Voz invitada

(Agradecemos a Andrés Barahona que nos haya facilitado este texto que forma parte del capítulo décimo quinto de su estudio sobre Las Músicas Jarochas)


Al son de la moderna cultura turística

Andrés Barahona Londoño

En los tiempos actuales en que la cantidad de cultores y seguidores que interpretan los sones jarochos dentro y fuera del Estado de Veracruz, ha alcanzado niveles nunca antes vistos, resulta demasiado sencillo suponer que el nuevo auge garantiza, por sí sólo, la permanencia de este bien cultural. Tampoco es posible ignorar que la creciente globalización de la información es un arma de dos filos que en el ámbito del quehacer musical se traduce, entre otras cosas, en una suerte de moda que apuesta a la fusión de los más diversos géneros: son y rock, son y música tropical, son y balada, son y marinera, son y guaracha, y muchas otras variantes híbridas más.
En un mundo frenéticamente volcado hacia el consumo y el manejo irracional de los recursos naturales de nuestro planeta, que ya acusa seriamente los golpes y abusos, no podemos pasar por alto la desaparición de las especies y los ecosistemas más frágiles, que en realidad resultan indispensables para el equilibrio ecológico global. Lo mismo puede decirse con respecto de las culturas y su especificidades; como bien lo señala Miguel León Portilla, “cada vez que desaparece una lengua o un idioma, se pierde irremediablemente la posibilidad de ver y entender el mundo desde un enfoque único e insustituible”; y en este sentido cada vez que desaparece una música autóctona, se escapa la oportunidad de “escuchar la vida” desde una sensibilidad particular. La tendencia hegemónica, pugna desde los grandes medios de comunicación por uniformar el tipo de música que oye la gente. Todos los días se nos pretende inculcar un “sonido del modernismo”, que bombardea metódicamente la televisión y la radio, no solamente en cortinillas promo-cionales, también mediante programas “especializados en el entretenimiento”. Se nos quiere hacer escuchar –y por lo tanto hacer creer– que todo lo que supuestamente evoque a las galaxias y lance a volar nuestra imaginación hasta el resplandor, acaso extemporáneo, de las lejanas estrellas (incluidas las pretendidas de carne y hueso), es necesariamente mejor que lo que puedan decirnos los anticuados y pasados de moda sonidos de un gran número de expresiones regionales que no alcanzan los reflectores mercantilistas de la industria musical y sus grandes monopolios disqueros. No faltará quien opine que precisamente en ese contexto, a las músicas jarochas no les está yendo tan mal en comparación con otros géneros, puesto que se han convertido incluso en un producto de exportación que “compite” en los grandes mercados; pero vale la pena preguntarse si es la exportación lo que importa. Los grandes lineamientos trazados en México por las políticas culturales gubernamentales –no siempre de manera oficial– han incidido, para bien o para mal, por acción o por omisión, en los caminos que recorren las expresiones populares y la música no es la excepción.
Actualmente prevalece un diseño programático, implementado a nivel nacional desde las cúpulas del poder, que junta en una misma dependencia oficial dos instancias que son de suyo distintas y que no forzosamente se complementan: el turismo y la cultura. Si bien es cierto que la cultura del turismo puede crear condiciones favorables para detonar el desarrollo económico en determinadas regiones dotadas de bellezas naturales y atractivos interesantes tanto culinarios como para el ocio y la recreación, la cultura por su parte, no necesariamente responde a esa misma lógica, y en más de un sentido está  estrechamente relacionada con la educación. Ya durante la llamada Época de Oro, la industria cinematográfica mostró hasta qué punto fue capaz de trastocar las expresiones musicales populares que “redecoró y maquilló” para su difusión masiva.
Es desde luego favorable que cualquier cultura dé a conocer sus rasgos distintivos, siempre y cuando en el proceso de divulgación no se diluyan dichos rasgos, bajo para el pretexto de “adecuarse a las necesidades del mercado internacional”. Para ponerlo en otras palabras y porque dice mucho más de lo que en primera instancia parece, vale la pena recordar la actitud de aquella humilde vendedora que atiende su pequeño puesto en el que, entre otras verduras, ofrece quintoniles, quelites y chinchayotes, y que al acercarse un cliente a pretender comprarle todo lo que hay en ese puesto, le responde que no le puede vender todo, porque... después qué vende. Llevada hasta sus últimas consecuencias, esta anécdota es mucho más que una simple obcecación que le impide a la vendedora entregar todo su producto, es una apuesta por su propia sobrevivencia. ¿Qué sucede si un campesino vende absolutamente toda su cosecha de maíz y se queda sin semilla para su próxima siembra?... que se está poniendo él mismo la soga al cuello y va a terminar dependiendo de la compra de semilla transgénica, la cual tiene entre sus propiedades la de exterminar todas las especies locales. Si el maíz transgénico llegara a desplazar a las demás especies, las consecuencias serían catastróficas, aunque la versión oficial asegure lo contrario. Sirva de muestra un botón, si esto sucediera, desaparecería para siempre el hongo de la mazorca, es decir el exquisito huitlacoche. Y ahí si “ni máiz palomas”... No se puede aplicar la misma lógi-ca a un bien cultural y a la renta temporal de un espacio para el esparcimiento turístico, ya que tanto las ganancias como las pérdidas son en cada caso de índole muy distinta.


Andrés Barahona Londoño es músico, laudero, decimista, etnomusicólogo, periodista, compositor de canciones para niños y creador de un método interactivo de sensibilización musical para niños, papás y educadores de preescolar y primaria denominado: ¡Cántale Pues! Autor de más de doscientas canciones para niños en diversos géneros musicales, entre ellos el huapango y el son. Ha publicado tres discos: Llevarnos Bien en 2003 y México y Yo en 2005; y Corazón en 2009.
Actualmente coordina un proyecto de investigación etnomusicológica en el Instituto Veracruzano de Cultura denominado Testimonios Jarochos, el cual, en el marco de las conmemoraciones por el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana, ha elaborado una serie de 4 libros relacionados con la historia del son jarocho que incluye los siguientes títulos:
Por su propia voz. Pláticas con músicos y decimistas jarochos y Las Músicas Jarochas. ¿De dónde son? Un acercamiento etnomusicológico a la historia del son jarocho, ambos de su autoría; Historia y Fandango. 1845-1946. Textos de época relacionados con el son y la cultura jarocha. Compilación de la Mtra. Irene Vázquez Valle; Con el son en Boca. Historia, estilo y repertorio de una tradición musical mexicana en vías de cambio. Tesis doctoral del etnomusicólogo Daniel Sheehy, escrita en 1979; Las Músicas Jarochas. ¿De dónde son? Un acercamiento etnomusicológico a la historia del son jarocho. Extenso estudio que analiza el origen y desarrollo de este género musical, desde sus orígenes hasta la época actual.



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